"La señora March" Virginia Feito

«George March había escrito otro libro.

Era un volumen grueso, y la cubierta mostraba un óleo de la escuela holandesa en el que una joven sirvienta se tocaba el cuello con recato. La señora March pasó por delante de una de las librerías del barrio y, en el escaparate, vio una pirámide impresionante de ejemplares de tapa dura. El libro pronto sería proclamado la obra maestra de George March y, aunque ella no lo supiera, ya había empezado a ascender en todas las listas de los más vendidos y más sugeridos para clubes de lectura, se estaba agotando hasta en las librerías menos frecuentadas e inspiraba recomendaciones entusiastas entre grupos de amigos».

La señora March está haciendo las compras. Al día siguiente da una fiesta en su casa para celebrar la publicación de ese último libro de George. Ahora está en su pastelería favorita y sobre el mostrador, ya en bolsas de papel, se encuentran su pan de aceitunas, sus magdalenas del desayuno y los macarons para el postre de la fiesta. Pero la señora March no llegará a pagar y a llevarse sus compras. Un comentario dicho con amabilidad y tratando de agradar por parte de Patricia, la vendedora, hace que la mujer balbucee una tonta excusa y salga de la panadería con las manos vacías. Nunca volverá a entrar.

«—Estoy leyendo el libro de su marido [...] ¡Es buenísimo!

[...]

—. Ay, me alegro de saberlo. Seguro que George también se alegra de saberlo.

—Anoche se lo estuve contando a mi hermana: conozco a la mujer del autor, le dije, ¡qué orgullosa debe de estar!

—Ah, bueno, sí, aunque como ya ha escrito muchos libros...

—Pero es la primera vez que se inspira en usted para crear a un personaje, ¿no?

[...]

—Pues... —dijo la señora March, que sentía un débil dolor en el pecho—. ¿A qué se refiere?

—A la... protagonista. —Patricia sonrió».

Cualquier mujer se sentiría halagada si su marido, escritor de éxito, se inspirara en ella para crear a la protagonista de su último libro, pero es que la protagonista es una prostituta. Y es una prostituta tan poco atractiva que nadie quiere acostarse con ella. En palabras de la señora March «es una mujer horrible [...] Es fea y estúpida. Es todo lo que yo nunca querría ser».

A partir de este momento asistiremos al derrumbe progresivo de la señora March. La señora March es un edificio perfectamente levantado, elegantemente adornado, pulcramente compuesto, pero con cimientos de hermosa madera podrida. De esos cimientos de los que en cualquier momento pueden empezar a surgir chinches y cucarachas que los harán más endebles aún. La señora March muestra la exquisita educación de una mujer de clase alta del Uper East Side, pero tras esa apariencia de mujer templada, sofisticada y muy digna, se esconde un personaje que va a ir mostrando sus debilidades y sus paranoias. Con acontecimientos del presente que no sabemos muy bien si son reales o imaginados por la propia señora March o cuáles son reales y cuáles, imaginados, mezclados con hechos del pasado, de la infancia y adolescencia de la señora March, nos vamos introduciendo en la vida de una mujer que a cada momento nos desconcierta más, hasta que llegamos a una conclusión incontrovertible, la señora March está completamente loca. 

«Avergonzada, giró la cabeza para disculparse y se encontró cara a cara con la mujer de la ventana. La mujer parecía igual de asustada que ella (vio la misma expresión de terror en sus ojos desorbitados), y entonces la señora March reparó en que estaba ante un espejo de cuerpo entero. Inspiró hondo, esperando a que su reflejo parpadeara o diera un respingo, casi con miedo a darse la vuelta; y al final giró sobre sí misma y se encaminó a la escalera».

¿Pero lo está realmente? La vemos sospechar de todo y de todos, imaginar situaciones que jamás se han dado e imaginar cómo va a responder ante ellas. La vemos en una lucha de titanes contra sí misma tratando de mantener la compostura a la que está acostumbrada, pero sucumbiendo ante la avalancha irreprimible de sus suspicacias. La vemos herida por unos padres fríos y lejanos que han hecho de ella una madre desafecta. La vemos víctima de la propia infidelidad que George cometió contra su primera mujer al iniciar su relación con la señora March, de manera que ella duda de si ahora George estará repitiendo la infidelidad. 

