"Salir a robar caballos" Per Petterson
«Hay quien dice que el pasado es una tierra extranjera donde hacen las cosas de otro modo, y supongo que eso es lo que he sentido la mayor parte de mi vida, porque no me ha quedado más remedio, aunque ya no me pasa. Si me concentro lo suficiente capaz soy de entrar en el almacén de mi memoria, encontrar el estante correcto con la película correcta, sumergirme en ella y sentir en el cuerpo aquella excursión a caballo con mi padre a través del bosque, cuando remontamos la loma muy por encima del río y bajamos la otra vertiente y cruzamos la frontera con Suecia y nos adentramos en lo que al fin y al cabo era una tierra extranjera, al menos para mí. Soy capaz de reclinarme y verme de nuevo junto a aquella hoguera bajo el saliente, como lo estaba aquella noche cuando me desperté un momento por segunda vez y vi a mi padre tumbado, con los ojos abiertos, mirando la roca sobre él, completamente inmóvil, con las manos bajo la cabeza y un brillo rojizo de las brasas en la frente y en la cara barbuda y, por mucho que lo intenté, no logré ver si llegaba a cerrar los ojos antes del amanecer».
El pasado es siempre una tierra extranjera e inhóspita. Visitarla puede dar miedo. Lo que encontramos en ella nos puede resultar extraño, doloroso. Es así sobre todo cuando se han vivido varias vidas separadas por algún suceso extraordinario, bueno o malo, pero que ha separado la vida en dos partes. El autor de Salir a robar caballos, Trond Sander, es casi un anciano. Tiene 67 años y se ha ido a vivir a una cabaña en el bosque. Ha abandonado su vida en Oslo tras tres años de soledad. Tres años han tenido que pasar desde que murió su mujer en un accidente al que él sobrevivió de milagro, para que se diera cuenta de que necesitaba cambiar de vida. Tiene dos hijas, de un matrimonio anterior, y nietos, pero por fin ha visto claro que tiene que cumplir su sueño de vivir solo en un lugar tranquilo.
«Ahora vivo aquí, en una casita a orillas de un lago, en el extremo este del país. En el lago desemboca un río. Se trata de un riachuelo que en pleno verano lleva poca agua, pero que en primavera y otoño baja con fuerza y hasta tiene truchas. Yo mismo he pescado alguna. La desembocadura está solo a unos cientos de metros de aquí. Cuando los abedules pierden el follaje, puedo atisbarla desde la ventana de la cocina. Como ahora, en noviembre. Junto al río hay una cabaña, y si me asomo a los escalones de la entrada puedo ver si tiene las luces encendidas o no. En ella vive un hombre. Creo que es mayor que yo, o esa impresión da. Aunque a lo mejor es porque no soy consciente de mi propio aspecto, o porque la vida ha sido más dura con él que conmigo. Eso no debo descartarlo. Tiene un perro, un border collie».
Empiezo a leer el libro y me veo envuelta en sensaciones encontradas. Lo primero que siento es la claustrofobia que siempre me producen este tipo de historias en las que una persona vive sola rodeada de naturaleza. Pero a la vez siento la placidez del sonido del riachuelo, la desembocadura en el lago, los paseos con Lyra, la perra de Trond. Pienso que tal vez la placidez no sea capaz de vencer al agobio durante las cerca de trescientas páginas del libro. Pero de repente, me veo transportada por el milagro de la memoria de Trond a 1948, a un verano en que el narrador tenía quince años y vivió con su padre en una cabaña similar, en un entorno parecido, al lado de un río que bajaba desde Suecia y discurría hacia el sur un trecho por esa zona oriental de Noruega para volver a entrar en Suecia. Allí tenía un amigo, Jon y allí iba a sufrir el primer corte entre la vida pasada y la que se planteaba para el futuro. «Íbamos a salir a robar caballos. Así lo anunció él, allí de pie ante la puerta de la cabaña en la que pasé aquel verano con mi padre. Yo tenía quince años. Fue en 1948, a principios de julio. Los alemanes habían abandonado el país tres años antes, pero, hasta donde recuerdo, ya no hablábamos de ellos. Por lo menos mi padre no tocaba el tema. Nunca mencionaba la guerra».
