"A finales de enero" Javier Padilla
"Imagine ahora el lector un día soleado de marzo en el Madrid de 1968. De camino a Ciudad Universitaria, pasean tres jóvenes estudiantes: Lola, Enrique y Javier. Los tres se han integrado unos meses antes en el Frente de Liberación Popular [...] Enrique sonríe y su sonrisa es lo primero que llama la atención en la imagen, A su izquierda, mira extrañado a la cámara su gran amigo, y hasta cierto punto competidor, Javier. Es más bajo, lleva gafas y tiene un aire de intelectual francés. Es muy posible que los dos anduvieran discutiendo algún texto de Marx o del recientemente fallecido Che Guevara. A la derecha de Enrique se encuentra Lola, su incipiente novia, con la mirada algo perdida y nostálgica".
Me veo en la necesidad de poner en antecedentes y dar información para quien no sepa lo que representa la imagen. Me doy cuenta de que soy de los más viejos del lugar y de que, si a mí me pilló muy niña la primera parte de esta historia y muy joven la segunda, a muchos no les sonará de nada por haber nacido muchos años después de los sucesos narrados.
Enrique es Enrique Ruano. Menos de un año después de esta foto, el 20 de enero de 1969, sería asesinado por la policía franquista y tirado a un patio desde un séptimo piso para hacer pasar su muerte por suicidio. Su delito, repartir propaganda antifranquista por la calle. Y ni eso está claro.
Javier es Francisco Javier Sauquillo, uno de los abogados que encontraron la muerte a manos de la barbarie ultraderechista en el despacho de abogados laboralistas de Atocha 55 el 24 de enero de 1977.
Lola es Dolores González, herida en cuerpo y alma en el mismo atentado de Atocha, novia de Enrique en 1969 cuando este fue defenestrado, esposa de Javier Sauquillo en 1977 cuando fue asesinado, herida ella misma hasta la desfiguración en el mismo atentado. Nunca se recuperaría de tanto dolor. Murió el 30 de enero de 2015.
"La historia de amor más trágica de la Transición" subtitula su libro Javier Padilla. Y aunque en principio no me gustó mucho el subtítulo pues creo que es mucho más que una historia de amor (ni siquiera creo que sea una historia de amor, más allá del amor a la libertad), finalmente me reconcilié con él y me terminó pareciendo un buen subtítulo.
Muchas cosas ha removido en mí esta lectura. En ella se cuentan dos historias. Se cuenta la Historia con mayúscula, la narración de dos de los hechos más traumáticos vividos en el franquismo y en el inicio de la Transición por los opositores al régimen. Y se cuenta también la historia con minúscula, tan con minúscula que casi es ridícula y pequeñita. Es la historia de quien vivió acontecimientos similares, pero los vivió unos diez años más tarde, cuando todo era mucho más leve, menos peligroso. La historia de quien recibió la noticia del asesinato de Enrique Ruano cinco años después de sucedido, aunque no por ello con menos indignación; la historia de quien asistió espantada a aquellos asesinatos de Atocha, a aquella semana negra de enero del 77: mi historia de aquellos años.
Si del asesinato de Ruano no fui consciente cuando sucedió, de la última semana de enero lo fui plenamente como la adolescente concienciada de diecisiete años y estudiante de primero de carrera que era entonces. El día 23 murió el estudiante de diecinueve años Arturo Ruiz en una manifestación por disparos de un sujeto ultraderechista. Al día siguiente, en una manifestación convocada para protestar por el citado asesinato, la joven Mari Luz Nájera recibía en la cara el impacto de un bote de humo lanzado por la policía. Moriría horas después. Ese mismo día se anunciaba el secuestro del general Villaescusa por parte del GRAPO. Hacía más de un mes, desde el 11 de diciembre, que se encontraba secuestrado, también por el Grapo, Antonio María Oriol.
Estaban la situación bastante tensa y caliente esa última semana de enero cuando la noche de ese mismo día 24 tuvo lugar la matanza de Atocha en la que murieron cinco personas, entre ellas Javier Sauquillo, y serían gravemente heridas otras cuatro, entre ellas Lola González.
Parecía que volvían los tiempos del sesenta y nueve y así lo sentíamos los estudiantes que por entonces nos manifestábamos delante de los grises y nos comíamos, literalmente, algún que otro panfleto en situaciones críticas. No era así, por supuesto. La lucha seria, la peligrosa, la habían llevado a cabo aquellos que eran estudiantes diez años antes que nosotros, cuando el comisario Conesa y Willy el Niño hacían de las suyas en la Puerta del Sol, en la DGS de triste recuerdo. En 1977 la Transición había comenzado, gobernaba Adolfo Suárez y estaba a punto de legalizarse el PCE. De hecho, lo sería en la siguiente Semana Santa y hay quien relaciona esa matanza con la legalización. Tal vez fue un desagravio por parte del Gobierno o, más bien, de Adolfo Suárez, pero esa es otra historia. En aquella época, decía, la situación era menos dramática para la oposición al franquismo. Las matanzas no eran (al menos no en exclusiva) obra de la policía sino de los Guerrilleros de Cristo Rey, la Triple A y toda clase de nostálgicos del franquismo que veían esfumarse a pasos agigantados.
De todas estas cosas habla "A finales de enero" que es un ensayo muy ambicioso y tiene una labor de documentación considerable. No se puede obviar que el autor nació en 1992 y todo para él es Historia, con mayúscula y muy pretérita. Empieza contando la infancia y antecedentes familiares de los tres protagonistas. A Lola, nacida en León, veraneante en Santander, y mujer al fin y al cabo, la he sentido tan cercana que sus heridas y su tragedia me han conmovido más si cabe que las de sus compañeros. Los muertos mueren y terminan de sufrir, pero los vivos quedan aquí y padecen las pérdidas y la soledad y la culpa. "A diferencia de Enrique y Javier, Lola siguió viviendo mucho tiempo sin apenas lustre social, y murió en el anonimato pese a ser una leyenda del antifranquismo".
