"Soleá" Jean-Claude Izzo
«Esto es una novela. Nada de lo que en ella se cuenta, ha sucedido. Pero como me es imposible permanecer indiferente ante la lectura diaria de los periódicos, mi historia acaba tomando a la fuerza los caminos de lo real. Al fin y al cabo, todo ocurre en la realidad. Y el horror, en la realidad, supera —y con mucho— cualquier ficción imaginable. En cuanto a Marsella, mi ciudad, siempre a medio camino entre la tragedia y la luz, se hace eco de lo que nos amenaza»"
No he podido resistirme a empezar con estas palabras del propio Izzo al comienzo de la novela. Lo que cuenta en su novela es ficticio. Montale no existe. Solo es un personaje colocado, con otros personajes, en un escenario real que se vuelve también ficticio por cuanto en él se mueven seres imaginarios. Los hechos contados no han sucedido. No existe una periodista llamada Babette investigando a la mafia marsellesa y, sin embargo, todo lo relatado se asemeja tanto a la realidad que nos causa un escalofrío, nos produce un acceso de asco saber que todo ello sucede a nuestro alrededor, lo escuchamos en cada noticioso, nos golpea desde cada periódico.
En "Solea", Fabio Montale, como todo héroe clásico, lucha contra los gigantes convertidos en molinos o contra molinos convertidos en gigantes. No puede hacer otra cosa. Se juega demasiado y la única forma de ganar es enfrentando los hechos de cara y sin coraza. "La vida apestaba a muerte.
Tenía eso en la cabeza, ayer por la tarde, cuando entré donde Hassan, en el Bar des Maraichers. No se trataba de una de esas ideas que a veces te pasan por la mente, no: realmente olía la muerte a mi alrededor".
A Fabio le quedan pocas cosas tras los abandonos que lo han ido despojando y de los que hemos sido testigos en las dos novelas anteriores de la trilogía. Algún amigo de la época de Manu y Ugo, nunca tan cercano, nunca tan entrañable; algún amor de antes de Lole o de después de Lole o a la vez que Lole, siempre Lole desde que puede recordar. Y, como no, Honorina y Fonfon, alimentando su cuerpo, queriendo su alma, atenuando sus penas, llevando a su vida el calor de una madre, el cuidado de un padre, la ternura de esos amigos ya algo mayores que toleran como amigos y temen como padres.
Y le queda, por supuesto el mar, la mar que le regaló su padre, donde encuentra consuelo y donde vierte toda su basura, no la real, sino la mucho más peligrosa basura de su alma, la que acumula a base de golpes y traiciones y desesperación, injusticia y decepción. La mar y su barco.
Eso es lo que le queda a Fabio, y su casa y sus poetas y su música y su botella de Lagavulin. Y las tardes o noches en el bar de Hassan donde se encuentra a gusto porque en ese bar se mezcla la gente de todos los colores, sexo, religión, edad o clase social. "El que iba allí a beberse el pastis podías estar seguro de que ni votaba al Frente Nacional ni le había votado nunca. Ni siquiera una vez en su vida, como algunos que yo conocía. Aquí, en este bar, todo el mundo tenía muy claro por qué era de Marsella y no de otro lugar, por qué vivía en Marsella y no en otro sitio. La amistad que flotaba allí, entre los vapores del anís, cabía en un intercambio de miradas. Las del exilio de nuestros padres. Y era tranquilizador. No teníamos nada que perder, puesto que ya lo habíamos perdido todo".
Pero Fabio está a punto de aprender que, por mucho que hayas perdido, nunca lo has perdido todo, y lo que él conserva, lo que aún le queda del desahucio, está a punto de desaparecer, y no puede consentirlo porque son amigos, amantes, restos del naufragio, porque aunque piense como Lole que uno tiene derecho a morir y a hacer algo grande de su muerte, su vida es lo menos valioso de lo que ahora puede perder.
A pesar de estar escrita en 1998, algunas de las reflexiones resultan de una actualidad estremecedora (¿Es que siempre es todo lo mismo? ¿Nada cambia nunca? ?¿Nada cambiará?) Con otros matices, con otras características, de otras maneras, los poderosos siempre se alían para salirse con la suya y ser cada vez más poderosos, y no hay poder humano ni divino que consiga revertir esta triste realidad. "Consecuencia de la evasión fiscal, la acumulación en los paraísos fiscales de enormes reservas de capitales pertenecientes a grandes sociedades es también responsable del crecimiento del déficit presupuestario de la mayoría de los países occidentales".