A partir de ese momento la novela me atrapa sin remedio. Trond irá pasando sin solución de continuidad del pasado al presente. De aquella cabaña de 1948, con Jon, con su padre, con los padres y hermanos de Jon, con algunos vecinos y amigos, al presente, a 1999, con Lars, con los perros de ambos y con los recuerdos. Nada me distrae. Las minuciosas descripciones de los trabajos pasados y presentes, tan similares los trabajos en el bosque, más que pesarme me fascinan. La tala del pasado para sacar dinero, con los troncos enviados río abajo hasta la serrería en Suecia; el corte del abedul del presente que la tormenta ha tirado en el patio sobre el coche y contra la puerta del cobertizo. Todo está narrado de manera que atrapa, que envuelve, que la deja a una con ganas de más, de saber cómo sigue, cómo termina, cómo se resuelve.
La vida de Trond ha sido rota en tres vidas. Dos acontecimientos han dejado trozos de existencia por delante y por detrás. El primer corte se produjo aquel verano de 1948 con todo lo que Trond descubrió y lo que aquello supuso en las vidas de todos los componentes de la familia: Trond, sus padres y su hermana. El segundo fue hace tres años, cuando murió su segunda mujer y quedó solo en Oslo. Ahora, desde ésta su tercera vida, echa la vista atrás y nos cuenta los acontecimientos que empezaron a fragmentar su existencia, y yo me quedo prendada de sus confidencias. Las mismas confidencias que le cuenta a la gente del pueblo
«Saludo a izquierda y derecha, ya se han acostumbrado a mí y comprenden que he venido para quedarme, que no soy uno de esos turistas que llegan cada verano y cada Semana Santa con sus grandes coches para pescar por el día y jugar al póquer y beber whisky con soda por la noche. Me llevó un poco de tiempo, pero luego empe- zaron a interrogarme discretamente en la cola de la caja registradora, y ahora todos saben ya quién soy y dónde vivo. [...] Les he permitido averiguar todas estas cosas: como que al morir mi mujer no tuve ánimo de seguir y me jubilé y empecé a buscar un sitio nuevo al que mudarme, y que al encontrar la casa en la que vivo ahora me puse muy contento. Les gusta oír eso, aunque todos me dicen que podría haberle preguntado a cualquiera de por allí y me habrían contado el estado en que se encontraba la casa».
Salir a robar caballos profundiza en dos momentos muy sensibles de la vida. El momento en que se deja atrás la niñez y el momento en que se encara el final. Y es una preciosa novela que me regalaron por Navidad. No conocía al autor, pero ha sido todo un descubrimiento. Viajar del pasado al presente de Trond, de aquel momento en que dejó atrás la infancia hasta éste en el que se instala a esperar la vejez y la muerte en plena naturaleza, tratando de recuperar aquel último momento de felicidad plena, no ha sido un viaje de placer (nunca lo es cuando se viaja por la realidad de la vida), pero ha sido un viaje por la más viva literatura, la que nos lleva a nuestra propia vida y que, tal vez, estoy segura, es la más satisfactoria.
Per Petterson ha sabido cautivarme con su prosa y ha conseguido hacerme disfrutar y emocionarme con un tipo de literatura que, en principio, podría haberme resultado agobiante. Su capacidad narrativa me ha sabido atrapar y me ha dejado con ganas de seguir leyéndolo. Puede que Salir a robar caballos no sea una novela para cualquiera, pero los destinatarios para los que sí lo es tenemos en ella un precioso objeto con el que descubrir nuevos mundos literarios.
Termino con el final de la novela. Una cita que me parece un fin maravilloso para el libro y para esta entrada:
«El viento helado seguía soplando entre las casas procedente del río, y sentía la mano hinchada y dolorida donde se me habían clavado las uñas al cerrar el puño con tanta fuerza, pero, de todos modos, en ese momento todo parecía perfecto; el traje estaba bien y caminar por las calles adoquinadas de aquella ciudad estaba bien, y nosotros somos quienes decidimos cuándo nos duele».