Tras la infancia y adolescencia de los tres protagonistas, pasa a contar su vida en la universidad y a hacer un resumen de las luchas estudiantiles de los años sesenta. Los tres militaron en el FLP (conocido en la jerga por el felipe), "el Frente de Liberación Popular, un grupo antifranquista más abierto y menos dogmático, aunque más radical, que el Partido Comunista de España". Las andanzas universitarias de los tres jóvenes les llevan a conocerse durante los sucesos del 68. Lola y Enrique se hacen novios y Javier, enamorado también de Lola, será uno de los amigos inseparables de la pareja. La etapa universitaria, que debería culminar en un mundo de ilusiones ante la vida que se extiende por delante como una promesa, terminó para los tres jóvenes de la forma más dramática. Enrique perdió la vida y Lola y Javier, al novio y al amigo respectivamente.
Tras la muerte de Enrique, la edad adulta lleva a los dos supervivientes a terminar lo poco que les quedaba de la carrera y a convertirse en pareja, aunque no inmediatamente. Lola tuvo algún novio más antes de Javier. Pasarán del FLP al PCE como casi todos sus amigos a medida que el FLP se va desmantelando. En su idea revolucionaria de la vida y la política, se dedicarán a la defensa de los derechos de los trabajadores y a colaborar y representar a las Asociaciones de Barrio que, por entonces, con la muerte de Franco y la lenta pero imparable apertura que se vislumbraba, empezaban a constituirse. Es por eso por lo que se dedicaron al derecho laboral y trabajaron en varios bufetes laboralistas, y es por eso por lo que estaban en Atocha 55 la noche del 24 de enero de 1977, para una reunión que tuvo lugar allí con abogados de varios bufetes, en el despacho de Manuela Carmena titular del bufete de Atocha. Ella estaba ausente por haber cedido su despacho para la reunión.
Lola y Javier se habían casado en 1973. Menos de cuatro años después, los asesinatos de Atocha, terminaron con la vida de Javier y dejaron a Lola gravemente herida en lo físico y hundida sin posibilidad de recuperación en lo psicológico. Lola no volvió a recuperar la ilusión ni la salud. Lola se quedó a vivir en el pasado. "A veces, en una vida, las desgracias más inesperadas, no contentas con haber arruinado una vez la existencia, ocurren dos veces. Estas desgracias suelen aparecer sin ningún motivo específico, dejando el posterior relato vital vacío de significado y dejando a la víctima una posibilidad vaga de reinvención. Una segunda desgracia obliga a una tercera construcción del significado de la vida, cosa que pocas personas son capaces de hacer sin quedarse anclados en lo ya vivido". Si durante su matrimonio con Javier Sauquillo, un retrato de Enrique presidía su habitación, las casas que compartió con su tercera pareja, José María Zaera, estaban llenas de retratos de Enrique y Javier.
El resto de su vida transcurrió entre Santander y Madrid, siempre rodeada de buenos amigos, en un homenaje perpetuo a Enrique y a Javier, y a un pasado de lucha antifranquista y anticapitalista que no era sino el relato de un fracaso. Un fracaso que tenía más amargada a Lola al ver que los responsables directos o indirectos (políticos, torturadores y asesinos) de haber terminado con las vidas de sus parejas y con la suya propia, vivían con mayor o menor éxito, recibían honores y condecoraciones, y nunca llegaron a pagar por lo que habían hecho. Un fracaso doble por cuanto la Transición no trajo el mundo igualitario y justo que ellos esperaban, por el que ellos lucharon y dieron su vida. Aunque ella no murió, su vida se terminó tras aquellos hechos, al menos la vida que hubiera podido, que hubiera debido tener.
Lola y José María murieron a la vez. "El 30 de enero de 2015, la empleada del hogar encontró sus cuerpos sin vida: Lola estaba tendida en la cama; José María caído en el pasillo. No parece casualidad que sus muertes fueran a finales de enero". José María tenía una historia bastante trágica y graves problemas de salud mental con varios intentos de suicidio. Parece ser que tenía muy claro no sobrevivir a Lola sin cuyos cuidados no hubiera podido salir adelante. Lola, más enferma de lo que nadie imaginaba, debió de morir de muerte natural y José María se suicidaría en cumplimiento de un plan que tendría cuidadosamente decidido.
Tanto la muerte de Enrique como los asesinatos de Atocha y la subsiguiente vida de Lola son contados y analizados por Javier Padilla en "A finales de enero". Desgrana y disecciona las causas, las consecuencias, las circunstancias que los rodearon, el entorno histórico, político, económico, social y cultural, sin olvidar un detalle. Y yo tengo la sensación de que no le hago justicia a "A finales de enero" y a su autor con esta reseña. Son tantas las cosas que se analizan en el libro, tantos los datos que se dan de aquella etapa histórica, tantos los personajes que aparecen, tantos los episodios más o menos trágicos, más o menos decepcionantes que se cuentan, que todo parece poco para hacer una semblanza del libro que le ha supuesto al autor el XXXI Premio Comillas.
A esas dificultades objetivas, se une una dificultad subjetiva que deriva de mi propia implicación con aquellos tiempos, en una postura muy cercana (dentro de lo que cabe, teniendo en cuenta la docena de años que nos separaban) a la de los protagonistas. Como ya he dicho, la novela me ha tocado muchas fibras y es difícil desde la emoción, en primera persona, juzgar las historias.
No voy a engañar a nadie. "A finales de enero" no es una novela histórica. Es un ensayo con todas las letras, con infinidad de notas (que no es necesario leer, salvo que algún detalle interese lo suficiente como para saber cuál es la fuente), con una extensa bibliografía. No es un libro entretenido para pasar el rato. Es un libro para recordar que las cosas no siempre son lo que parecen y la tan alabada Transición no se llevó a cabo sin muertos, de forma pacífica y como una reconciliación modélica. Que se lo hubieran preguntado a Lola. Ella "nunca pudo olvidar a los causantes de sus desgracias.Ella sentía muy profundamente que todas las historias de los muertos de la Transición serían olvidadas, sobre todo aquellas muertes que no hubieran tenido tanta significancia política como el atentado de Atoche. Así se mostraba preocupada porque personas como Enrique Ruano, Pedro Patiño, Carlos González, Arturo Ruiz, Mari Luz Nájera, Manuel Moreno Barranco, Rafael Guijarro y tantos otros no fueran recordados en las futuras historias sobre la Transición". No sabe cómo la entiendo y hasta qué punto estoy de acuerdo con ella.
