"La librería ambulante" Christopher Morley

«Me pregunto si no hay un montón de creencias bobas alrededor de la educación superior. Nunca he conocido a nadie que por ser hábil con los logaritmos y otras formas de poesía fuera más ducho lavando platos o zurciendo calcetines. He leído todo lo que he podido y me niego a «admitir impedimentos» para amar los libros; asimismo, he conocido a muchas personas buenas y razonables echadas a perder por un exceso de letra impresa. Por otro lado, leer sonetos siempre me ha provocado hipo».

Quien así habla en el comienzo de La librería ambulante es Helen McGill que se dispone a contarnos como pasó de ser la simple hermana de Andrew  McGill, un escritor célebre, y de hornear hogazas de pan como más simple ama de casa, a la feliz propietaria de una carreta que se convertía en biblioteca con unos movimientos en su estructura. 

Helen vivía con su hermano en la granja que compraron con los ahorros de ambos. Ella le estaba muy agradecida por haberla librado de un penoso destino de institutriz y darle la oportunidad de ser dueña de su destino y de su propia granja, y eran felices hasta que él se convirtió en autor y eso trastocó toda la vida de ambos. La de él, para bien porque enseguida tuvo éxito; la de ella, no tanto porque ante la pasión de su hermano por la escritura, los viajes de promoción y de trato con las editoriales y demás obligaciones de un autor famoso, todo el trabajo de la granja, aparte de la soledad, recayó sobre ella.

Fue por eso por lo que cuando se presentó ante su casa Roger Mifflin con Peg, el Parnaso y Bock, y la idea de vendérselo todo a Andrew, Hellen decidió ser ella quién adquiriera el lote. Con eso pretendía alcanzar dos objetivos, alejar a Andrew de una nueva tentación que aún le absorbería más tiempo y atención, y correr ella su propia aventura vital. «No creas que me he vuelto loca. Me voy a vivir mi aventura. Me he dado cuenta de que tú has tenido toda clase de aventuras mientras yo me he quedado en casa horneando el pan [...] Estaré de viaje durante un tiempo —un mes, quizás— para ver algo de las semillas de la felicidad de las que tanto hablas. Es lo que las revistas llaman la revolución de la feminidad».

Helen se pone en camino, ya como feliz propietaria, con el Parnaso tirado por la yegua Pegaso y seguidos de Bock, el perro, que corretea feliz detrás. La acompaña Roger que va a tomar el tren para instalarse en Brooklyn donde piensa vivir con su hermano y escribir él también su propia novela. A partir de ese momento, las aventuras más dispares se harán presentes en la vida de Helen. Algunas las vivirá en compañía de Roger y otras, ella sola. Se enfrentará a una banda de ladrones no demasiado peligrosos y a familias honradas que muestran amor y respeto por los libros. Encontrará un hombre que cree que que ha comprado lectura suficiente para toda una vida por haber adquirido por un dólar al mes una colección completa de oraciones fúnebres, y aunque intenta convencerle de que él «necesita libros que le enseñen cómo vivir, no cómo morir», terminará dando la misión por imposible y abandonando la casa.

La novela destila amor por los libros y por la libertad. Por la libertad femenina en concreto. No podemos olvidar es que esta revolución de la feminidad  a la que se refería Helen la escribe un hombre en 1917. A ese valor, que ya de por sí es importante, se añade el de una historia sencilla pero muy hermosa, con personajes entrañables, una prosa fresca y natural, y unas peripecias que no dan descanso al lector. Sin olvidar lo que creo más importante: unas ideas acerca de la literatura y el hecho de leer de lo más interesantes desde mi punto de vista y que llenan el libro de citas como esta:

«[...] cuando le vendes un libro a alguien no solamente le estás vendiendo doce onzas de papel, tinta y pegamento. Le estás vendiendo una vida totalmente nueva. Amor, amistad y humor y barcos que navegan en la noche. En un libro cabe todo, el cielo y la tierra, en un libro de verdad, quiero decir. ¡Repámpanos! Si en lugar de librero fuera panadero, carnicero o vendedor de escobas la gente correría a su puerta a recibirme, ansiosa por recibir mi mercancía. Y heme aquí, con mi cargamento de salvaciones eternas. Sí, señora, salvación para sus pequeñas y atribuladas almas. Y no vea cómo cuesta que lo entiendan».

Christopher Morley

Hace tiempo que tenía apuntada esta novela, una historia sencilla sobre libros y gente que ama la lectura y la escritura. La librería ambulante es una lectura deliciosa. En ella suceden muchas cosas en pocos días, algunas mejores y otras peores, pero nunca se abandona un tono humorístico y tierno que hace de ella una novela muy agradable de leer y que nos enseña un par de cosas sobre la necesidad y la finalidad de la lectura porque «Está bien que los decanos de las universidades exhiban sus estanterías de dos metros llenas de la mejor literatura y que los editores publiciten su colección de Clásicos del Linóleo, pero lo que la gente necesita es algo bueno, familiar, honesto. Algo que les llegue a las entrañas, que los haga reír y temblar y marearse y pensar en la pequeñez de esta bola de palomitas de maíz que gira en el espacio sin obtener nada a cambio».

Algo que llegue a las entrañas y duela y divierta es lo mejor que se puede buscar en un libro. Eso y una prosa que emocione de pura belleza, unas descripciones que nos hagan sentirnos en medio del paisaje oyendo el agua que corre y sintiendo el calor del sol y el ruido del mundo alrededor.  

«El camino de Shelby a Port Vigor discurre entre las suaves y amplias colinas que definen el curso del Sound. Y debajo, a nuestra izquierda, el río corría reluciente al fondo del valle. Era un paisaje perfecto: los bosques eran todo bronce y oro; las nubes eran blancas y espesas y parecían espuma celestial suspendida en el aire. El sol era tibio y flotaba glorioso en un arco formidablemente azul. Mi corazón estaba lleno de fervor. Creo que por primera vez sabía lo que Andrew sentía en sus viajes de vagabundo. No entendía cómo todo aquello había permanecido oculto para mí hasta entonces».

Título del libro: La librería ambulante

Autor: Christopher Mosley
Nacionalidad: Estados Unidos
Título original: Parnassus on wheels

Traducción: Juan Sebastián Cárdenas

Editorial: Periferica

Año de publicación: 2012

Año de publicación original: 1917

Nº de páginas: 184