"Subsuelo" Marcelo Luján.
"No fue la noche.
Ni el verano ni el hielo.
Ni los altos árboles que todo lo ven.
No. No fue nada de eso.
Bajo el cielo azul oscuro del valle, las cosas son un poco mágicas para los que vienen de la ciudad.
O tal vez haya sido todo".
Sí, tal vez fue la magia, porque nada supone que la magia tenga que ser buena.
"Subsuelo" es una novela sumamente inquietante; una novela mágica; una historia que a veces tiene reminiscencias de cuento de hadas (tampoco las hadas son siempre buenas): Una casa en un valle, cerca de un pantano, rodeada de un bosque de abedules al que rodean a su vez las montañas; una fiesta de fin de semana entre amigos: parejas adultas adolescentes, el flash de un amor de verano; el flash de unos celos, el flash de unas luces brillantes, demasiado brillantes en la noche negra de verano.
La magia empieza al borde de una piscina donde tres jóvenes, dos chicos y una chica, se refrescan las piernas tras la cena. Porque sí, ya lo hemos dicho, es verano. Toda esta novela transcurre en verano, aunque no sea el mismo verano, con vaqueros cortos, bikinis de colores o lisos, chancletas, bermudas... Los jóvenes se refrescan y dos de ellos tontean con los pies bajo el agua; la chica morena y el chico moreno, se acarician los pies, o él le acaricia los pies a ella con sus pies y ella siente un flash (uno de los primeros flash de esta novela) porque, aunque se conocen desde hace ocho años y pasan juntos todos los veranos en la parcela del valle, nunca se habían fijado uno en otro. Pero ayer el chico moreno la enseñó a conducir por el camino del pantano y tiene tres años más que ella que recién acaba de cumplir los dieciséis y esos pequeños detalles son el flash que está a punto de iniciar la historia y cambiarlo todo, y es que "ellos no lo saben, pero en efecto algo muy importante en sus vidas está a punto de ocurrir. Y en las de sus padres, por supuesto, también".
El otro chico es rubio; no para de hacer vídeos, o de intentarlo, con su móvil. También mata sapos. Es nervioso y colérico. Es el mellizo de la chica morena. Es retorcido y perverso, aunque eso, de momento, solo se intuye levemente. A mí, desde el principio, me resultó siniestro.
En el primer capítulo, se nos describen los hechos de esa noche de verano desde el punto de vista de los tres jóvenes. Está narrado, como toda la novela, mayoritariamente en presente y en tercera persona, pero en esta parte los chicos son los protagonistas; el resto de los personajes aparecen de forma tangencial, vistos por ellos y en relación con ellos.
En el primer capítulo tendrán lugar los acontecimientos que todo lo cambian; el resto de la novela será consecuencia de esos hechos e irá caminando, como una tragedia griega, hacia un desenlace que no tiene alternativa ni remedio porque, como en toda tragedia griega, el destino se tiene que cumplir inexorablemente y se cumplirá como no puede ser de otra manera.