"A finales de enero" es un libro para aquellos a quienes les interese saber parte de lo que pasó en aquellos años convulsos y decisivos. A esos sí, seguro que le gustará. Y también es para los que nunca tenemos suficiente y necesitamos saber más y más, con el fin de entender un poquito tan solo. Y necesitamos decir que la Transición fue algo más de lo que nos venden y que las sombras coexisitieron con las luces y que la democracia dio carta de legalidad a cosas que nunca debieron tenerla. Y que nada de todo esto debe ser olvidado.
Título del libro: A finales de enero
Me veo en la necesidad de poner en antecedentes y dar información para quien no sepa lo que representa la imagen. Me doy cuenta de que soy de los más viejos del lugar y de que, si a mí me pilló muy niña la primera parte de esta historia y muy joven la segunda, a muchos no les sonará de nada por haber nacido muchos años después de los sucesos narrados.
Enrique es Enrique Ruano. Menos de un año después de esta foto, el 20 de enero de 1969, sería asesinado por la policía franquista y tirado a un patio desde un séptimo piso para hacer pasar su muerte por suicidio. Su delito, repartir propaganda antifranquista por la calle. Y ni eso está claro.
Javier es Francisco Javier Sauquillo, uno de los abogados que encontraron la muerte a manos de la barbarie ultraderechista en el despacho de abogados laboralistas de Atocha 55 el 24 de enero de 1977.
Lola es Dolores González, herida en cuerpo y alma en el mismo atentado de Atocha, novia de Enrique en 1969 cuando este fue defenestrado, esposa de Javier Sauquillo en 1977 cuando fue asesinado, herida ella misma hasta la desfiguración en el mismo atentado. Nunca se recuperaría de tanto dolor. Murió el 30 de enero de 2015.
Enrique Ruano en una foto hecha poco tiempo antes de su muerte |
Muchas cosas ha removido en mí esta lectura. En ella se cuentan dos historias. Se cuenta la Historia con mayúscula, la narración de dos de los hechos más traumáticos vividos en el franquismo y en el inicio de la Transición por los opositores al régimen. Y se cuenta también la historia con minúscula, tan con minúscula que casi es ridícula y pequeñita. Es la historia de quien vivió acontecimientos similares, pero los vivió unos diez años más tarde, cuando todo era mucho más leve, menos peligroso. La historia de quien recibió la noticia del asesinato de Enrique Ruano cinco años después de sucedido, aunque no por ello con menos indignación; la historia de quien asistió espantada a aquellos asesinatos de Atocha, a aquella semana negra de enero del 77: mi historia de aquellos años.
Si del asesinato de Ruano no fui consciente cuando sucedió, de la última semana de enero lo fui plenamente como la adolescente concienciada de diecisiete años y estudiante de primero de carrera que era entonces. El día 23 murió el estudiante de diecinueve años Arturo Ruiz en una manifestación por disparos de un sujeto ultraderechista. Al día siguiente, en una manifestación convocada para protestar por el citado asesinato, la joven Mari Luz Nájera recibía en la cara el impacto de un bote de humo lanzado por la policía. Moriría horas después. Ese mismo día se anunciaba el secuestro del general Villaescusa por parte del GRAPO. Hacía más de un mes, desde el 11 de diciembre, que se encontraba secuestrado, también por el Grapo, Antonio María Oriol.
Estaban la situación bastante tensa y caliente esa última semana de enero cuando la noche de ese mismo día 24 tuvo lugar la matanza de Atocha en la que murieron cinco personas, entre ellas Javier Sauquillo, y serían gravemente heridas otras cuatro, entre ellas Lola González.
Los muertos y heridos de Atocha |
De todas estas cosas habla "A finales de enero" que es un ensayo muy ambicioso y tiene una labor de documentación considerable. No se puede obviar que el autor nació en 1992 y todo para él es Historia, con mayúscula y muy pretérita. Empieza contando la infancia y antecedentes familiares de los tres protagonistas. A Lola, nacida en León, veraneante en Santander, y mujer al fin y al cabo, la he sentido tan cercana que sus heridas y su tragedia me han conmovido más si cabe que las de sus compañeros. Los muertos mueren y terminan de sufrir, pero los vivos quedan aquí y padecen las pérdidas y la soledad y la culpa. "A diferencia de Enrique y Javier, Lola siguió viviendo mucho tiempo sin apenas lustre social, y murió en el anonimato pese a ser una leyenda del antifranquismo".
Francisco Javier Sauquillo |
Tras la muerte de Enrique, la edad adulta lleva a los dos supervivientes a terminar lo poco que les quedaba de la carrera y a convertirse en pareja, aunque no inmediatamente. Lola tuvo algún novio más antes de Javier. Pasarán del FLP al PCE como casi todos sus amigos a medida que el FLP se va desmantelando. En su idea revolucionaria de la vida y la política, se dedicarán a la defensa de los derechos de los trabajadores y a colaborar y representar a las Asociaciones de Barrio que, por entonces, con la muerte de Franco y la lenta pero imparable apertura que se vislumbraba, empezaban a constituirse. Es por eso por lo que se dedicaron al derecho laboral y trabajaron en varios bufetes laboralistas, y es por eso por lo que estaban en Atocha 55 la noche del 24 de enero de 1977, para una reunión que tuvo lugar allí con abogados de varios bufetes, en el despacho de Manuela Carmena titular del bufete de Atocha. Ella estaba ausente por haber cedido su despacho para la reunión.