"Existe —seguía escribiendo Babette— una estrecha relación entre la deuda mundial, el comercio ilegal y el blanqueo de dinero. Desde la crisis de la deuda a principios de los años ochenta, el precio de las materias primas se ha hundido, lo que ha traído como consecuencia la caída dramática de los países en vías de desarrollo".
Esta es la última novela de la "Trilogía de Marsella". La muerte del autor poco más de un año después de publicarse "Solea" hizo que, esta sí, se quedara en trilogía.
Jean Claude Izzo tiene mucho en común con Fabio Montale. Su padre, nacido en Italia, emigró a Marsella en 1929 con quince años. Su madre, de padres españoles, nació en Marsella, en el barrio de Le Panier, uno de los más nombrados y visitados por Fabio, donde nació el personaje ficticio y donde vivió un par de años, antes de trasladarse a la Capellette, y donde años después conocería a sus mejores amigos. "Nuestra amistad con Manu había empezado así, a puñetazos. En la calle Refuge, en el Panier".
Al igual que Fabio, Izzo hizo su servicio militar en Toulon y después en Yibuti.
Al igual que Fabio, Izzo es un enamorado de Marsella, de su mestizaje, de su cobijo al exilio, de sus paisajes y barrios. "Es imposible entender Marsella si su luz te resulta indiferente". Y es que Fabio Montale es a Marsella lo que Pepe Carvalho, en quien Izzo reconoce haberse inspirado, es a Barcelona: el emisario y eco de su miseria y de su grandeza.
La Trilogía de Marsella se encuadra en el néo-polar, la novela negra francesa surgida en los años setenta por autores, generalmente de extrema izquierda, que ponen de manifiesto en sus obras una denuncia social que lo comprende todo: lo sucedido en Argelia, las corruptelas políticas, la mafia, la droga, el fundamentalismo religioso, la inmigración... y todo ello de forma violenta y sin concesiones, ambientado en los suburbios urbanos de los que son buena muestra las cités marsellesas de las novelas de Izzo.
Jean-Claude Izzo es sobre todo poeta y periodista, aunque sea más conocido por sus novelas de las que, aparte de la trilogía de Marsella, tiene otras dos; "Los marineros perdidos" y "El sol de los muertos".
Su obra quedó interrumpida sine die cuando un cáncer de pulmón terminó con ella, y con la vida del autor, el 26 de enero de 2000 dejándola inacabada para siempre. Tenía cincuenta y cuatro años. Marsella llora por él.
No he podido resistirme a empezar con estas palabras del propio Izzo al comienzo de la novela. Lo que cuenta en su novela es ficticio. Montale no existe. Solo es un personaje colocado, con otros personajes, en un escenario real que se vuelve también ficticio por cuanto en él se mueven seres imaginarios. Los hechos contados no han sucedido. No existe una periodista llamada Babette investigando a la mafia marsellesa y, sin embargo, todo lo relatado se asemeja tanto a la realidad que nos causa un escalofrío, nos produce un acceso de asco saber que todo ello sucede a nuestro alrededor, lo escuchamos en cada noticioso, nos golpea desde cada periódico.
En "Solea", Fabio Montale, como todo héroe clásico, lucha contra los gigantes convertidos en molinos o contra molinos convertidos en gigantes. No puede hacer otra cosa. Se juega demasiado y la única forma de ganar es enfrentando los hechos de cara y sin coraza. "La vida apestaba a muerte.
Tenía eso en la cabeza, ayer por la tarde, cuando entré donde Hassan, en el Bar des Maraichers. No se trataba de una de esas ideas que a veces te pasan por la mente, no: realmente olía la muerte a mi alrededor".
A Fabio le quedan pocas cosas tras los abandonos que lo han ido despojando y de los que hemos sido testigos en las dos novelas anteriores de la trilogía. Algún amigo de la época de Manu y Ugo, nunca tan cercano, nunca tan entrañable; algún amor de antes de Lole o de después de Lole o a la vez que Lole, siempre Lole desde que puede recordar. Y, como no, Honorina y Fonfon, alimentando su cuerpo, queriendo su alma, atenuando sus penas, llevando a su vida el calor de una madre, el cuidado de un padre, la ternura de esos amigos ya algo mayores que toleran como amigos y temen como padres.
Y le queda, por supuesto el mar, la mar que le regaló su padre, donde encuentra consuelo y donde vierte toda su basura, no la real, sino la mucho más peligrosa basura de su alma, la que acumula a base de golpes y traiciones y desesperación, injusticia y decepción. La mar y su barco.
