El viejo sillón de mimbre
Esta deliciosa pintura se la robé ayer, con su permiso, a Manuel Casanova, cuyas exposiciones virtuales os aconsejo que visitéis en su blog Equinoccio. Me sugirió demasiadas cosas como para dejarla pasar. Me llevó a la casa de mi abuela paterna (la que sale retratada en la cabecera de este blog), la primera casa, la que recuerdo con más nitidez aunque haga muchos años que sólo la visito en sueños. Tenía balcones, no hacia el campo, sino hacia una calle estrecha y triste de los años sesenta en una pequeña ciudad de provincias oscura y triste. Tenía sillones de mimbre, no en el balcón, no hubieran cabido, sino en la galería acristalada que daba, esta sí, a un patio arbolado. No sé cómo fue, pero la pintura de Manuel me golpeó como un latigazo en la memoria (y en la nostalgia) que aunó en un mismo espacio elementos que se hallaban en esquinas opuestas de la casa.
Y decidí ponerle letra. Podría decirse que mi relato está basado en hechos (o más bien en espacios) reales, pero los acontecimientos que en él suceden nada tienen que ver con la realidad.
Manuel Casanova Gómez. Balcón. |
El sillón había estado siempre en la galería acristalada. Era donde se sentaba de niña a leer los cómics que sus primos habían dejado olvidados: "Roberto Alcázar y Pedrín" era su favorito. Más adelante, sacaba de debajo del cojín los ejemplares de "El Caso" que yo iba acumulando y los leía casi a escondidas. Intuía que a sus doce o trece años no era la lectura más adecuada. Cuando fue su momento, era donde se sentaba a leer las cartas que su novio le mandaba desde la mili. Pasaron algunos años y puedo verla sentada en él dando el pecho a su hijo.
En él recibió la triste noticia que nos destrozó la vida y en él la encontré la tarde en que se negó a seguir luchando contra su angustia presente y el recuerdo de la felicidad pasada.
He condenado el sillón al ostracismo. Lo he sacado al balcón delantero y estoy esperando que vengan a tapiarlo. Pondré delante la estantería verde con sus libros favoritos.
Por fin conozco la identidad de esa belleza tan enigmática que hay en la cabecera de tu blog :D
ResponderEliminarMuy bonito y conmovedor tu relato, ahora tiro para el site del pintor, porque el arte es la otra de mis pasiones. Besos
La has definido perfectamente: Belleza enigmática es lo que muestra en la foto.
EliminarMe alegro de que te haya gustado el relato. Creo que es el tercero que hago con las pinturas de Manuel, que creo que te habrán gustado mucho más que mis relatos.
Un beso.
Hola!!
ResponderEliminarTe sigo y te invito a seguirme :)
Un abrazo
Ya te sigo yo también.
EliminarUn saludo.
Rosa, te has convertido en la transcriptora de mis torpes dibujos. Pero si una imagen, al margen de que esté mejor o peor pintada, es capaz de sugerir algo en quien la contempla -un relato, en tu caso-, es el mejor premio para su autor. Espero que esta colaboración no sea la última.
ResponderEliminarManuel ¡¡qué alegría verte por aquí!! ¿Torpes tus dibujos? Yo no entiendo mucho de pintura, pero las tuyas, remueven algo dentro de mí y, como bien dices, de eso se trata de transmitir cosas, de sugerir sensaciones y ese sillón, en ese balcón me ha traído toda la infancia en un momento. Me ha dicho mi hermana que en cuanto leyó el título, sabía que iba a hablar del sillón y de los "Casos".
EliminarMuchas gracias, Manuel. Seguro que habrá más colaboraciones.
Un beso.
Caramba, Rosa, me has puesto un nudo en la garganta. Cómo puedes contar tanto con tan pocas palabras. Me has alucinado, en serio.
ResponderEliminarLa tristeza del narrador (o narradora) se palpa en cada palabra, y al final la rabia e impotencia.
Me ha encantado. Enhorabuena, y gracias a Manuel Casanova por pintar tan bien y por servirte de inspiración con sus obras.
Besos para los dos.
Cuanto me alegro de tus palabras y de que te haya gustado. La verdad es que me ha salido de lo más hondo y antiguo. Salvo lo de "El Caso", el resto son cosas que no pasaron o pasaron en otros sillones, en otras sillas, en otras casas, pero todo salió de aquel tiempo, de aquellos tíos y abuelos y primos que ya no están, arrastrados por los años o simplemente por la distancia. El trágico final ya es ficción pura, pero la librería verde existe. La tengo aquí en mi casa de León.
EliminarUn beso enorme.
Cierto es que una imagen vale más que mil palabras, pero cuando las palabras cuentan una posible historia oculta tras la imagen el valor de esta se hace incalculable.
ResponderEliminarEn tu relato subyace escondida una trágica historia, la historia de la niña que se convierte en mujer y pierde toda la esperanza de un futuro halagüeño.
Y el sillón de mimbre condenado por doloso testigo del drama presentido.
Me ha gustado esta sencilla y a la vez sentida prosa.
Besos
¿Por qué será que cada vez que escribo un relato me sale triste, melancólico y hasta trágico? Yo soy bastante alegre. Mi vida no es ninguna tragedia, pero hasta el pobre sillón de mimbre padece mis derivas literarias.
EliminarMuchas gracias por tus palabras, Francisco. Viniendo de ti, después de los relatos que te he leído, tienen un inmenso valor.
Un abrazo de ahogar, pero sin ahogar.
Qué bueno, pero bueno bueno. Hasta lo del niño dando el pecho me hizo pensar en mi madre, que leía a Roberto Alcázar y Pedrín(aún los conserva aunque su preferido era el Capitán Trueno, que también conserva) y leía El Caso( y yo a escondidas, jejeje) y luego las cartas que le enviaba mi padre desde la mili, ainnnns.
ResponderEliminarEs un relato genial, y la ilustración también, felicidades a Manuel Cassanova.
Las pinturas de Manuel son de lo más sugerente. Al menos a mí me sugieres muchas cosas. Ya he utilizado tres y habrá más, seguro.
EliminarVeo que tu madre tenía un gusto similar al mío. Bueno a mí los cómics nunca me han entusiasmado, pero de pequeña, me tenía que conformar con lo que había y, hasta que fui un poco mayor y empezó a atraerme El Caso de mi abuelo, me tenía que conformar con los cómics de mis primos.
Un beso, maja.
En las cosas está nuestra memoria, verdadera o ficticia, que, en todo caso, el relato, si es verosímil como este tuyo, convierte en real. Haces hablar a ese sillón, testigo y parte de una historia a la vez tierna y dramática. Me gusta, Rosa.
ResponderEliminarGracias, Juan. La verdad es que me salió de lo más profundo de la nostalgia y el recuerdo que se vieron sacudidos por la pintura de Manuel.
EliminarFeliz de que te haya gustado.
Un beso.