Lola y Javier se habían casado en 1973. Menos de cuatro años después, los asesinatos de Atocha, terminaron con la vida de Javier y dejaron a Lola gravemente herida en lo físico y hundida sin posibilidad de recuperación en lo psicológico. Lola no volvió a recuperar la ilusión ni la salud. Lola se quedó a vivir en el pasado. "A veces, en una vida, las desgracias más inesperadas, no contentas con haber arruinado una vez la existencia, ocurren dos veces. Estas desgracias suelen aparecer sin ningún motivo específico, dejando el posterior relato vital vacío de significado y dejando a la víctima una posibilidad vaga de reinvención. Una segunda desgracia obliga a una tercera construcción del significado de la vida, cosa que pocas personas son capaces de hacer sin quedarse anclados en lo ya vivido". Si durante su matrimonio con Javier Sauquillo, un retrato de Enrique presidía su habitación, las casas que compartió con su tercera pareja, José María Zaera, estaban llenas de retratos de Enrique y Javier.
Lola González Ruiz en tres momentos de su vida |
Lola y José María murieron a la vez. "El 30 de enero de 2015, la empleada del hogar encontró sus cuerpos sin vida: Lola estaba tendida en la cama; José María caído en el pasillo. No parece casualidad que sus muertes fueran a finales de enero". José María tenía una historia bastante trágica y graves problemas de salud mental con varios intentos de suicidio. Parece ser que tenía muy claro no sobrevivir a Lola sin cuyos cuidados no hubiera podido salir adelante. Lola, más enferma de lo que nadie imaginaba, debió de morir de muerte natural y José María se suicidaría en cumplimiento de un plan que tendría cuidadosamente decidido.
Javier Padilla |
A esas dificultades objetivas, se une una dificultad subjetiva que deriva de mi propia implicación con aquellos tiempos, en una postura muy cercana (dentro de lo que cabe, teniendo en cuenta la docena de años que nos separaban) a la de los protagonistas. Como ya he dicho, la novela me ha tocado muchas fibras y es difícil desde la emoción, en primera persona, juzgar las historias.
No voy a engañar a nadie. "A finales de enero" no es una novela histórica. Es un ensayo con todas las letras, con infinidad de notas (que no es necesario leer, salvo que algún detalle interese lo suficiente como para saber cuál es la fuente), con una extensa bibliografía. No es un libro entretenido para pasar el rato. Es un libro para recordar que las cosas no siempre son lo que parecen y la tan alabada Transición no se llevó a cabo sin muertos, de forma pacífica y como una reconciliación modélica. Que se lo hubieran preguntado a Lola. Ella "nunca pudo olvidar a los causantes de sus desgracias.Ella sentía muy profundamente que todas las historias de los muertos de la Transición serían olvidadas, sobre todo aquellas muertes que no hubieran tenido tanta significancia política como el atentado de Atoche. Así se mostraba preocupada porque personas como Enrique Ruano, Pedro Patiño, Carlos González, Arturo Ruiz, Mari Luz Nájera, Manuel Moreno Barranco, Rafael Guijarro y tantos otros no fueran recordados en las futuras historias sobre la Transición". No sabe cómo la entiendo y hasta qué punto estoy de acuerdo con ella.
"A finales de enero" es un libro para aquellos a quienes les interese saber parte de lo que pasó en aquellos años convulsos y decisivos. A esos sí, seguro que le gustará. Y también es para los que nunca tenemos suficiente y necesitamos saber más y más, con el fin de entender un poquito tan solo. Y necesitamos decir que la Transición fue algo más de lo que nos venden y que las sombras coexisitieron con las luces y que la democracia dio carta de legalidad a cosas que nunca debieron tenerla. Y que nada de todo esto debe ser olvidado.
Título del libro: A finales de enero
Autor: Javier Padilla
Editorial: Tusquets
Año de publicación: 2019
Año de publicación original: 2019
Nº de páginas: 400
Uf! Qué malos recuerdos evoca y qué necesarios... Mari Luz era novia de un amigo... Aquellos fueron años de los que poco se habla y que no deberían olvidarse jamás. Quien olvida puede repetir errores. Mañana encargo el libro. Gracias por darlo a conocer.
ResponderEliminarVeo que aquella semana de enero te pilla más de cerca que a mí. En cualquier caso, nos pilla y nos afecta y nos hace recordar muchas cosas dolorosas.
EliminarEspero que el libro te guste tanto como a mí. Te dolerá incluso más.
Lo triste es que yo creo que aun no olvidando, se repiten los errores. No por conocer la historia se deja de repetir. Siempre se piensa que va a ser diferente, que se tiene más razón, que a uno no le van a pillar... en fin según el tema que sea, pero se repite.
Un beso.
Ya hemos hablado de este libro, no sé si lo leeré, pues me coge más cerca que atí y, en estos momentos, no me siento con fuerzas.
ResponderEliminarAsí todo, me parece un libro para recomendar. Ya es hora de que salgan a La Luz los momentos de la transición menos luminosos y menos ejemplares que nos quieren enseñar.
Gracias por tu reseña, espero que muchos de tus lectores más jóvenes se sientan intrigados y con ganas de enterarse. Un beso
La Transición debería ser releída con distancia, sin pasión y sin intereses espurios. Nos solo dejó a las víctimas del terrorismo de ETA y del GRAPO. También hubo víctimas por parte del Estado, de las autoridades o de quienes se amparaban bajo su protección como los grupos de extrema derecha.
EliminarMuy recomendable este libro.
Un beso.
Seria muy interesante, que este libro cayera en manos de muchos jóvenes para que supieran la otra parte de una transición de la cual no se habla, y debería hablarse porque no todo e slo que parece.
ResponderEliminarLos hechos de los cuales nos hablas por supuesto que oído hablar de ellos, ya sea por mis padres o por gente que rodeaba al circulo de amistades que frecuentaban ya que hablaban de ello, de modo que no todo lo que nos has contando me pilla por sorpresa.
Un beso y buena semana.
Los hechos mencionados en este libro fueron muy traumáticos. Yo acababa de empezar en la Universidad cuando los asesinatos de Atocha y estaba en grupos muy de izquierdas por entonces. Nunca milité en ningún partido, pero tenía mis simpatías y amigos que sí militaban.
EliminarEl asesinato de Enrique Ruano me pilló niña aún, pero años después aún se hablaba de él y se reivindicaban responsabilidadades. Nunca llegaron a pagarse.
