"El final del ave fénix" Marta Querol
"¡Tú tienes la culpa de todo! ¡Maldita niña! ¡Tú! ¿Por qué tuviste que nacer? Yo era tan joven…, tan bonita…". No son estas palabras, al fin y al cabo no son más que palabras y en momentos de enfado todos hemos pronunciado palabras injustas, palabras que no se ajustaban a la realidad; no son las palabras digo, sino los sentimientos que transmiten, lo que ha determinado la vida de Elena. Y es que en ese caso, las palabras no son fruto de un momento de ofuscación o de ira, sino de los verdaderos sentimientos de su madre desde que ella nació. ¿Que puede anidar en el interior de una persona que se ha visto olvidada, cuando no rechazada, por la persona que primero y en mayor medida se debe ocupar de ella? ¿Cómo se desarrolla la personalidad de quien así se ve agredido por la vida desde que abre los ojos a ella? ¿Predomina la genética o el abandono y el resentimiento? Todas esas preguntas me voy haciendo a medida que me introduzco en la vida de Elena, ya un poco avanzada la novela, porque además el olvido, el abandono y el resentimiento (nunca abandono total; siempre hubo alrededor de la niña todo tipo de bienes materiales y personas que se ocupaban de ella) no son lo peor a lo que Elena, desde muy pequeña, se verá sometida por parte de su madre.
Pero la novela empieza mucho antes. O mucho después, porque empieza con un prólogo en el que vemos a Elena, la niña desairada por su madre, ya anciana en su lecho de muerte. Está acompañada también por su hija. Es el final de la tremenda lucha de seis años que ambas, juntas, le han declarado al cáncer y que empezó en 1997. Tampoco las relaciones entre Elena y su hija Lucía han sido muy buenas, pero la enfermedad las ha unido.
Tras el prólogo, comienza la historia con un salto hacia atrás considerable. "El 2 de noviembre de 1934 comenzaron los dolores de parto. Ya era hora, pensó Lolo con rabia mientras se agarraba con fuerza el vientre. El 3 de febrero de ese mismo año se había casado con Gerard Lamarc, un joven y apuesto francés, y lo último que hubiese querido era concebir un hijo tan pronto. Dolores contaba diecinueve años, estaba en plena juventud y la noticia del embarazo la pilló por sorpresa". Pero no queda ahí el retroceso temporal porque rápidamente nos iremos más atrás, a 1915 y al nacimiento de Lolo en una familia conservadora y estricta, tan estricta que su padre era un militar "de mano firme y correa suelta". Lolo se quedó huérfana antes de lo que recuerda, pero no es la falta de su madre lo que causa el desapego que más tarde manifestará por su hija, porque su padre tuvo el buen tino de casarse enseguida con una mujer a la que tan solo la identidad genética le faltó para ser la mejor madre del mundo quedando así tan solo en la mejor madrastra del mundo.
También sería criado por una buena madrastra Carlos Company que, mientras Elena nacía en Alicante, contaba con algo más de dos años y era recuperado por su padre de casa de los tíos que lo habían atendido tras la muerte de su madre. Vuelto a casar el padre, había decidido juntar de nuevo a sus cuatro hijos en la casa familiar de Valencia.
Y así irá avanzando la novela contando paralelamente las vidas de Elena y de Carlos. Elena es hija de una familia próspera, cuya abuela paterna había montado una empresa de lencería infantil, Manufacturas Lamarc, en la que su hijo, Gerard trabajaba y de la que era el único heredero. Carlos, en cambio, procede de una familia trabajadora. Su padre, José Luis Company, "tenía un pequeño negocio de venta de máquinas de coser que daba para mantenerlos a todos con dignidad". Pero con el golpe de estado del 18 de julio de 1936, el negocio se fue a pique, tuvieron que cambiar de casa, los hijos mayores tuvieron que buscar trabajo y Carlos quedó un poco abandonado a su libre albedrío. "En 1937 ya había comenzado a ir al colegio, pero en cuanto salía de clase se iba con los amigos a jugar en la calle o en las vías del tren. Al poco tiempo, las actividades escolares cesaron y su vida, cuando las alarmas antiaéreas y los bombardeos lo permitían, se trasladó casi por completo a la calle". Tenía, si las cuentas no me fallan, unos seis años. En su deambular por las vías del tren, una tarde de 1938, sería testigo de una escena que muchos años después, aun lo perseguiría.