Eso es lo que le queda a Fabio, y su casa y sus poetas y su música y su botella de Lagavulin. Y las tardes o noches en el bar de Hassan donde se encuentra a gusto porque en ese bar se mezcla la gente de todos los colores, sexo, religión, edad o clase social. "El que iba allí a beberse el pastis podías estar seguro de que ni votaba al Frente Nacional ni le había votado nunca. Ni siquiera una vez en su vida, como algunos que yo conocía. Aquí, en este bar, todo el mundo tenía muy claro por qué era de Marsella y no de otro lugar, por qué vivía en Marsella y no en otro sitio. La amistad que flotaba allí, entre los vapores del anís, cabía en un intercambio de miradas. Las del exilio de nuestros padres. Y era tranquilizador. No teníamos nada que perder, puesto que ya lo habíamos perdido todo".
Pero Fabio está a punto de aprender que, por mucho que hayas perdido, nunca lo has perdido todo, y lo que él conserva, lo que aún le queda del desahucio, está a punto de desaparecer, y no puede consentirlo porque son amigos, amantes, restos del naufragio, porque aunque piense como Lole que uno tiene derecho a morir y a hacer algo grande de su muerte, su vida es lo menos valioso de lo que ahora puede perder.
A pesar de estar escrita en 1998, algunas de las reflexiones resultan de una actualidad estremecedora (¿Es que siempre es todo lo mismo? ¿Nada cambia nunca? ?¿Nada cambiará?) Con otros matices, con otras características, de otras maneras, los poderosos siempre se alían para salirse con la suya y ser cada vez más poderosos, y no hay poder humano ni divino que consiga revertir esta triste realidad. "Consecuencia de la evasión fiscal, la acumulación en los paraísos fiscales de enormes reservas de capitales pertenecientes a grandes sociedades es también responsable del crecimiento del déficit presupuestario de la mayoría de los países occidentales".
"Existe —seguía escribiendo Babette— una estrecha relación entre la deuda mundial, el comercio ilegal y el blanqueo de dinero. Desde la crisis de la deuda a principios de los años ochenta, el precio de las materias primas se ha hundido, lo que ha traído como consecuencia la caída dramática de los países en vías de desarrollo".
Esta es la última novela de la "Trilogía de Marsella". La muerte del autor poco más de un año después de publicarse "Solea" hizo que, esta sí, se quedara en trilogía.
Jean Claude Izzo |
Jean Claude Izzo tiene mucho en común con Fabio Montale. Su padre, nacido en Italia, emigró a Marsella en 1929 con quince años. Su madre, de padres españoles, nació en Marsella, en el barrio de Le Panier, uno de los más nombrados y visitados por Fabio, donde nació el personaje ficticio y donde vivió un par de años, antes de trasladarse a la Capellette, y donde años después conocería a sus mejores amigos. "Nuestra amistad con Manu había empezado así, a puñetazos. En la calle Refuge, en el Panier".
Al igual que Fabio, Izzo hizo su servicio militar en Toulon y después en Yibuti.
Al igual que Fabio, Izzo es un enamorado de Marsella, de su mestizaje, de su cobijo al exilio, de sus paisajes y barrios. "Es imposible entender Marsella si su luz te resulta indiferente". Y es que Fabio Montale es a Marsella lo que Pepe Carvalho, en quien Izzo reconoce haberse inspirado, es a Barcelona: el emisario y eco de su miseria y de su grandeza.
La Trilogía de Marsella se encuadra en el néo-polar, la novela negra francesa surgida en los años setenta por autores, generalmente de extrema izquierda, que ponen de manifiesto en sus obras una denuncia social que lo comprende todo: lo sucedido en Argelia, las corruptelas políticas, la mafia, la droga, el fundamentalismo religioso, la inmigración... y todo ello de forma violenta y sin concesiones, ambientado en los suburbios urbanos de los que son buena muestra las cités marsellesas de las novelas de Izzo.
Jean-Claude Izzo es sobre todo poeta y periodista, aunque sea más conocido por sus novelas de las que, aparte de la trilogía de Marsella, tiene otras dos; "Los marineros perdidos" y "El sol de los muertos".
Su obra quedó interrumpida sine die cuando un cáncer de pulmón terminó con ella, y con la vida del autor, el 26 de enero de 2000 dejándola inacabada para siempre. Tenía cincuenta y cuatro años. Marsella llora por él.
Qué pena que nos dejara tan joven.