Un beso y feliz semana a ti también.
El ensayo es la disciplina que más me gusta de la literatura. Así que me alegro un montón que tengamos en España a un ensayista tan joven y tan bien preparado como es Javier Padilla. Entiendo que el libro además de apuntalar la tan necesaria memoria histórica, trata de poner en entredicho o al menos cuestionar los aspectos más oscuros de la Transición. Creo que cuando el autor lea esta reseña estará muy orgulloso de lo que has escrito. A mí me ha parecido un ejercicio modélico. Por casualidades de la vida hace unos días pasaba por Antón Martín en Atocha y aún se siguen colocando ramos de flores en honor a las víctimas.
ResponderEliminarUn abrazo, Rosa.
Como dice Lola, los atentados de Atocha han tenido mucho eco porque las víctimas eran abogados que es un estamento social respetado e importante. Los crímenes que coincidieron con ellos por las mismas épocas o épocas cercanas, se han olvidado por ser sus víctimas personas anónimas, jóvenes estudiantes.
EliminarLa Transición no fue la época modelo que nos quieren vender y no pueden pretender que se curen las heridas sin cortar, sacar el pus y desinfectar. En este país las heridas han cerrado en falso y aún supuran.
El autor me ha dado las gracias por facebook, cosa que me ha hecho mucha ilusión.
Un beso.
Hola, yo aún no había nacido en una, y en la otra apenas era una nena de tres años, pero lo he visto por tv, en todos los aniversarios, además algún documental sobre la matanza de Atocha, pero me gusta leer esta clase de libros, porque me gusta saber las cosas y no quedarme en la ignorancia, saber lo que se pasaba en aquella época debería ser asignatura en institutos y universidades, es nuestra historia, y aun reciente, y hay que aprender de ella, para que jamás nos tengamos que ver en ninguna más, ni parecida. Muy buena reseña, yo desde luego lo voy a leer. Besos.
ResponderEliminarEs Historia de España y además, historia reciente y como tal debería ser estudiada de una forma especial y muy analítica y reflexiva. Hay profesores que sí lo hacen (hablo de institutos que es lo que yo conozco), pero la mayoría o no llegan o pasan sobre ello con muchos cuidado y pies de plomo, o aplicando lo mayoritariamente aceptado de que la Transición fue un camino de rosas modélico, pero los que lo vivimos y no tenemos interés en olvidar ciertas cosas sabemos que hay mucho que hablar, mucho que aprender y mucho que recordar.
EliminarUn beso.
¡Hola!
ResponderEliminarYo nací en el 74 pero gracias a mis padres conoco la transición como si la hubiera vivido(que la vivíi pero vamos, que ni me enteraba)precisamente ayuer de noche, vendo con mi madre y mi marido en la 2 un documental de Labordeta salió este tema.
He leído mucho sobre el asesinato de los abogados de Atocha, es un tema que se pasa muy por alto y a mí me interesa mucho así que me lo apunto a la de ya, pero no para ahora, para momentos de relax y concentración.
Y sí que le has hecho justicia al autor, menuda reseña has hecho.
Muy feliz semana Rosa.
Madre mía qué mal, perdona, es que comentar desde el móvil no es lo mío.
EliminarPues si el asesinato de Atocha se pasa por alto, ni te imaginas lo que ha pasado con los otros muertos de la Transición y de los últimos años del franquismo. Al menos lo de Atocha cada año se recuerda y se ponen flores, pero quién recuerda a Arturo Ruiz, a Puig Antich, Patiño, Grimau, Mari Luz Nájera...
EliminarMuchos muertos debajo de las alfombras de la Transición. Eso por no hablar de las cunetas con muertos más antiguos. Todo eso no se puede olvidar porque se pudre dentro.
No te meto más rollo, que me disparo...
Un beso.
Totalmente de acuerdo, tenemos una memoria selectiva que es de pena.
EliminarMe parece un libro muy interesante, sobre todo para conocer nuestra historia.
ResponderEliminarBesos
Para los que los sucesos os pillan en el pasado, antes de haber nacido incluso, creo que es un libro muy interesante, pero tiene que interesar el tema y tener ganas de saber las cosas que pasaron si no, puede ser un poco duro.
EliminarUn beso.
Excelente reseña y sin duda un excelente análisis de un pasado histórico, relativamente reciente, que todos deberían conocer y nadie, especialmente los que vivimos aquellos años tan convulsos, deberíamos olvidar. Aunque los ensayos no son mi género preferido, al igual que los libros de historia, cuando se relatan hechos que para muchos de nosostros pasaron desapercibidos o no llegamos a conocer en profundidad entonces disfruto se su lectura. Siempre que se revisa documentalmente el periodo de la transición, se va descubriendo una realidad muy distinta a la que muchos pudimos vivir o percibir. Muchos conocíamos los hechos pero no los entresijos, los detalles realmente importantes. Este análisis de aquella historia tiene, para mí, el aliciente de ser contado esencialmente a partir de tres vidas, de tres personajes que, como en una novela, van desgranando sus vivencias y su participación en unos hechos que marcaron su vida y les llevaron a su muerte, bien física o bien psicológica.
ResponderEliminarPor otra parte, es de alabar que el autor pertenezca a una generación muy posterior a la nuestra y que, por tanto, ha debido decumentarse miuciosamente para sacar a la luz algunos detalles importantes que nos eran desconocidos o han quedado en el olvido.
Un beso.
Cuando me di cuenta de que el autor era más joven que mi hijo, me quedé muy sorprendida de que tuviera un interés tan marcado por estos temas. Se ve que no todos los jóvenes son lo que muchas veces pensamos los mayores.
EliminarYo fui una estudiante muy concienciada políticamente de haber convivido con los protagonistas de este libro, hubiera podido conocerlos y frecuentar los mismos ambientes, pero la universidad me pilló varios años después y en una ciudad de provincias pequeña. No obstante, la Transición ya entonces me parecía que era sobre todo pretender olvidar el pasado. Años después la valoré más positivamente porque creía que una vez España estabilizada en la democracia, se volvería sobre asuntos que había que resolver. Zapatero lo intentó con la Ley de la Memoria Histórica, pero luego vinieron ellos y se cargaron al Juez Garzón por intentar aplicar esa ley y todo está edulcorado y pervertido y ahora vuelvo a pensar de la Transición lo que pensé desde el principio.
