"Un ángel en mi mesa" Janet Frame
Hay dos cosas por las que me siento muy identificada con Janet Frame. La primera es externa, una circunstancia familiar que a ella la influyó mucho más que a mí: nuestros padres eran ambos ferroviarios, pero mientras ella pasó gran parte de su infancia de un lado para otro, allí donde lo exigía el trabajo de su padre, yo jamás tuve que moverme del lugar don de nací hasta que me obligó mi propio trabajo. Así, nacida en Dunedin, en la Isla Sur de Nueva Zelanda, en 1924 «Contaba yo tres semanas de vida cuando la familia se trasladó a Outram [...] a mis tres años de edad, nos mudamos a Glenham, en el sur». No terminaron ahí los traslados de la familia; Edendale, Wyndham y ya, finalmente, donde pasó la mayor parte de la infancia y adolescencia de Janet, Oamaru. «Debíamos transformarnos en ciudadanos con luz eléctrica y retrete de "tira de la cadena" en lugar de un agujero en el suelo. Al principio nos espantó el ímpetu del agua. Las habitaciones bien iluminadas, con los muebles privados de sus grandes sombras envolventes, se nos antojaron ingratos, demasiado públicos». No siempre es fácil acostumbrarse al confort y la comodidad. El campo tiene sus ventajas.
Fueron tal vez todas esas mudanzas las que le dotaron de la segunda característica, ésta ya interna y estructural, en la que coincidimos: la timidez. O tal vez no tenga nada que ver con esos cambios. Ya digo que yo nunca los sufrí. Sea como sea, Janet se declara tímida en muchas ocasiones a lo largo de esta autobiografía. Y puede que esa timidez haya estado en la base de muchos de sus problemas. Tal vez esa timidez fue lo que le hizo agarrarse al diagnóstico de esquizofrenia que alegremente le adjudicaron en Seacliff, el hospital psiquiátrico próximo a Oamaru. La esquizofrenia la sacaba de sí misma y la asemejaba a personajes que habían destacado por sus dotes artísticas. Para un tímido salir de sí mismo, esconderse en otra identidad, sentirse otro, puede ser la solución, sobre todo si ese «otro», «otros» en ese caso, son dignos de admiración.
«[...] Usted me recuerda a Van Gogh, a Hugo Wolf...
Yo era una ignorante que apenas sabía nada de Van Gogh y de Hugo Wolf, por lo que recurrí nuevamente a los libros en busca de información y descubrí que Hugo Wolf "murió demente" y que Van Gogh "se disparó un tiro, desesperado por su condición". Leí que también Schumann "sufrió un grave deterioro de su salud mental". Los tres eran calificados de esquizofrénicos, siendo sus dotes artísticas, aparentemente, fruto de su esquizofrenia. Grandes artistas, visionarios...
De manera que me habían puesto cubierto en el terrible banquete. Yo no me hacía ilusiones de «grandeza» pero, por lo menos, podría poner en mi trabajo y, si era necesario, en mi vida, la marca de mi esquizofrenia».
Janet no era esquizofrénica como se descubrió muchos años después en Londres. Pero dos mundos habitaban dentro de ella. El mundo que podríamos llamar real, el de su vida con su familia, sus estudios sucesivos, sus amigos, nunca muchos; y el mundo imaginario, el que, al igual que una ciudad que se refleja en el agua, la ciudad espejo, es idéntico, pero no es el mismo.
El mundo real no estuvo nunca desprovisto de dificultades, pero siempre vino a salvarla el mundo de lo imaginario, desde que su amiga Popy le prestó un libro, Los cuentos de Grimm, hasta que el haber publicado ella misma un libro de relatos, muchos años después, la salvó de la lobotomía.
«—Doctor Blake Palmer, ¿usted qué opina?
Él estaba muy serio.
—He decidido que continúe usted tal como está. No quiero que cambie. —Abrió el periódico—. ¿Ha visto la Última Hora del Star de esta tarde?
Una pregunta ridícula que hacer a una persona del pabellón del fondo donde no había lecturas, ¿o él no lo sabía?
—Ha ganado usted el premio Hubert Church al mejor trabajo en prosa. Por su libro La laguna».
Un ángel en mi mesa son en realidad tres libros. La Tierra de Es nos cuenta la infancia y adolescencia de Janet. Esos primeros años vividos en familia, en los que se desataron las tragedias familiares: muertes y enfermedades. Pero también la alegría de la infancia, los descubrimientos que toda vida hace en sus inicios, la ilusión intacta, el temor a lo desconocido, las dificultades de relación con un mundo que le es extraño, sus primeras poesías.