ResponderEliminarMe dejas con muchas ganas de leer la trilogía entera, eres única con las reseñas.
Besos.
Una verdadera pena porque no quiero ni imaginar lo que podría haber seguido escribiendo tal y como han evolucionado ciertas situaciones. Él se libró de verlo y nosotros de saber lo que él hubiera pensado y de qué fantástica manera lo habría analizado. Hasta cierto punto, él ganó.
EliminarUn beso.
No conocía para nada a este autor, pero veo que se suma a esa lista negra de escritores que abandonan la vida, y con ella, la promesa de seguir escribiendo obras que nos dejan paralizados. Supongo que la mejor manera de homenajearlos es mantener el recuerdo de su talento vivo a través de la lectura.
ResponderEliminarMe ha encantado la reseña, así que me apunto esta novela de ficción y realidad.
Besos, Rosa.
Yo te recomendaría que empieces por la primera, "Total Khéops" así verás mejor la historia de Fabio Montale y de donde sale. Luego ya, si te apetece, puedes leer el resto.
EliminarUna vez han muerto la mejor manera de homenajearlos, como dices, es leer sus novelas. Lo que me produce mucha ansiedad es saber que ya no habrá más.
Un beso.
Esta me la voy a saltar, tengo ya preparado el del internado, cuando termine un "feed-back" de una novela aún sin publicar que me han pasado me pondré con Vales.
ResponderEliminarBesos.
Pues espero que disfrutes con ambas, la inédita y "El internado de Neuwelke". No gustándote la novela negra, haces bien en no leer esta, bastante se acumula solo con lo que apetece mucho.
EliminarUn beso.
Ahora mismo no quiero adentrarme en ninguna saga más, ni trilogías, ni series porque tengo demasiadas abiertas. Besos y gracias por tu recomendación
ResponderEliminarLo mismo me pasa a mí, pero aún siguen apareciendo muchas que me atraen. Tengo dos series americanas bastante buenas paradas hace un par de años y las quiero retomar, pero viene lo nuevo... Un desastre.
EliminarUn beso.
De momento lo dejo pasar. Tengo tanto pendiente que no quiero meterme en nuevas sagas.
ResponderEliminarUn beso ;)
Lo entiendo. Así andamos todos. Gracias por visitarme y bienvenida al blog.
EliminarUn beso.
No he leído ninguno de sus libros, lo tendré en cuenta si cae en mis manos.
ResponderEliminarBesos
Si te gusta la novela negra y social (si es que pueden separarse), esta trilogía te encantará.
EliminarUn beso.
Hola Rosa,
ResponderEliminarNo suelen gustarme las trilogías, (es un problema personal) la ansia por saber como termina la historia, no me permite disfrutar de la lectura como se merece, pero con esta magnifica reseña dan ganas de que caiga en las manos y no soltarlo.
Besos.
A mí, por lo general, me gustan las series (ya pocas se quedan en trilogía).
EliminarEstá es especialmente buena y muy recomendable.
Un beso.
Es una trilogía y la verdad tengo una lista muy amplia pendiente, uf, de modo que la tengo en cuenta, ya que después de leer tú reseña resulta interesante. besos. TERE.
ResponderEliminarAsí andamos todos, Tere.
EliminarSi te animas, te recomiendo empezar por la primera de la trilogía, "Total Khéops".
Un beso.
Pues sí, Rosa, siempre se repite lo mismo, porque ni aprendemos ni nos molestamos en aprender.
ResponderEliminarMe ha gustado la reseña, todo lo que intuyo tras ella. Sabes que no soy muy de novela negra pero sí suele gustarme la literatura francesa. Además, me da que esta novela no se queda sólo en la trama negra sino que conlleva mucho trasfondo. Veo que forma parte de una trilogía. Indagaré sobre los anteriores libros.
Besos
Realmente una de las características de la novela negra, es su capacidad para mostrar y criticar la realidad social. Eso es especialmente notable en esta trilogía.
EliminarTengo reseña de las dos anteriores "Total Khéops" y "Chourmo". Por si te apetece indagar.
Un beso.
Me ha gustado mucho tu entrada. Me la apunto, aunque tengo tantísimo por leer que no sé cuándo podré. Un besito guapa
ResponderEliminarEs una trilogía buenísima, pero te recomendaría empezar por la primera "Total Khéops".
EliminarNovela negra, social (como toda la novela negra, por otra parte) de un enamorado de Marsella y de la diversidad. Imprescindible.
Un beso.