Después del primer capítulo, en ese viaje hacia el destino, saltaremos dos años en el tiempo y sabremos que los mellizos se llaman Fabián y Eva y el chico moreno, Javier. El hermano del chico moreno se llama Ramón. También sabremos más cosas de los padres de los mellizos, Alberto y Mabel. Y sabremos que Ramón tiene una madre que se llama Ana y es muy amiga de Mabel. Su padre ya no vive con ellos pues desde los hechos de hace dos años, Ana y él se han separado. Volvemos a encontrarnos en la parcela del valle a donde nadie ha regresado en esos dos años. Una colonia de hormigas centenaria tiene tomada la parcela desde tiempos inmemoriales; ahora ya se ha convertido en una plaga y desde el subsuelo amenaza la estabilidad. Alberto ha decidido terminar con la colonia que pone en peligro las raíces de los cerezos. A Mabel "le dan igual los cerezos de la parcela. Le dan igual las hormigas negras que se los están comiendo. Le da igual la empresa desinsectadora". Mabel solo quiere mantener a salvo a su hija de lo que pasó hace dos años y mantenerse a salvo de sus recuerdos aun recordando. Porque Mabel no es de este país que, aunque no se menciona yo imagino que es España. Mabel es argentina y, mientras ceba un mate bien cargado y amargo que chupa con la bombilla, contempla el calendario "Dieciseis. Todo el mes de julio ahí, [...] Y el número escorado a la izquierda porque este año también cae lunes, como en 1979. Solo es una coincidencia pero aun así le sorprende. O mejor: no es sorpresa lo que experimenta sino una leve palpitación a la altura de las sienes, constante y abrasiva. Siempre que es dieciséis de julio es, para ella, al menos durante unos minutos, 1979". Dieciséis de julio en Argentina, un frío día de invierno, tan frío como el país helado en su saldo de detenidos, torturados, desaparecidos, muertos; muertos como Guaya y Emilse y Pablo. Muertos de otra vida que abandonó "el día en que se montó en aquel avión con un pasaporte falso que su padre tuvo la inmensa fortuna de conseguir".
Y en el calor de julio, mientras las hormigas centenarias agonizan en el subsuelo, como un reflejo aéreo del que la piscina y el césped fueran el espejo, aquí arriba, sobre la colonia que está próxima a su fin, las vidas de nuestros protagonistas se aproximan a su destino, a un destino inexorable que empezó a gestarse hace dos años, una noche de viernes, el último viernes de agosto, en que cuatro parejas con sus hijos se reunieron para una inocente cena veraniega. Una noche envenenada sobre la que volverá el autor en un penúltimo capítulo en el que nos relatará de nuevo, pero en este caso, desde el punto de vista de los adultos, aquella noche de agosto; desde el punto de vista de las mujeres, amigas desde hace años Mabel y Ana, desconocidas casi Alicia y Sofía. También desde el punto de vista de los hombres que beben aunque quedan más desdibujados. Alberto y Jose, que aún vivía con Ana, innominados los otros.
Los sentimientos y hechos a los que asistimos sobre el subsuelo, por encima de la agonía envenenada de la colonia de hormigas, más aquellos de los que da cuenta el recuerdo son terribles; espantan por su crudeza y crueldad, y prefiguran un final que nada bueno puede traer; un final, como ya he dicho, de tragedia griega, porque las víctimas no siempre se comportan como tales; las afrentas van creando resentimientos y frustraciones que solo se resuelven cuando el precio a cobrarse es total y supera todo el horror y el miedo acumulado a lo largo de los años creando más horror en venganza, aunque, a veces, no todo está tan controlado como creemos.
Mientras todo llega a su fin, una última hormiga, la última superviviente, intenta abandonar los corredores envenenados del subsuelo para caer al agua de la piscina donde morirá al aire libre, fuera del agobiante y tóxico subsuelo, porque como bien sabe Mabel desde hace mucho tiempo, "a nadie le importa dónde aparecen los muertos".
Termino de leer la novela y me doy cuenta de que, aunque a partir de un determinado momento el final se me hizo predecible, la historia tiene magia, aunque sea negra, y está tan bien contada y es tan original, por lo demás, que se le puede perdonar ese final previsible.
Marcelo Luján, argentino establecido en Madrid, obtuvo con "Subsuelo" el Premio Dashiell Hammett en la Semana Negra de Gijón en 2016. Con esta lectura, por tanto, completo los cuatro últimos Premios Dashiell Hammett. Por si os interesa acercaros a este Premio, que cada vez me parece que ofrece más garantía, os dejo los enlaces a mis reseñas de los otros tres de los últimos cuatro años:
"Yo fui Johnny Thunders". Carlos Zanón (2015).
"Madrid: frontera". David Llorente (2017).
"El refugio de los canallas" Juan Bass (2918).
Ni el verano ni el hielo.
Ni los altos árboles que todo lo ven.
No. No fue nada de eso.