Elena crece rodeada de comodidades y lujos, pero también del desinterés de sus padres. Solo su madre se ocupaba de ella para hacerla cómplice de sus frustraciones ante las infidelidades del marido. Desde muy pequeña es obligada a acompañar a Lolo cuando, histérica, persigue a Gerard para descubrir sus mentiras y, lo que es peor aún, sus verdades. Desde pequeña se siente fea y gorda y su madre no escatima reproches al respecto ni la menor oportunidad de recordarle su poco atractivo aspecto.
"—Elena, ¿te gusta este traje?
—Es muy bonito, mamá.
—Te he dicho mil veces que no me llames mamá —le recriminó con un leve zarandeo—. No sé si te vendrá. Deberíamos ponerte a dieta. Pruébatelo y saldremos de dudas.
—Pero parece muy caro…
—No seas ordinaria. ¿Desde cuándo me ha preocupado eso? Ve a probártelo y no digas más tonterías".
Elena solo podía sucumbir o endurecerse. Eligió endurecerse para mantenerse viva, pero le costó. Le costó lágrimas, le costó llegar casi al fondo para tener un sustrato sobre el que darse impulso para salir reforzada a la superficie.
Elena será una mujer fuerte, independiente, adelantada a su época, y no obstante las diferencias se verá padeciendo episodios similares a los de su madre, cometiendo errores semejantes, y yo me pregunto de nuevo si es la genética o lo que hemos visto desde que nacemos, pero se da muchas veces, lo hemos visto en películas y novelas, incluso lo hemos padecido en persona. Nos vemos cometiendo actos que deploramos, repitiendo palabras que nos dañaron, cayendo en errores y comportamientos que repudiamos. No sé si es ley de vida o la fuerza de la costumbre o la maldición, evitable solo a veces y solo con gran esfuerzo, de la genética. Pero el hecho es que sucede. Lo he visto en mí con espanto y lo he visto en otras personas.
Carlos y Elena se terminarán encontrando, como no podía ser de otra manera. Irá avanzando la historia y también la Historia, pero no quiero desvelar nada más. Ni siquiera yo sé muy bien cómo terminan las peripecias de los Lamarc, porque "El final del Ave Fénix" es tan solo la primera parte de La trilogía de los Lamarc que abarca la historia del último siglo, en España sobre todo pero también fuera de España, contada a través de la familia Lamarc.
"El final del Ave Fénix" quedó entre los diez finalistas al Premio Planeta en 2007, Según declaraciones de la autora al blog Un lector indiscreto, de Francisco Portela, que fue quien me dio a conocer la obra, al terminar la trilogía "Estaba emocionada, las últimas páginas me arrancaron una lágrima con muchos significados. Tenía la sensación de haber hecho un buen trabajo y de que por fin había acabado lo que me propuse en 2006. También me quedé con un enorme vacío. Fue todo muy intenso".
"El final del Ave Fénix" nos cuenta la historia de los Lamarc desde 1915, cuando nace Dolores, hasta finales de los años sesenta o tal vez, principios de los setenta. No obstante, el epílogo, nos traslada de nuevo al siglo XXI, al momento de la muerte de Elena que ya había sido el motivo del prólogo y que nos es contado por su hija Lucía.
Pero la novela empieza mucho antes. O mucho después, porque empieza con un prólogo en el que vemos a Elena, la niña desairada por su madre, ya anciana en su lecho de muerte. Está acompañada también por su hija. Es el final de la tremenda lucha de seis años que ambas, juntas, le han declarado al cáncer y que empezó en 1997. Tampoco las relaciones entre Elena y su hija Lucía han sido muy buenas, pero la enfermedad las ha unido.