Un beso.
Efectivamente, la «dedocracia» ha dado carta de legalidad a cosas que nunca debieron tenerla.
ResponderEliminarNo tengo demasiados datos de este joven escritor malagueño que según tengo entendido resultó este año ganador del Premio Comillas, con esta obra, que se me pasó por alto, pero que gracias a tu reseña comprendo ahora su mérito.
También formé parte de esos grupos políticos de esos oscuros años franquistas, cuando en mi casa, por ejemplo, no podía hablar de esos temas que levantaban ampollas y muchísimo miedo. De modo, que me reunía en secreto, sin que mi familia supiera nada.
¡Qué casualidad que tantos estudiantes leoneses estuviéramos metidos de cabeza en toda esa movida estudiantil! Porque recuerdo jornadas eternas con los ceniceros repletos de colillas, vasos con cervezas o refrescos y buhardillas con estanterías bien amuebladas de libros prohibidos que hablaban de la justicia social, la lucha de clases, etc.
Pues si, nos dieron muchos palos los grises, corríamos de un lado a otro cargados de panfletos o de pancartas... Sin embargo me queda el regusto amargo del completo desencanto y el engaño, por lo que prefiero aparcar este libro, ya que me volvería a abrir las «heridas». ¡Ojalá lo lean los que nos siguen detrás! y a ver si dejan los postureos, los selfies y aprenden que a saber utilizar la mente no solo para peinarse.
Un beso.
Sí, León era una ciudad muy pequeña, pero fue muy reprimida durante la Guerra y había familias enteras que tenían muchas deudas que cobrarle al Régimen. En mi familia también había miedo. Solo mi bisabuela había sido capaz de hablarme mal de Franco a principios de los años sesenta. Era una mujer leída que había puesto Floreal a un hijo suyo (pobre criatura) porque era el protagonista de una novela socialista que había leído (me sabía el título, pero se me ha olvidado).
EliminarCuando empecé a meterme en movidas y a andar con gente de la LRC y demás, mis padres estaban acongojados. Pero ya las cosas eran muy distintas y, aunque hubo los muertos que sabemos en mis años de universidad (finales setenta) la cosa estaba más calmada y se calmó más aún.
Yo recuerdo salir de un bar del Húmedo pasando entre dos filas de grises que te iban zurrando, pero tampoco recuerdo que hicieran mucho daño. Dolía más el miedo que me entraba, jaja.
Qué tiempos aquellos. No sé si contra Franco vivíamos mejor, pero al menos los tomates sabían a tomate.
Un beso.
Nací en 1977 y, como hermana menor, siempre he solido bromear con eso de que soy la única de la familia que ha nacido en democracia. Como si la democracia se pudiera construir de un día para otro. Todavía hoy podríamos seguir debatiendo acerca de qué es la democracia.
ResponderEliminarNi idea de los acontecimientos que nos relatas, de sus tres protagonista ni del contexto que los rodeaba. Sin embargo, me ha ocurrido algo curioso. He sentido una especie de 'déjà viu' al leer esa primera cita que describe la fotografía de la portada. Ha sido como si ya hubiera leído en alguna parte sobre esos tres jóvenes universitarios. No recuerdo dónde, en qué libro, tal vez ni siquiera haya sido sobre ellos sino sobre alguien con los que a saber por qué los he asociado. El caso es que esa conexión ha hecho que me metiera enseguida en tu reseña y tu implicación en ella ha hecho que continuara pegada a tu texto. Intentamos ser objetivos en las lecturas pero sin una parte de subjetividad creo que nos iríamos de ellas sin que nos tocaran.
Tomo buena nota. Lo que se cuenta en esta libro es nuestro más reciente ayer y pienso que es necesario conocerlo.
Besos
No sé con qué has podido relacionar a estos tres personajes. Tal vez hayas visto algún documental sobre el tema.
EliminarComo ya hemos comentado a veces, los libros tienen que herir y doler, que es como decir que tienen que hacerse subjetivos, nos tienen que evocar sensaciones, recuerdos, nostalgias, deseos... algo que haga que el libro se interiorice y pase a ser parte del lector. es cierto que los hay que lo consiguen más y otros que lo hacen menos. Este ha sido de los que se me ha metido bajo la piel porque todo lo que cuenta lo viví o lo supe y tomé partido rápidamente, y me he reconocido en los personajes (un poco solo; yo nunca hubiera tenido el valor que ellos tuvieron).
Si se quiere conocer el pasado más reciente (¿o ya no lo es tanto?) este libro es fundamental.
Un beso.
Interesantísimo, se merecían una novela. Me gusta además que el autor no sea contemporáneo a los hechos, creo que la historia requiere por así decirlo "distancia generacional".
ResponderEliminarEn la DGS acaba "La larga marcha" de Chirbes, si no recuerdo mal, ¿verdad? El tal Billy el Niño vive su (feliz) jubilación corriendo maratones, los malos casi siempre se van de rositas. Solo hace unos años le metieron algo de miedo en el cuerpo, como muestra el documental "El silencio de los otros". En fin, me haré con el libro y así al menos, dejando que la historia no caiga en el olvido, hacemos justicia de la poética. De la otra se pone cada vez más difícil.
Un abrazo.
En la tristemente recordada DGS termina, efectivamente, "La larga marcha", con los personajes arrastrados por los corredores hacia el interrogatorio y la tortura.
EliminarEs cierto de que el hecho de que el autor naciera más de una década después de la barbarie de Atocha y más de veinte años después del asesinato de Ruano, hace que lo vea con una distancia y lo pueda narrar con una imparcialidad que me hubiera faltado a mí, por ejemplo. Aunque teniendo en cuenta lo que dice de su padre, que asistió a los entierros de Atocha y que desde pequeño le ha contado cosas, esa imparcialidad no creo que sea muy real. Pero así todo tiene la distancia suficiente. Y lo que ha tenido es un tesón raro en gente de su edad (o eso creemos los "viejos") como para documentarse y hacer un trabajo alucinante. Todo un ejemplo de justicia poética, como dices.