Este libro participa también en el Reto Doce libros pendientes de tu biblioteca como El regalado (que lleve contigo mucho tiempo). Me lo regaló mi marido por navidad.
Título del libro: Salir a robar caballos
Autor: Per Petterson
Nacionalidad: Noruega
Título original: Ut og stjaele hester
Nacionalidad: Noruega
Título original: Ut og stjaele hester
Traducción: Cristina Gómez Baggethun
Editorial: Asteroide
Año de publicación: 2022
Año de publicación original: 2003
Nº de páginas: 272
Buenas tardes, Rosa.
ResponderEliminarFíjate, para mí el pasado no es una tierra inhóspita, sino un lugar seductor que me tienta con el fin de atraparme. Esta novela pinta pero que muy bie. Por ello la tengo ya anotada.
Magnífica reseña. Muchas gracias por presentármela!!
Un abrazo.
Hola, Undine.
EliminarImagino que el pasado es diferente para cada persona. No solo por cómo sea ese pasado, sino por la forma de encararlo cada cual. Yo no soy partidaria de viajar al pasado tenebroso, por razones obvias (tampoco tengo demasiado), pero tampoco al luminoso porque la nostalgia me hace daño. no obstante, el pasado ajeno me debe de gustar más que el propio porque he disfrutado con esta novela y la recomiendo mucho.
Un beso.
No leo novelitas románticas ni de amores Sonrio cuando escribes.
ResponderEliminarabrazos desde Miami
Ilumíname y dime qué lees.
EliminarInvestigo en el internet mis preguntas sobre la vida, y como vivir bien y largo, . Leo los últimos avances de la ciencia. Leo carteles de arte y letras cuando manejo ,te leo a vos que me encantas y leo a veces cosas extrañas que me enseñan a vivir mejor.
EliminarUn abrazo inmenso Te espero en mi blog
Mucha
En un principio no me llamaba el planteamiento pero veo que a ti te ha conquistado. Así que apuntada por si acaso necesito perderme en un lugar inhóspito. Besos
ResponderEliminarEs una novela que me regalaron. Creo que, de leer la sinopsis, nunca me la habría comprado, pero, efectivamente, me enganchó y he disfrutado de cada página. Todo un descubrimiento de un autor del que ya tengo otras dos o tres novelas apuntadas.
EliminarUn beso.
Ayayay, pues otra que me apunto, Rosa. Me has dejado enganchada a esta historia y con ganas de más. Una reseña preciosa, me ha encantado todo lo que cuentas y el entusiasmo que transmites. Libros del Asteroide tiene un catálogo estupendo, por otra parte, ¿verdad?
ResponderEliminarEs que es una novela preciosa. La empecé un poco mosqueada, pero enseguida me atrapó.
EliminarYo creo que mi marido me la regaló por ser de Asteroide. Él no sabía nada del autor, pero tiene un instinto alucinante para comprar libros de desconocidos y descubrirme mundos. Para que te hagas una idea, gracias a él conocí a Ian McEwan o a Yasmina Khadra, de los que ninguno sabíamos nada hace ya miles de años. Asteroide nunca defrauda y como lo sabe, por eso se arriesgó. Otro mundo descubierto.
Un beso.
¡Rosa!!!
ResponderEliminarme encanta todo lo que cuentas sobre esta novela, me ha recordado bastante a otra que leí y que si no fuera porque sé que estas tramas te agobian (las de alguien que vive solo en el campo, por cierto a mi me gustan mucho) te la recomendaría sin dudar, bueno te la voy a recomendar, "La última cabaña" de Yolanda Regidor, fascinante también su prosa, por si en algún momento te apetece
Son curiosas esas rupturas en nuestra linea de la vida que la separan en un antes y un después de..., todos tenemos alguna, creo, yo al menos sí y el recuerdo es doloroso, claro. Pero también es cierto que esas rupturas bruscas nos suelen enseñar mucho, son lecciones de vida importantes que no queda mas remedio que aprender y al final hay que quedarse con lo bueno.