Tras el prólogo, comienza la historia con un salto hacia atrás considerable. "El 2 de noviembre de 1934 comenzaron los dolores de parto. Ya era hora, pensó Lolo con rabia mientras se agarraba con fuerza el vientre. El 3 de febrero de ese mismo año se había casado con Gerard Lamarc, un joven y apuesto francés, y lo último que hubiese querido era concebir un hijo tan pronto. Dolores contaba diecinueve años, estaba en plena juventud y la noticia del embarazo la pilló por sorpresa". Pero no queda ahí el retroceso temporal porque rápidamente nos iremos más atrás, a 1915 y al nacimiento de Lolo en una familia conservadora y estricta, tan estricta que su padre era un militar "de mano firme y correa suelta". Lolo se quedó huérfana antes de lo que recuerda, pero no es la falta de su madre lo que causa el desapego que más tarde manifestará por su hija, porque su padre tuvo el buen tino de casarse enseguida con una mujer a la que tan solo la identidad genética le faltó para ser la mejor madre del mundo quedando así tan solo en la mejor madrastra del mundo.
También sería criado por una buena madrastra Carlos Company que, mientras Elena nacía en Alicante, contaba con algo más de dos años y era recuperado por su padre de casa de los tíos que lo habían atendido tras la muerte de su madre. Vuelto a casar el padre, había decidido juntar de nuevo a sus cuatro hijos en la casa familiar de Valencia.
Y así irá avanzando la novela contando paralelamente las vidas de Elena y de Carlos. Elena es hija de una familia próspera, cuya abuela paterna había montado una empresa de lencería infantil, Manufacturas Lamarc, en la que su hijo, Gerard trabajaba y de la que era el único heredero. Carlos, en cambio, procede de una familia trabajadora. Su padre, José Luis Company, "tenía un pequeño negocio de venta de máquinas de coser que daba para mantenerlos a todos con dignidad". Pero con el golpe de estado del 18 de julio de 1936, el negocio se fue a pique, tuvieron que cambiar de casa, los hijos mayores tuvieron que buscar trabajo y Carlos quedó un poco abandonado a su libre albedrío. "En 1937 ya había comenzado a ir al colegio, pero en cuanto salía de clase se iba con los amigos a jugar en la calle o en las vías del tren. Al poco tiempo, las actividades escolares cesaron y su vida, cuando las alarmas antiaéreas y los bombardeos lo permitían, se trasladó casi por completo a la calle". Tenía, si las cuentas no me fallan, unos seis años. En su deambular por las vías del tren, una tarde de 1938, sería testigo de una escena que muchos años después, aun lo perseguiría.
Elena crece rodeada de comodidades y lujos, pero también del desinterés de sus padres. Solo su madre se ocupaba de ella para hacerla cómplice de sus frustraciones ante las infidelidades del marido. Desde muy pequeña es obligada a acompañar a Lolo cuando, histérica, persigue a Gerard para descubrir sus mentiras y, lo que es peor aún, sus verdades. Desde pequeña se siente fea y gorda y su madre no escatima reproches al respecto ni la menor oportunidad de recordarle su poco atractivo aspecto.
"—Elena, ¿te gusta este traje?
—Es muy bonito, mamá.
—Te he dicho mil veces que no me llames mamá —le recriminó con un leve zarandeo—. No sé si te vendrá. Deberíamos ponerte a dieta. Pruébatelo y saldremos de dudas.
—Pero parece muy caro…
—No seas ordinaria. ¿Desde cuándo me ha preocupado eso? Ve a probártelo y no digas más tonterías".
Elena solo podía sucumbir o endurecerse. Eligió endurecerse para mantenerse viva, pero le costó. Le costó lágrimas, le costó llegar casi al fondo para tener un sustrato sobre el que darse impulso para salir reforzada a la superficie.
Elena será una mujer fuerte, independiente, adelantada a su época, y no obstante las diferencias se verá padeciendo episodios similares a los de su madre, cometiendo errores semejantes, y yo me pregunto de nuevo si es la genética o lo que hemos visto desde que nacemos, pero se da muchas veces, lo hemos visto en películas y novelas, incluso lo hemos padecido en persona. Nos vemos cometiendo actos que deploramos, repitiendo palabras que nos dañaron, cayendo en errores y comportamientos que repudiamos. No sé si es ley de vida o la fuerza de la costumbre o la maldición, evitable solo a veces y solo con gran esfuerzo, de la genética. Pero el hecho es que sucede. Lo he visto en mí con espanto y lo he visto en otras personas.