Un beso.
Espero que te guste el libro y que nos lo cuentes.
Un beso.
En esa semana de enero del 77, en la matanza de los abogados de Atocha, era un crío de 10 años, siete menos que tú, pero teníamos unos vecinos, una pareja de profesores, y la mujer tenía mucho trato con mi madre, que estaban afiliados al PCE, entonces no lo sabía muy bien, y hubo un gran trasiego de gente por su casa, amigos y colegas, que se reunieron por lo sucedido aquel día, estuve con mi madre también ahí en la casa, aunque mi madre no tenía compromiso ideológico por mí conocido, (siempre me ha dicho que es socialista), esa fue mi toma de conciencia con lo sucedido y constaté que la cosa era peliaguda, aunque fuese un chico de 10 años, ya te enterabas de cosas, claro.
ResponderEliminarEn el asesinato de Enrique Ruano, en el 69, era muy pequeñín, so,o dos añitos, aunque conozco bien el acontecimiento.
Me sobrecoge esa expresión de Lola González Ruiz en la fotografía, cuando ya es mayor, es una mirada marcada por el dolor.
Y por supuesto apunto este libro de Javier Padilla.
Beso, Rosa.
Esa expresión de Lola es la imagen del dolor, de las heridas que sufrió en el atentado y de las que las pérdidas le fueron dejando en el alma. Te dejo un enlace para un vídeo de Youtube, por si te interesa, donde se la ve hablar y cuenta un poco toda su peripecia. Ahí se ve cómo vive sumida en el recuerdo del pasado:
Eliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=2qjhJpJfLmQ&t=184s
Nueve años tenía yo cuando asesinaron a Enrique Ruano. Lo supe más tarde, cuando empecé a tomar conciencia de la situación. En mi casa no se hablaba de nada. El miedo podía con el vislumbre de democracia que había en el horizonte. La única que no tenía pelos en la lengua y me había hablado de más pequeña era mi bisabuela, pero para 1977 estaba ya muy mayor y casi ni hablaba, pero leía el periódico y murmuraba entre dientes.
Un beso.
Ay, me he dado cuenta de que no se puede copiar el enlace de youtube en este blog. Si vas a Youtube y pones "Lola y Margot" es el primero que te sale. Dura 14 minutos.
EliminarMuchas gracias, Rosa. Lo veré em cuanto tenga un rato, sin dudarlo.
EliminarBeso
Dos cosas a destacar de tu sinopsis de este libro con historia trágica: Nunca los culpables de la muerte de estos personajes tuvieron castigo e incluso es más, como bien apuntas no tuvieron una existencia atormentada por no tener conciencia criminal. La segunda es que nunca debemos olvidar que aunque la guerra fue horrible, hubo más muertos tras ella, muertos por la represión de un régimen al que no le bastó con la victoria, quería la humillación a toda costa del presunto enemigo ya inexistente.
ResponderEliminarEs cierto que la transición costó sangre y lágrimas. Mucha frustración y dolor. No olvidemos pues lo logrado con tanto esfuerzo por parte de muchos y a costa de la propia vida de algunos.
Besos.
Los muertos en una guerra son asumibles, es una guerra y es lo que hay. Los muertos después de la guerra por venganza, por miedo a ser derrocado, por rencor... por lo que sea, eso es lo que distingue a un sanguinario asesino convertido en jefe del estado por la gracia de dios. Y esos muertos en España después de abril del treinta y nueve y se calcula que fueron cincuenta mil las personas ejecutadas después de la Guerra por el simple hecho de tener ideología de izquierdas.
EliminarEs cierto que los asesinatos de Atocha fueron llevados a cabo por individuos de extrema derecha sin apoyo institucional (hasta donde sabemos), pero eran sujetos que habían mamado la ideología del régimen y estaban nostálgicos de lo que perdían. Fueron encarcelados, pero uno se fugó en un permiso no muy claro y el otro salió de la cárcel en unos años. Nadie pagó el precio real por los cinco muertos y todo el sufrimiento de los supervivientes.
Un beso.
Hola Rosa, antes de nada felicitarte por la reseña. Leerte me transmitía la emoción de unos hechos que no hace tanto que pasaron y que se han "mal olvidado". Se habla poco y no siempre bien de ese periodo de la transición que tuvo muchos claroscuros y víctimas demasiado olvidadas.
ResponderEliminarY tocas un tema que no se ha llevado nada bien y es esa memoria histórica, demasiados fantasmas aún se avivan cuando se tocan según qué temas y sería muy necesario hacer una buena limpieza. Sabes si algo creo que debemos aprender de los alemanes es a no esconder bajo las alfombras, a encarar lo que no se ha hecho bien y a pedir perdón y en este país en lugar de eso, están saliendo voces que exaltan a un dictador, que azuzan los enfrentamientos y los odios, parece que no aprendemos.
A pesar de que no soy de muchos ensayos, sí que me ha parecido un libro que se debe leer.
Dolores me ha impresionado y hace que quiera saber más de ella, ya dicen que los que se van no sufren y en cambio esa mujer sufrió toda su vida por las ausencias, cuanto dolor.
Gracias por descubrirme esta lectura. Un placer volver a leerte y que empieces a llenar mi lista de lecturas pendientes.
Un beso de vuelta
Siempre he admirado a los alemanes por ese afán que tienen de hacer homenajes a sus propias víctimas e impedir que se les olviden sus errores (aunque puedan repetirlos). Alemania está llena de monumentos en honor de los judíos (como bien sabes y mencionas en tu última entrada). Son, además, los más beligerantes con los surgimientos de extrema derecha en el país. En España todavía tenemos que toparnos en calles de ciudades y plazas con los homenajes a los caídos de un bando mientras muchos de los del otro siguen en la cunetas. Franco sigue enterrado en un monumento digno de un faraón egipcio y cuando se habla de sacarle y que se lo lleve la familia, se pone medio país de uñas.