La señora March es un mar de inseguridades y sospechas, algunas más fundamentadas que otras, pero el lector nunca sabe cuál puede ser cierta y cuál no. «¿Realmente lo había visto? Y luego estaba el otro problema, por supuesto, la verdadera razón por la que no podía llamar a la policía. Le había parecido... No podía ser, claro que no, pero le había parecido que aquella mujer tenía su cara. Que aquella mujer era ella». Aunque hay cosas que claramente nos demuestran el desastroso estado emocional de la señora March. Y es que la señora March es el perfecto recipiente de todas las vivencias que ha ido reprimiendo. Su interior es como una olla a presión que empieza a soltar el vapor poco a poco, pero que puede terminar estallando. Y estalla.

Se han hecho muchas comparaciones entre La señora March y escritores y directores de cine, más o menos afortunadas desde mi punto de vista. No me ha recordado, como tanto se lee, a Patricia Highsmith (también es cierto que puede ser problema mío ya que tan solo he leído dos novelas de la autora), y a Hitchcock, tan solo en una escena en la que la señora March divisa algo raro desde una ventana y en la portada del libro, en la que no puedo dejar de pensar en Grace Kelly en la misma película que ya habréis adivinado que es La ventana indiscreta. Sí he tenido reminiscencias de Virginia Wolf y de La señora Dalloway. Aparte de los títulos, ambas empiezan con la protagonista saliendo a comprar para una fiesta que preparan; la señora Dalloway, las flores, la señora March, los macarons. Aunque en pleno Nueva York y preparando una fiesta para homenajear a un escritor, he recordado más la película Las horas que, basada en La señora Dalloway, nos presenta a Meryl Streep saliendo a comprar las flores por Manhattan y recordando el precioso inicio de la novela de Wolf. Ahí terminan para mí todas las similitudes.

Virginia Feito

La señora March está escrita en inglés y se publicó primero en Estados Unidos donde ha sido todo un acontecimiento literario. Incluso Elisabeth Moss ha comprado los derechos para adaptarla a la pantalla. Curiosamente, la traducción al castellano no la ha hecho la propia Virginia Feito. Las razones las explica en la entrevista que aparece en Lecturápolis, «Al no escribirla primero en castellano se me hacía raro hacer la traducción yo misma. Como todo lo que leo está en inglés y, a día de hoy, sigo sin entender  perfectamente el complemento indirecto (ríe), no me veía con la confianza de ponerme a traducir cuando hay traductores tan brillantes como Gemma Rovira». 

Hay varias curiosidades en este libro. Una de las que más me han llamado la atención es la ubicación temporal. No se mencionan los teléfonos móviles ni los ordenadores, lo que reafirma mi idea, tal vez ayudada por la portada, de que se ambienta en algún momento entre finales de los cincuenta y principios de los sesenta del pasado siglo, pero de repente una frase me descoloca, «De unos altavoces salía una voz masculina que leía un audiolibro con un relajante acento británico. Captó algunos fragmentos mientras se subía la ceñida falda y se bajaba las medias con cuidado de no hacerles ninguna carrera». ¿Audiolibros? ¿Conviviendo con medias en lugar de pantis? No lo sé. 

Lo otro que me ha llamado la atención es que siempre se apela a la protagonista como señora March, incluso cuando se cuentan sus peripecias de niña y adolescente se la llama señora March. Tan solo al final, en la última frase, se menciona su nombre de pila, y es un nombre que no me dice nada. Yo pensaba que ese nombre (ya sabía que se termina mencionando) tendría algún significado dentro de la historia. Tal vez lo tiene y a mí se me ha escapado. 

Confieso que abandoné la novela a los dos o tres capítulos. Tenía la sensación de que nada de lo que me contaba me podía interesar, pero algo me bullía por dentro y la retomé. No, no es el apasionante thriller que se nos trata de vender. Puede que a algún lector le aburran las vivencias más o menos locas de la señora March, pero a mí esas vivencias sí que terminaron por parecerme apasionantes. Como la propia autora ha dicho, no es La chica del tren, pero ¿quién echa de menos a la chica del tren teniendo a la señora March?

Título del libro: La señora March

Autora: Virginia Feito
Nacionalidad: España
Título original: Mrs. March

Traducción: Gemma Rovira Ortega

Editorial: Lumen

Año de publicación: 2022

Año de publicación original: 2021

Nº de páginas: 328