Bajo el cielo azul oscuro del valle, las cosas son un poco mágicas para los que vienen de la ciudad.
O tal vez haya sido todo".
Sí, tal vez fue la magia, porque nada supone que la magia tenga que ser buena.
"Subsuelo" es una novela sumamente inquietante; una novela mágica; una historia que a veces tiene reminiscencias de cuento de hadas (tampoco las hadas son siempre buenas): Una casa en un valle, cerca de un pantano, rodeada de un bosque de abedules al que rodean a su vez las montañas; una fiesta de fin de semana entre amigos: parejas adultas adolescentes, el flash de un amor de verano; el flash de unos celos, el flash de unas luces brillantes, demasiado brillantes en la noche negra de verano.
La magia empieza al borde de una piscina donde tres jóvenes, dos chicos y una chica, se refrescan las piernas tras la cena. Porque sí, ya lo hemos dicho, es verano. Toda esta novela transcurre en verano, aunque no sea el mismo verano, con vaqueros cortos, bikinis de colores o lisos, chancletas, bermudas... Los jóvenes se refrescan y dos de ellos tontean con los pies bajo el agua; la chica morena y el chico moreno, se acarician los pies, o él le acaricia los pies a ella con sus pies y ella siente un flash (uno de los primeros flash de esta novela) porque, aunque se conocen desde hace ocho años y pasan juntos todos los veranos en la parcela del valle, nunca se habían fijado uno en otro. Pero ayer el chico moreno la enseñó a conducir por el camino del pantano y tiene tres años más que ella que recién acaba de cumplir los dieciséis y esos pequeños detalles son el flash que está a punto de iniciar la historia y cambiarlo todo, y es que "ellos no lo saben, pero en efecto algo muy importante en sus vidas está a punto de ocurrir. Y en las de sus padres, por supuesto, también".
El otro chico es rubio; no para de hacer vídeos, o de intentarlo, con su móvil. También mata sapos. Es nervioso y colérico. Es el mellizo de la chica morena. Es retorcido y perverso, aunque eso, de momento, solo se intuye levemente. A mí, desde el principio, me resultó siniestro.
En el primer capítulo, se nos describen los hechos de esa noche de verano desde el punto de vista de los tres jóvenes. Está narrado, como toda la novela, mayoritariamente en presente y en tercera persona, pero en esta parte los chicos son los protagonistas; el resto de los personajes aparecen de forma tangencial, vistos por ellos y en relación con ellos.
En el primer capítulo tendrán lugar los acontecimientos que todo lo cambian; el resto de la novela será consecuencia de esos hechos e irá caminando, como una tragedia griega, hacia un desenlace que no tiene alternativa ni remedio porque, como en toda tragedia griega, el destino se tiene que cumplir inexorablemente y se cumplirá como no puede ser de otra manera.
Después del primer capítulo, en ese viaje hacia el destino, saltaremos dos años en el tiempo y sabremos que los mellizos se llaman Fabián y Eva y el chico moreno, Javier. El hermano del chico moreno se llama Ramón. También sabremos más cosas de los padres de los mellizos, Alberto y Mabel. Y sabremos que Ramón tiene una madre que se llama Ana y es muy amiga de Mabel. Su padre ya no vive con ellos pues desde los hechos de hace dos años, Ana y él se han separado. Volvemos a encontrarnos en la parcela del valle a donde nadie ha regresado en esos dos años. Una colonia de hormigas centenaria tiene tomada la parcela desde tiempos inmemoriales; ahora ya se ha convertido en una plaga y desde el subsuelo amenaza la estabilidad. Alberto ha decidido terminar con la colonia que pone en peligro las raíces de los cerezos. A Mabel "le dan igual los cerezos de la parcela. Le dan igual las hormigas negras que se los están comiendo. Le da igual la empresa desinsectadora". Mabel solo quiere mantener a salvo a su hija de lo que pasó hace dos años y mantenerse a salvo de sus recuerdos aun recordando. Porque Mabel no es de este país que, aunque no se menciona yo imagino que es España. Mabel es argentina y, mientras ceba un mate bien cargado y amargo que chupa con la bombilla, contempla el calendario "Dieciseis. Todo el mes de julio ahí, [...] Y el número escorado a la izquierda porque este año también cae lunes, como en 1979. Solo es una coincidencia pero aun así le sorprende. O mejor: no es sorpresa lo que experimenta sino una leve palpitación a la altura de las sienes, constante y abrasiva. Siempre que es dieciséis de julio es, para ella, al menos durante unos minutos, 1979". Dieciséis de julio en Argentina, un frío día de invierno, tan frío como el país helado en su saldo de detenidos, torturados, desaparecidos, muertos; muertos como Guaya y Emilse y Pablo. Muertos de otra vida que abandonó "el día en que se montó en aquel avión con un pasaporte falso que su padre tuvo la inmensa fortuna de conseguir".