Esta me la llevo, sé que la voy a disfrutar porque sabes que este tipo de prosas me cautiva
Un beso
Recordaba mientras la empezaba que tú habías reseñado una novela de la que te dije que me agobiaba la gente sola en medio de la naturaleza. Evidentemente es un prejuicio porque, al menos en este libro, se recuerda mucho y aparecen muchos otros personajes y situaciones. Además todo depende de la habilidad del narrador para atrapar y eso se hace con cualquier historia si el autor sabe hacerlo y éste sabe. Gracias por recordarme el título porque quería apuntarla y ya no me acordaba.
EliminarYo también tengo una ruptura en dos de mi vida y sí que es doloroso visitar aquella otra existencia que se fue, pero también es cierto que la ruptura dio lugar a otra vida distinta que no habría llegado de no ser por aquello. Lo bueno es haber vivido con todo lo que eso significa: dolor y alegría.
Un beso.
Me encanta la cita con la que abres la entrada. Es envolvente e invita sin duda a leer esta novela. Entiendo, por tanto, que, como tan bien has sabido transmitir, tanto Per Petterson como Salir a robar caballos te hayan maravillado. Me da que conmigo conseguirían el mismo efecto y que me dejaría llevar encantada del presente al pasado y viceversa. Además, al contrario que a ti, a mí sí me llaman la atención las historias ambientadas en parajes solitarios. Es curioso que te agobie leer historias que trascurren en escenarios abiertos, pero también es cierto que la idea de un personaje encerrado consigo mismo puede revelarse como claustrofóbica. Bueno, otro acierto editorial de Libros del Asteroide, por lo que veo. Y otro título que, muy a mi pesar, he de añadir a mi lista de pendientes.
ResponderEliminarBesos
Efectivamente, lo que me agobia no son los espacios abiertos, sino esa soledad que deja a los personajes inermes ante su propia soledad, enfrentado a su conciencia, pero este libro, aparte de que con los recuerdos, nos alivia de esa soledad, es que está tan bien narrado que te engancha. Como ya has visto por las citas, es una prosa envolvente y preciosa.
EliminarUn beso.
Hola.
ResponderEliminarPues creo que es un libro que podría gustarme. Escribes unas reseñas tan tan buenas que haces que me apetezca todo, jajajaja.
Para mí el pasado es un lugar agradable, en ocasiones doloroso, pero no puedo decir que sea inhóspito.
Muy feliz finde.
Gracias por tus palabras Gemma. Cuando un libro me gusta tanto como este, no me extraña que se manifieste mi entusiasmo. Ojalá te guste si te animas a leerlo.
EliminarYo no soy partidaria de visitar el pasado. Por bueno que sea, siempre me resulta tierra, si no inhóspita, sí un poco hostil. Siempre prefiero el presente.
Un beso.
Hola, Rosa. Soy más de ciudad que un semáforo y por eso con el campo me pasa como a ti leyendo, me da claustrofobia y veo peligros y problemas por todas partes.
ResponderEliminarMe gusta este tipo de historia con tanta sensibilidad y que cuenta cosas muy íntimas.
Me suena la novela, aunque creo que de película más bien, investigaré. Pero me la apunto.
Besos
Yo soy de ciudad, pero el campo me gusta. Me gusta pasear y si puedo pasar unos día en una casa aislada con gente amiga, lo disfruto mucho. Como le digo a Lorena, en este tipo de libros creo que lo que me agobia e la soledad del personaje. En éste, por fortuna, la soledad no es total porque están Lars y su perro, y en los recuerdos, que son la mayor parte del libro, hay otros muchos personajes. Creo que podría gustarte.
EliminarUn beso.
Pues no me sonaba de nada y me ha gustado mucho todo lo que cuentas y cómo ha conseguido atraparte tanto esta lectura. Tomo muy buena nota.
ResponderEliminarBesotes!!!
Yo tampoco tenía idea nid e autor ni de obra, pero ha sido un descubrimiento que estoy feliz de compartir. Una muy buena lectura.
EliminarUn beso.
Si no fuera por el entusiasmo con el que describes esta novela, la lectura de las partes que has reproducido de la misma, me habría dado la impresión de ese agobio que mencionas que te pareció adivinar a priori. Pero la lectura de esta reseña me ha hecho cambiar de opinión. Seguro que la vida y milagros del protagonista tienen mucha miga.