Un ángel en mi mesa, que da lugar al título del volumen, la enfrentará a sus estudios universitarios y de magisterio, a su primer trabajo dando clase, a la publicación de su primer libro, a la locura, a la falsa esquizofrenia, a sus años de internamiento psiquiátrico, al comienzo de su carrera literaria y a empezar a sentirse escritora de la mano de Frank Sargeson que le prestó un sitio en el que vivir y escribir. Allí escribió su primera novela, Los búhos no lloran, y fue Sargeson quien le dio el empujón para abandonar Nueva Zelanda y viajar a Europa.
El Mensajero de la Ciudad Espejo nos cuenta su vida en Europa. Londres, Ibiza, Andorra. Es en Ibiza donde descubre la Ciudad Espejo, ese reflejo de la ciudad que cabe entera en las profundidades marinas «[...] la coronación de la maravilla era la receptividad del mar sin mareas, que admitía en sus profundidades la totalidad del mundo que se erguía sobre sus costas, creando una ciudad espejo que yo contemplaba todos los días». La Ciudad Espejo será a partir de ese momento una figura clave en la vida de la escritora. Es ese mundo en el que habita la imaginación, un mundo al que regresar, del que sacar historias para escribir, pero también del que obtener refugio cuando las cosas en la Ciudad Real se ponen difíciles.
De nuevo Londres y llega la revocación de su diagnóstico de esquizofrenia, nuevos ingresos hospitalarios, «[...] me sometí a pruebas de todo tipo, mentales y manuales. [...] sir Aubrey pronunció el veredicto. Yo nunca había padecido esquizofrenia, dijo. Jamás debería haber sido ingresada en un hospital psiquiátrico. Cualquier problema que pudiera experimentar en la actualidad era sobre todo el resultado directo de mi estancia en el hospital».
Curiosamente, la percepción de Janet no fue la de liberarse de una condena, sino la de una pérdida de sí misma, de la que era desde que se había aceptado con el diagnóstico erróneo. Desde que aceptó la terrible palabra como algo que la vestía e identificaba. «La pérdida era enorme. Al principio, la verdad parecía más espantosa que la mentira. La esquizofrenia, en tanto psicosis, había sido un logro, liberaba de toda responsabilidad a quien la padecía. Había quedado despojada».
En 1961 publicó Rostros en el agua a la que tal vez podríamos considerar la Ciudad Espejo de Un ángel en mi mesa, la ficción basada en la realidad, la autobiografía hecha novela, una novela que la convirtió en una autora definitivamente conocida.
Janet Frame volvió a Nueva Zelanda en 1963. Hacía siete años que había abandonado el país. Con esa vuelta a casa termina El Mensajero de la Ciudad Espejo. Y con este diálogo entre dicho Mensajero y Janet Frame termino de hablar de esta fascinante historia que me descubrió Lorena en su blog El pájaro verde y que nunca le agradeceré demasiado.
«"¿Y qué ciudad es esa que brilla al otro lado del valle?", pregunta el Mensajero.
Miro con expresión triunfante.
"Es Dunedin. Allí nací. Déjame escribir sobre mi vida allí, de cómo hice amigos y escribí libros, me fui al norte para vivir junto al mar, viajé a otras ciudades con otras nubes y otros cielos."
"¿Dunedin, dices? Es la Ciudad Espejo. Sabes que ha llegado el momento de guardar en tu equipaje este montón de años y emprender el viaje a la Ciudad Espejo."
Miro con más atención la ciudad forjada por mi mente. Y vaya, es la Ciudad Espejo, no es Dunedin, ni Londres, ni Ibiza ni Auckland, ni ninguna otra conocida. Es la Ciudad Espejo la que se alza ante mis ojos. Y el Mensajero aguarda».
Título del libro: Un ángel en mi mesa
Autora: Janet Frame
Nacionalidad: Nueva Zelanda
Títulos originales: To the Is-Land, An Angel at my Table y The Envoy from Mirror City
Nacionalidad: Nueva Zelanda
Títulos originales: To the Is-Land, An Angel at my Table y The Envoy from Mirror City
Traducción: Juan Antonio Gutiérrez-Larraya, Ana María de la Fuente, Elsa Mateo (respectivamente)
Editorial: Seix Barral
Año de publicación: 2009
Años de publicaciones originales: 1982, 1984, 1985
Nº de páginas: 480
¡Hola Rosa!
ResponderEliminarconozco a la autora neozelandesa, aunque nunca la leí, sé que es buena pero a mí particularmente nunca me ha atraído suficiente como para ponerme con ella y mas habiendo tanto en mente de grandes apetencias.