Y en el calor de julio, mientras las hormigas centenarias agonizan en el subsuelo, como un reflejo aéreo del que la piscina y el césped fueran el espejo, aquí arriba, sobre la colonia que está próxima a su fin, las vidas de nuestros protagonistas se aproximan a su destino, a un destino inexorable que empezó a gestarse hace dos años, una noche de viernes, el último viernes de agosto, en que cuatro parejas con sus hijos se reunieron para una inocente cena veraniega. Una noche envenenada sobre la que volverá el autor en un penúltimo capítulo en el que nos relatará de nuevo, pero en este caso, desde el punto de vista de los adultos, aquella noche de agosto; desde el punto de vista de las mujeres, amigas desde hace años Mabel y Ana, desconocidas casi Alicia y Sofía. También desde el punto de vista de los hombres que beben aunque quedan más desdibujados. Alberto y Jose, que aún vivía con Ana, innominados los otros.
Los sentimientos y hechos a los que asistimos sobre el subsuelo, por encima de la agonía envenenada de la colonia de hormigas, más aquellos de los que da cuenta el recuerdo son terribles; espantan por su crudeza y crueldad, y prefiguran un final que nada bueno puede traer; un final, como ya he dicho, de tragedia griega, porque las víctimas no siempre se comportan como tales; las afrentas van creando resentimientos y frustraciones que solo se resuelven cuando el precio a cobrarse es total y supera todo el horror y el miedo acumulado a lo largo de los años creando más horror en venganza, aunque, a veces, no todo está tan controlado como creemos.
Mientras todo llega a su fin, una última hormiga, la última superviviente, intenta abandonar los corredores envenenados del subsuelo para caer al agua de la piscina donde morirá al aire libre, fuera del agobiante y tóxico subsuelo, porque como bien sabe Mabel desde hace mucho tiempo, "a nadie le importa dónde aparecen los muertos".
Marcelo Luján |
Marcelo Luján, argentino establecido en Madrid, obtuvo con "Subsuelo" el Premio Dashiell Hammett en la Semana Negra de Gijón en 2016. Con esta lectura, por tanto, completo los cuatro últimos Premios Dashiell Hammett. Por si os interesa acercaros a este Premio, que cada vez me parece que ofrece más garantía, os dejo los enlaces a mis reseñas de los otros tres de los últimos cuatro años:
"Yo fui Johnny Thunders". Carlos Zanón (2015).
"Madrid: frontera". David Llorente (2017).
"El refugio de los canallas" Juan Bass (2918).
Hola Rosa. No suelo dejar comentarios en tu espacio, y la verdad no sé por qué, pues tienes unas magníficas reseñas de autores con las que suelo coincidir en opiniones, y los que no he leído empezaré a apuntarlos, pues se nota el fondo que tienes de lectora empedernida. Enhorabuena por tu blog Rosa. Hasta pronto.
ResponderEliminarA Marcelo Luján no lo he leído y ya lo tengo apuntado en pendientes. Un abrazo y gracias.
ResponderEliminarHay mucha gente que pasa por aquí y no deja comentarios. Me imagino que uno no siempre tiene qué decir. Lee, opina, apunta si le interesa...