Marta Querol |
"El final del Ave Fénix" quedó entre los diez finalistas al Premio Planeta en 2007, Según declaraciones de la autora al blog Un lector indiscreto, de Francisco Portela, que fue quien me dio a conocer la obra, al terminar la trilogía "Estaba emocionada, las últimas páginas me arrancaron una lágrima con muchos significados. Tenía la sensación de haber hecho un buen trabajo y de que por fin había acabado lo que me propuse en 2006. También me quedé con un enorme vacío. Fue todo muy intenso".
"El final del Ave Fénix" nos cuenta la historia de los Lamarc desde 1915, cuando nace Dolores, hasta finales de los años sesenta o tal vez, principios de los setenta. No obstante, el epílogo, nos traslada de nuevo al siglo XXI, al momento de la muerte de Elena que ya había sido el motivo del prólogo y que nos es contado por su hija Lucía.
Es una novela muy bien narrada y muy bien ambientada. Lo es en las partes puramente de ficción, pero también en los hechos históricos como la riada de 1957 en Valencia que supuso el desvío del río Turia sacando su cauce del centro de Valencia. Se ve una labor importante de documentación por parte de Marta Querol. Valencia, como escenario principal, actúa como un personaje más de la novela dibujado con cuidado y pericia como lo están también los personajes de carne y hueso que, muy cuidados en sus descripciones y en sus formas de actuar y reaccionar, dan lugar a seres compactos con personalidades bien definidas.
He disfrutado mucho con esta novela y seguiré leyendo la trilogía. Quiero saber qué pasó con Elena desde que termina el último capítulo hasta que muere en el epílogo. Quiero ver cómo y por qué se distancia de su hija. Seguiré leyendo las peripecias de los Lamarc. Y contando lo que me depare.
Título del libro: El final del ave fénix
Autora: Marta Querol
Editorial: Ediciones B
Año de publicación: 2012
Año de publicación original: 2008
Nº de páginas: 528
Leí la trilogía entre 2013 y 2016 y me gustaron muchísimo los tres libros. Recuerdo a los personajes con mucho cariño. Besos.
ResponderEliminarYo leeré en breve los dos que me faltan. Lo que pasa es que me gusta también dejar un tiempo entre ellos, como veo que hiciste tú.
EliminarUn beso.
Hola Rosa, querida como toca esta reseña. Como nos quedamos con lo que nos acaricia las marcas de las heridas. Me quedo con que una frase "lo injusto nunca se ajusta a la realidad" y quiero pensar que no es de todo cierta. Me quedo con esa agresión por la vida, y quiero pensar que no es genético. La supervivencia debe regalar fortaleza. Sí que hay una predisposición a "copiar" (y no son las hélices de ADN) hábitos, costumbres; está en nuestra mente, en nuestra memoria, la hemos mamado. Me quedo con esas madres que cargan a sus hijas con sus frustraciones, padres y madres. Reitero "lo injusto nunca se ajusta". Interesante reseña. Leo y aprendo. Besos mil.
ResponderEliminarlas "palabras injustas, palabras que no se ajustaban" puede parecer una reiteración pero está puesta a propio intento. A veces me gusta jugar con las palabras aunque a alguien le pueda parecer un error o, como digo, una reiteración. Desgraciadamente lo injusto, muchas veces, se ajusta a la realidad.
EliminarYo tiendo mucho a creer en la genética. No voy a despreciar la influencia del ambiente, que se da en gran medida, pero la forma de responder al ambiente depende de la genética y creo que, invariablemente, esta suele triunfar. La agresión que sufre Elena no es genética, pero puede que su imposibilidad para llevarse bien con su propia hija, más adelante, sí que sea genética y le pase como a su madre. Muchas cosas hay en esta novela que llevan a la reflexión. Y muchas también en tu comentario que te agradezco.
Un beso.
Hola Rosa, tengo tantas trilogias empezadas que no se si animarme con esta, por tu reseña merece la pena, así que la apunto y luego veremos. Besinos.