La enfermedad mental es un tema que me resulta fascinante tanto en novelas como en pelis y series. Y ¡madre mía! es espeluznante que esta autora fuese diagnosticada erróneamente de esquizofrénica, menos mal que al menos se salvó de la terrible lobotomía (es una palabra que me aterra). Curiosa esta edición autobiográfica en la que se han juntado tres de sus novelas
El blog de Lorena es una maravilla, siempre es un placer leerla y descubrir sus lecturas
Veo que igual tu próxima reseña es la de Delabroy de sus dos novelas, que ganas de leerla... y veo también que estás ahora con la última de Oates. Yo ya la acabé, incluso terminé mi reseña, sabes que ha formado parte de una lectura junto a Marianna. Ambas publicaremos en el mismo momento (decidimos hacerlo así, para que no nos podamos influir en nuestras críticas sobre lo leído), ya no tardaremos
Un beso
Fue Lorena la que me puso en la pista de Janet Frame hace ya bastante tiempo. Ahora me la volvió a recordar en su reseña Trilogía de Copenhague de Tove Ditlevsen, también autobiografía y también reunida en una trilogía. Allí volvía a hablar de Janet Frame y me la recordó. No sabía por cual empezar si por esta autobiografía o por su novela Rostros en el agua, pero finalmente me di cuenta de que lo que más me había llamado la atención era Un ángel en mi mesa.
EliminarSí en breve publicaré la reseña de las dos obras de Pauline Delabroy-Allard. menudo descubrimiento. Hay novelas que no pasan casi por la lista de pendientes. Según entran, salen y es que hay algo en lo que se dice de ellas que enamora en plan flechazo y no se pueden posponer. Eso me pasó con la autora y ha sido un acierto total.
El de Joyce Carol Oates es fabuloso. He leído ya doscientas páginas y es una maravilla. Estoy deseando leeros.
Un beso.
Un trabajo maravilloso el que nos dejas. Frame fue una mujer cohibida durante toda su vida, pero gracias a la literatura pudo desarrollar un talento innato para la creatividad literaria. Mucho sufrimiento y sobe todo, mucha soledad. El libro que nos presentas, para mí, (de la trilogía) el mejor. La metáfora de la "Ciudad Espejo" es sublime, radiante, casi angelical... Gracias por todo lo que nos cuentas de Janet, y por acercarnos a su sensibilidad y a sus condicionantes. El libro es muy bueno, y sí, merece la pena ser leído al igual que las obras de Frame. ( A mí me han gustado mucho los libros que he leído de ella). Gracias.
ResponderEliminarSaludos! 📚🌞
Muchas gracias por tus palabras, Clarisa. Veo que conoces bien la persona y la obra de janet Frame. Yo, ha sido éste mi primer encuentro con ella, pero no será el último. Toda la trilogía, a lo largo de sus tres etapas, transmite muy bien eso que comentas, a esa mujer tímida y cohibida que salió adelante gracias a la escritura. me ha gustado mucho y espero leer no tardando mucho Rostros en el agua y alguna otra de sus novelas.
EliminarUn abrazo y gracias a ti por pasar y comentar.
¡Hola Rosa!
ResponderEliminarSi no me equivoco hay una peli con el mismo nombre, imagino que es una adaptación del libro, aunque no la he visto ni he leído a la autora.
Suele decirse que todo los artistas están un poco locos, así que no me extraña que en esa época Janet Frame haya sido considerada esquizofrénica por una serie de médicos que la enjaularon en "un alegre diagnóstico", y que ella misma hiciera de la enfermedad casi un caparazón protector, una justificación y un estímulo para salir de sí misma. Tuvo que haber sido duro luchar toda una vida con etiquetas y clasificaciones, con esas miradas dubitativas de las personas que la conocían, y es gratificante ver cómo la literatura en algunos casos realmente puede salvar vidas.
Sin duda una autora que tendré en cuenta, me llama bastante la atención “Rostros en el agua”, como bien indicas, "la ficción basada en la realidad".
Un abrazo.
Hola, Mava.
EliminarSí, hay una película del mismo título dirigida por Jane Campion que tengo ganas de ver, aunque no debe de ser muy fácil de encontrar. Es ya de 1990, pero trataré de hacerme con ella.
En aquella época las mujeres un tanto peculiares solían ser tratadas de locas, aunque solía ser por cuestiones de rebeldía o de tratar de llevar una vida libre de ataduras e imposiciones, cosas todas ellas que en Janet Frame no se dieron. El caso es que tampoco le vino mal porque ese diagnóstico le dio una identidad, la hizo sentirse diferente y asimilable a una vida de artista que es a lo que aspiraba. Cuando le devuelven su diagnóstico de sana, lo percibe como una pérdida. De todas formas es un caso claro de persona salvada por la literatura. desde la lobotomía hasta su independencia y su autoestima las salvaron la literatura y la fama que fue adquiriendo como escritora.
Un beso.
Un título precioso para una historia muy dolorosa. Mucha soledad y desconcierto se adivina en su vida. Me ha encantado tu reseña, Rosa, y me has despertado la curiosidad por esta autora. Voy a ver si encuentro el libro. Un beso y gracias.