EliminarMe alegro de que te haya convencido este autor. Yo tampoco lo había leído nunca, pero esta novela me ha gustado mucho. Creo que merece la pena.
Muchas gracias por tus palabras acerca del blog. Efectivamente, soy una lectora empedernida que pretende dejar constancia de lo que siente cuando lee, y como últimamente leo cosas muy buenas, eso ayuda a que salgan buenas reseñas.
Un beso.
Cuando estamos disfrutando tanto con una lectura qué poco nos importa adivinar anticipadamente el final, ¿verdad? Me gustó muchísimo esta novela, tan tremenda y cruel. Me gustó mucho cómo escribe Marcelo Luján. Y me ha gustado también mucho recordar esta lectura, de la que ya tengo algún detalle desdibujado y en cambio otros tan presentes como si hubiese terminado de leerla ayer, a través de tu reseña.
ResponderEliminarBesos
Una historia realmente terrible. Empiezo a pensar que la novela negra te gusta más de lo que yo pensaba. Cuando es buena, claro, pero eso pasa con cualquier género.
EliminarEs cierto que, aunque preveas el final no te importa porque la novela está tan bien trazada y tramada que el final no es lo importante. Lo importante es el desarrollo de toda la historia y ese se mantienen muy alto durante toda la novela.
Muy recomendables los Dashiell Hammett.
Un beso.
No conozco nada de Marcelo Lujan pero desde luego tomo nota porque por tu reseña merece la pena acercarse a él.
ResponderEliminarGracias como siempre Rosa.
Besos y prontito empezaré a publicar, que ya voy teniendo ganas.
TERE.
Apunta este libro que seguro que te gusta. Del autor no he leído más, pero le tengo echado el ojo a algún otro.
EliminarA ver si vais volviendo los que cerráis el chiringuito porque esto se ha quedado un poco soso.
Un beso.
Coincido con Lorena en que cuando disfruto mucho con una lectura poco me importa anticipar su final en mi cabeza. A diferencia de ella nada he leido de Marcelo Lujan, pero ya tomo nota de su nombre y titulos porque si lo recomiendas tu, eso quiere decir que sin fuda es bueno.
ResponderEliminarMe ha encantado tu resea porque 'he visto' a Javier y Eva acariciandose los pies por debajo del agua y los tintes de tragedia griega que -dices-se perfilan me hace desesr leer esta novela. Tomo nota
Un beso
Una buena historia no necesita sorprender con un final muy sorprendente. Prefiero un final bueno, aunque predecible tras una buena historia que una historia mediocre con un final de infarto porque entonces me siento engañada.
EliminarEsta es una historia muy buena, que mantiene el ritmo y la calidad muy alta. Y sí, esos toques como de tragedia griega a mí me encantan.
Anímate y nos cuentas.
Un beso.
Esta me la apunto, no sé cuándo ni cómo la leeré pero las has hecho muy interesante con tu reseña.
ResponderEliminarUn besote.
Y la firma tuya al final con las chanclas... ¡es total!
EliminarJa, ja. Se ve que no has estado por aquí en verano. Esa firma la he utilizado dos o tres veces y otra con faros muy bonita también.
EliminarEs muy interesante realmente y creo que merece la pena dedicarle un tiempo. Tampoco es muy extensa así es que no es mucho lo que se emplea.
Un beso.
Hola Rosa,
ResponderEliminarMe ha atraído bastante el argumento de la novela. Tal como lo cuentas, da la sensación de que te atrapa y manteiene cierta intrig a pesar de tener un final predecible. Me la apunto!
Un beso
La intriga se mantiene y se mantiene un nivel muy alto en la trama, por lo que yo creo que no importa tanto la intriga y el final, como el hacho de ver lo que va sucediendo y cómo se cuenta. Por eso tampoco me ha importado ver el final que se iba acercando. Aunque tampoco se ve tan pronto...
EliminarUn beso.