ResponderEliminarYo leo sobre todo series policíacas. Siempre me han gustado mucho las trilogías, aun antes de que se pusieran de moda en lo negro y criminal. He leído muchas: la de Baroja, la de Arturo Barea, la de Sender, la de Gironella... esas que recuerde ahora. Hacía mucho que no me enfrentaba a este tipo de lectura salvo en lo policíaco, como digo, pero la tetralogía de "Las dos amigas", que recién terminé, me ha devuelto el gusto por este tipo de lecturas que continua con los Lamarc.
EliminarUn beso.
Me gusta mucho que la novela sea una trilogía, porque a veces estos dramas familiares en libros autoconclusivos me dejan con sensación de querer más. Y más tomando en cuenta que la mayoría de sagas que se sacan son juveniles.
ResponderEliminarDe no ser por tí, no me enteraría que existen estas propuestas, la portada es muy linda aparte de todo. Poco me cuesta meterme en la historia de guerras de otros países, sobre todo las de Europa. No sé por qué ando así últimamente, quiero leer estos géneros drama/históricos.
Es un drama perfectamente encajado en el momento histórico o momentos históricos, más bien, que atraviesa. Y estoy de acuerdo contigo: cuando se trata de relatos familiares, se quiere saber más y está muy bien que se nos den estas trilogías para profundizar en los sucesos de la familia y de sus componentes.
EliminarYo no leo nunca novela juvenil por lo que las únicas series, en mi caso, son las policíacas. Por eso me gustan estas que son distintas y que no frecuento hace mucho tiempo.
Un beso.
Me encantó El final del ave Fénix. Todavía me acuerdo de las espectaculares descripciones que se hacen de la riada de 1957. Muy buena reseña, Rosa, en la que queda claro que has disfrutado con su lectura. Espero que gusten también las otras dos novelas de esta trilogía. Me gustó mucho el trasfondo histórico de la novela, tanto los hechos reales como la adaptación de los ficticios a esa época. Besos.
ResponderEliminarY muchas gracias por la referencia que a la entrevista que le hice en su día a Marta Querol. Me gusta mucho su estilo narrativo y cómo trabaja las historias. Besos.
EliminarMe gustó mucho la novela. Creo que es una crónica muy interesante de una época y de las distintas clases sociales, co los problemas de la familia, de la pareja, etc. En breve seguiré con la trilogía.
EliminarNo podía dejar de mencionarte porque si he conocido la obra y a la autora gracias a ti.
Un beso.
¡Hola! no conocía a esta autora, suena interesante la novela y no tengo tantos autores españoles en la mira (siempre abusando de autores americanos...) ya te sigo desde https://unachicacinefila.blogspot.com/ y si te apetece seguirme te espero a la vuelta. Besos y nos leemos!
ResponderEliminarLa literatura española es algo que siempre tengo en el punto de mira. Siempre me ha gustado mucho la literatura y el cine español.
EliminarVeo que tu blog es de cine. Me pasaré.
Un beso.
Pues estaré atento a tu opinión una vez hayas completado la trilogía. De este modo me aseguraré de que realmente vale la pena en su conjunto. Aunque en este caso lo dudo, a veces se cumple aquello de que segundas partes nunca fueron buenas (y las terceras peor), je,je.
ResponderEliminarEn principio me gustan las historias familiares narradas a través de varias generaciones y si, además, hay un trasfondo histórico real, mucho mejor.
Un beso.
Veo que te fías de mí. No sé si haces bien, ja ja.
EliminarA mí también me gustan las historias familiares en varias generaciones que, además, introducen acontecimientos históricos.
Iré comentando a medida que vaya leyendo el resto de la trilogía.
Un beso.
Quiero conocer esta serie♥
ResponderEliminarMerece la pena. Espero que te guste.
EliminarUn beso.