ResponderEliminarSoledad, desubicación, dolor. Menos mal que el estar centrada en sus anhelos de ser escritora la mantuvieron a salvo. Es una autobiografía sumamente interesante. No creo que te cueste encontrarlo.
EliminarUn beso.
Hola, Rosa. Yo no he leído a esta autora, he visto la pelí que comenta Mava y que es una adaptación de su biografía. La recuerdo como un buen trabajo y leería a esta autora con ilusión. Gracias y felices lecturas.
ResponderEliminarYo también quiero ver la película porque es una historia con la que Jane Campion puede hacer maravillas. Haber leído el libro antes me ha hecho tener ganas de la película.
EliminarUn beso.
Ay qué apetecible, como siempre.
ResponderEliminarSoy una apasionada de los trenes,como mi madre, y me imagino que ser hija de ferroviario tiene que ser genial, seguro que sabes historias increíbles.
Muy feliz día.
Una apasionante autobiografía. Los trenes tienen mucha magia y mucha tragedia detrás. Mi padre vivió de todo, pero yo creo que la experiencia más enriquecedora, suya y mía, fue cuando en un viaje en el que yo volvía a casa de fin de semana, él conducía el tren que me llevaba y me dejó ir con él en la máquina un buen rato. Fue una de las cosas más bonitas e importantes que nunca recordaré.
EliminarUn beso.
También me identifiqué mucho con Janet Frame debido a su timidez. De hecho, no recuerda haber leído ningún otro libro en el que se reflejara tan bien esa forma de ser.
ResponderEliminarPor lo demás, ¡qué puedo decir! Ya sabes que tengo debilidad por Janet Frame y que para mí es una escritora muy especial, así que he disfrutado muchísimo leyendo lo que ha escrito una de mis blogueras favoritas sobre uno de mis libros favoritos.
Besos
Lo de una de tus tu blogueras favoritas me ha gustado mucho y que sepas que, por supuesto, es mutuo. No me extraña que el libro sea de tus favoritos.
EliminarEs cierto. Yo también he visto muy bien reflejada esa timidez de la que participamos. Eso es lo que me ha hecho hablar de ello. Me he sentido muy identificada.
A ver si no tardando mucho, me animo con Rostros en el agua.
Un beso y gracias de nuevo por el descubrimiento.
Hola Rosa, ya estoy más o menos de vuelta por aquí después de las vacaciones. Leí Un ángel en mi mesa hace muchísimos años y casi ni lo recuerdo, si me sonaban algunas cosas a medida que iba leyendo tu reseña, me da a mí que no la disfruté en su momento tanto como debería y eso es una buena excusa para una relectura, en cuanto a la película solo me suena el título, me la apunto también. Besos.
ResponderEliminarYola película la he apuntado porque siendo de Jane Campion no deja de ser una garantía. Un ángel en mi mesa es un libro que me imagino que puede hacerse un tanto agobiante. La vida de la autora no es un lecho de rosas. La verdad es que, para lo dura que fue, Janet Frame lo cuenta de una forma que no se hace nada difícil de digerir.
EliminarEspero que hayas disfrutado y que hayas vuelto relajada.
Un beso.
Super apetecible tu entrada, me entraron unas ganas tremendas de conocer a la autora.
ResponderEliminarVeré que consigo de ella, gracias por la reseña.
Abrazosbuhos
No creo que te cuesta encontrar libros de la autora. Rostros en el agua lo ha editado hace poco Trotalibros en una edición tan bonita como suelen hacer ellos. Ojalá la disfrutes tanto como yo.
EliminarUn beso.
Hola, Rosa, qué maravillosa presentación de una autora para mí desconocida. Me ha encantado cómo vas narrando su vida a través de sus obras, su evolución y ese viaje de regreso.Se dice que siempre volvemos al lugar de nuestros afectos. Todo un placer conocerla a través de tu reseña.
ResponderEliminarBesos, Rosa, y ¡feliz verano!
Me alegro de que te haya gustado la reseña. Yo no suelo leer autobiografía, pero la verdad es que ésta me ha atrapado. La forma en que esta contada y las cosas que cuenta, son de lo más interesante. Janet Frame no era esquizofrénica, pero desde luego tampoco era una persona convencional.
EliminarUn beso y feliz verano para ti también.
También lo tengo anotado por influencia de Lorena, jeje, veo que tú ya has sacado recompensa de su lectura, así que tendré que seguir teniéndola muy en mente. El de Rostros en el agua también lo tengo bicheado, pero lo leería después de sumergirme en su autobiografía. Me atrae bastante...
ResponderEliminarA pesar de que prefiero la novela a cualquier otro género, esta vez también tuve claro que prefería empezar por la autobiografía. Cuando lea la novela, veré hasta donde llega la realidad y donde empieza la ficción. Espero no tardar mucho en leerla. Ya nos contarás.
EliminarUn beso.