EliminarEn mi respuesta a Paco más arriba, hay un enlace para ver un vídeo de Youtube con unas declaraciones de Lola muy interesantes. Hay más cosas en Youtube sobre ella. Yo he visto varias.
Un beso.
Era muy niña cuando ocurrió el primer suceso y una adolescente cuando el segundo, pero los dos me parecen dignos de recordar para no olvidarlos, para tener presente que en las dictaduras o en las democracias hay hechos que pueden hacer tambalear una sociedad, más ahora que algunos quieren maquillar hechos pasados deleznables.
ResponderEliminarMe apunto este libro sin dudarlo.
Un besote.
Hechos deleznables llevan maquillándose muchos años. Lo terrible es que ahora mismo, a ochenta años del fin de la guerra y a más de cuarenta de la muerte de Franco, aún haya quien evita condenarlo y quien pretende dejarlo en el Valle de los caídos o incluso trasladarlo a la Almudena. Como decía Conxita, eso es algo que jamás se haría en Alemania. ¿Se imagina alguien a Hitler enterrado con honores en un monumento grandioso (y horrible de paso)? En este país no entendemos de culpas ni de errores. es por eso por lo que ha habido la impunidad que hemos visto para robar del erario público, practicar el nepotismo, etc. Hay un grupo de gente a la derecha de dios padre, que se siente con derecho a todo.
EliminarUn beso.
Es cierto que tu reseña contagia emoción, Rosa. Me ha parecido fantástica. Gracias por acercarnos un trocito de una historia mucho menos conocida de lo que pudiera parecer. Un beso.
ResponderEliminarLa verdad es que el libro me ha emocionado por todo lo que ha removido en mí y por la forma en que está contado, con respeto, empatía, emoción a su vez. ha sido difícil escribir la reseña porque hay demasiadas cosas en el ensayo que han quedado sin mencionar, hasta el punto de que me daba la sensación de que me estaba quedando un texto muy pobre para todo lo que el autor me había transmitido con su libro. veo que la reseña ha gustado y eso me tranquiliza.
EliminarUn beso.
Un excelente ensayo por lo que comentas. Aquella época me pilló de niño. Tan niño que el primer recuerdo "político" fue el golpe de Tejero y no tanto por la importancia de la noticia, sino porque ese día llenaron la programación de dibujos animados. Hoy día, estos documentos son necesarios en esta época en la que los políticos se llenan la boca de dogmas grandilocuentes que son las armas con la que se cargan las verdades únicas, y al verdades únicas ya sabemos a dónde llevan. Es bueno comparar dónde estamos hoy y dónde estábamos no hace tanto para defender la pluralidad ideológica como un tesoro de la Sociedad, y no dejar que las chorraditas de los políticos nos radicalicen. Un abrazo, Rosa!!
ResponderEliminarCuando el golpe de Tejero yo estaba terminando mi carrera y me entró un canguelo enorme porque mi novio empezaba en julio las milicias universitarias y de haber triunfado el golpe, a saber lo que hubiera significado eso.
EliminarEs bueno comparar, pero tampoco hay que creerse que vivimos en el mejor de los mundos. Dudo que la democracia sea el mejor de los mundos, sí lo es de los mundos conocidos, pero es que nuestra democracia tiene muchos fallos y es muy inmadura. El que solo se sepa gobernar con mayorías absolutas, el que pactar suponga pensar que te has rendido, el no saber llegar a acuerdos es algo muy superado en otras democracias de nuestro entorno.
La Transición tuvo sus cosas buenas, pero ya es hora de terminar con ella y empezar a leer las páginas de la historia que se dejaron de lado por el bien de la convivencia. Si no sabemos convivir analizando esas páginas, es que no sabemos convivir, sin más.
Un beso.
Hola Rosa. La memoria de lo acontecido no debemos perderla, no para remover odios, sino para no cometer los mismos errores/horrores. En la transición aún había coletazos del régimen franquista. En la universidad de La Laguna-Tenerife, en diciembre de 1977 moría a causa de un disparo de la Guardia Civil el joven grancanario Javier Fernández Quesada. Le hice un humilde homenaje con un escrito titulado "De un tiro al aire", lo busco y repongo.
ResponderEliminarEl libro y el autor, sin duda me interesa.
Un cariñoso abrazo Rosa.
No hay que hacer resurgir odios, pero hay que resarcir a las víctimas, reconocer los errores, devolver su inocencia a los acusados de traición por mantenerse fieles a la República, desestimar las condenas que el franquismo estableció, condenar a los dictadores y a los que fueron responsables de tanta tortura, represión y asesinato. Ni siquiera para no volver a cometer los errores, sino aunque solo sea para poner las cosas en su sitio.
EliminarSí, después de publicar la reseña, mirando aquí y allá, encontré un artículo de Canarias Semanal del 13 de diciembre de 2018 en que, con motivo de la presentación del libro "La bala que cayó del cielo" de Rosa Burgos, repasa los muertos de la transición y me quedé perpleja. Muchos no llegaron a conocerse o yo no me enteré porque es escalofriante. Te recomiendo que lo mires.
Veo que andábamos en los mismos ambientes por aquella época. Yo también escribí algo cuando lo de Atocha pero ni sé dónde puede estar.
Un beso.
Sin duda la reseña me convence. Gracias Rosa. Acabo de pedir el libro.
ResponderEliminarPor aquí tienes "Tiro al aire", algo ficcionado pero con fondo real.
http://alzapalabra.blogspot.com/2018/03/tiro-al-aire.html
Sobre el libro de Rosa Burtgos (esta mañana te escribí demasiado deprisa)... "La bala que cayó del cielo", lo he leído, es un magnífico libro, la autora considera, y con razón, que el asesinato de Javier Fernández Quesada es un crimen de estado.
ResponderEliminarGracias por toda tu información. Luego leeré con calma tu relato. Respecto al libro de Rosa Burgos, tomo nota. Muchos crímenes de estado costó la Transición para ser modélica e incruenta.
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