ResponderEliminarUn beso.
P.D.- La eliminación de mi comentario anterior no se debe a ningún tipo de censura, sino a que se me escapó sin querer, je, je.
Yo no sé a qué teclas doy a veces, que salen los comentarios disparados sin que yo le dé a publicar. Me ha pasado varias veces.
EliminarLa novela me ha encantado, como se aprecia por ese entusiasmo que dices y que es tal cual. La recomiendo, porque es algo distinto y muy gratificante de leer.
Un beso.
Hola Rosa, yo estoy convencida que volver al pasado no sirve de nada, si fue doloroso vuelve a dolerte, si fue feliz, te causa dolor también porque el presente igual no es tan luminoso como ese pasado, en fin, que suele causar más mal que bien, pero como a ti, a mí también me gusta indagar sobre el pasado de los otros sobre todo si lo hace tan bien como Pero Petterson, autor que tampoco conocía y que me llevo apuntada. Besos.
ResponderEliminarPues veo que tenemos la misma idea acerca del pasado. Siempre duele, o por repetición o por contraste, por lo que no nos gusta volver a él. Y como tú, también adoro meterme en el de los personajes de las novelas. En este caso además te libera de esa soledad buscada por el protagonista, pero que al lector, al menos a esta lectora, le puede agobiar. Un autor y una novela sumamente recomendables.
EliminarUn beso.
Querida Rosa, te leo y pienso en un libro que leí el pasado mes de septiembre, lo que cuentas acerca de "Salir a robar caballos" me lo recuerda... sé que ya sabes de qué libro te hablo, ja, ja, ja
ResponderEliminarSí, "La última cabaña" de Yolanda Regidor que leí por sugerencia de Marian, un libro que me gustó muchísimo.
No he leído, ni conocía a Per Petterson, entiendo la claustrofobia que te producen este tipo de historias en las que una persona vive sola y rodeada de la naturaleza, a veces yo también la he experimentado, pero no siempre, en mi caso depende mucho de la prosa del autor.
Genial que al final has logrado disfrutar de este libro, se nota, una reseña muy sentida.
Y sí, creo que todos tenemos rupturas en nuestra vida que no son fáciles de superar. Lo importante es lo que viene después y el aprendizaje que nos llevamos.
Te cuento que la editorial me encanta, he leído a varios autores que han publicado con Asteroide y hasta el momento, creo que todos me han gustado.
Me llevo sin duda a Per Petterson con su "Salir a robar caballos", las lecturas pausadas, descriptivas y emotivas suelen cautivarme. Ya te contaré ;)
Besos.
Cuando estaba leyendo este libro recordaba otro reseñado por Marian que descarté porque era de una mujer sola en una cabaña. Pensé que igual que me gustaba Salir a robar caballos podría gustarme el reseñado por Marian. Lo malo es que no recordaba título ni autora. Pero Marian me lo recordó más arriba en su comentario y ya lo tengo anotado. En efecto, era La última cabaña. Como bien dices, al final la sensación que deja un libro, más que de lo que cuenta depende de cómo se cuenta y por eso, voy a ver si me dejo de prejuicios. Hay libros como éste que nunca hubiera leído si no me lo hubieran regalado. De leer la sinopsis yo nunca lo hubiera comprado.
EliminarUn beso.
¡Hola, Rosa! Pues me has despertado el interés en esta novela. Me ha llamado la atención cómo destacas la manera de narrar del autor, sobre todo en la descripción de paisajes, de tareas y esa clase de cosas que, en principio, pueden resultar tediosas al lector, pero que en este caso el autor ha sabido plasmarlas de una manera atrapante. Sin duda, una de esas novelas que habrá que leer y aprender del estilo del escritor. Un abrazo!
ResponderEliminarPues puede ser interesante indagar en su forma de narrar porque, en efecto, sus descripciones de cosas que en principio pueden resultar tediosas y romper el ritmo resultan tan entretenidas y apasionantes como el resto de la historia. No lo conocía de nada, pero hay que reconocer que me ha ganado totalmente.
EliminarUn beso.