No he leído nada de esta joven autora, ni tampoco tenía constancia de que "El final del Ave Fenix", hubiese quedado finalista al Premio Planeta del 2007, lo cual me ha despertado cierto interés por conocer esta trilogía, aunque de momento esperaré hasta que nos vayas haciendo nuevas reseñas de los dos siguientes libros sobre esta curiosa saga, que a través de la familia Lamarc, nos va contando la historia del último siglo de nuestro país y la de otra parte de Europa. Aunque nos dices al final, que el epílogo de este primer libro nos traslada de nuevo al siglo actual, que es cuando muere la protagonista, con lo que me imagino que el resto de la trilogía nos explicará lo que ocurrió antes de su fallecimiento y esa culpabilidad que le atribuye a su hija.
ResponderEliminarUn beso.
No fue el finalista definitivo. Quedó entre los diez finalistas.
EliminarInteresante crónica de la España del siglo XX y de la familia Lamarc. No sé cómo resultarán las dos entregas restantes, aunque supongo que bien. Esta primera parte me ha gustado mucho. Os contaré.
Un beso.
Me apunto sin dudar esta novela, o más bien la trilogía entera, ¡me ha parecido un argumento fascinante! Siempre me han gustado las historias familiares contadas con profundidad y desde luego ésta lo es.
ResponderEliminarRespecto a lo que cuentas de las repeticiones de errores o conductas en una misma familia, se me han venido a la cabeza algunas cosas que mi padre encontraba "muy feas" en su madre cuando ya estaba anciana (o quizás desde siempre, porque no era mi abuela precisamente una persona dulce de carácter) y que habiéndoselas él corregido mil veces, empezó a hacerlas también cuando se puso mayor. Nos asombraba que no se diera cuenta, pero así era. De todas mis hermanas la que más se parece en todo a mi padre es la mayor y a veces nos dice: "si me vuelvo de modales tan rudos como papá y la abuela me avisáis, eh?". Realmente curioso.
Una reseña estupenda que despierta las ganas de leer la novela, Rosa. ¡Muchas gracias, Rosa!
Un beso y feliz comienzo de semana.
Lo de la genética lo comentaba justamente por eso que dices. He visto a mi madre criticar muchas cosas de su madre y hermanas mayores y con el tiempo se las he visto repetir una por una y exactamente igual. Y yo misma me veo haciendo cosas que hace ella y que me sacan de quicio. Mi adre era un bendito al que jamás le oí hablar de nadie de forma crítica.
EliminarHa sido todo un descubrimiento con el que espero continuar en breve.
Un beso.
Hola, Rosa.
ResponderEliminarDiría y creo que aprendemos y memorizamos a través de nuestros padres, eso hace que a la larga el reflejo sea el mismo. O por lo menos, yo lo veo así.
Se percibe que es un libro duro, con una historia trágica, lo guardo para un futuro.
Un beso, y feliz semana.
Yo puede que por ser bióloga, siempre le doy mucha importancia a la genética. Sé que el ambiente la moldea, pero la base siempre es la genética. Aunque la buena o la mala educación, o la falta de educación que de todo hay, hacen mucho en los comportamientos.
EliminarEs un libro duro y yo no diría trágico, pero sí de vidas difíciles.
Un beso.
Pues, cuenta, cuenta, así me entero de cómo continúa la historia, pues no me apetece mucho embarcarme en trilogías.
ResponderEliminarRespecto a la genética, la costumbre o la crianza... pues sí, cuántas veces nos encontramos de adultos repitiendo comportamientos que criticábamos en nuestros progenitores.
Besos
Lo que pasa es que cuento poquito. No sé si llegarás a enterarte demasiado, ja ja.
EliminarTodo lo que mi medre le echaba en cara a la suya, ahora lo hace ella con saña y empeño absolutos, y yo ya me veo repitiendo algunos gestos de ella que nunca me han gustado. Y creo que es más bien genética algo lo suficientemente fuerte como para obligarte a hacer y decir cosas que deploras.
Un beso.
Madre mía Rosa me creas necesiddades y me falta tiempo, en esta semana no he leído ni un día, ni uno, ni blogs ni nada.
ResponderEliminarFeliz día.
Yo no soportaría un día sin leer. Si no leo durante el día, cosa rara, leo por la noche pero no recuerdo cuándo fue la última vez que pasé veinticuatro horas sin leer.
EliminarUn beso.