"El orden de día" Éric Vuillard
"Eran veinticuatro, junto a los árboles muertos de la orilla, veinticuatro gabanes de color negro, marrón o coñac, veinticuatro pares de hombros rellenos de lana, veinticuatro trajes de tres piezas y el mismo número de pantalones de pinzas con un amplio dobladillo". Veinticuatro hombres que entraron en el vestíbulo del Reichstag, el Parlamento, ese edificio que no tardando mucho, tan solo una semana después, se habrá convertido en "un amasijo de escombros humeantes". Porque estamos a 20 de febrero de 1933 y la noche del 27 al 28 de ese mismo mes el edificio del Reichstag se convertiría en una antorcha reflejándose en el Spree y dando el pretexto ideal para que Hitler, nombrado tan solo un mes antes canciller del Reich, atacara a sus enemigos políticos echando la culpa del incendio a los comunistas, terminara con los derechos civiles y decretara la pena de muerte para los delitos de alta traición.
Aquella reunión del 20 de febrero supuso el compromiso de grandes hombres de negocios y de la industria alemana con el nazismo. Se avecina una campaña electoral determinante, les informa Göring como presidente del Reichstag. Conviene que el resultado de dichas elecciones proporcione la estabilidad que todo hombre de negocios ambiciona. Y más en esa época turbulenta con la amenaza comunista y el poder de los sindicatos. "Y si el partido nazi alcanza la mayoría, añade Göring, estas elecciones serán las últimas durante los próximos diez años; e incluso —añade con una sonrisa— durante los próximos cien años". Imposible una mayor estabilidad para mayor gloria del capitalismo alemán.
Los reunidos en esa ocasión eran hombres que algunos nos suenan pos sus apellidos ligados a algunas empresas: Gustav Krupp, Carl von Siemens, Wilhelm Opel... pero las empresas involucradas suponen un escalofrío cuando se enumeran: Bayer, BMW, Daimler, IG Farben, Agfa, Shell, Schneider, Telefunken, Siemens, Opel, BASF, Allianz. De muchas de ellas se nos dice incluso de qué campos de exterminio sacaron la mano de obra esclava durante la guerra: "IG Farben en Dora-Mittelbau, en Gross-Rosen, en Sachsenhausen, en Buchenwald, en Ravensbrück, en Dachau, en Mauthausen, y explotaba una gigantesca fábrica en el campo de Auschwitz: IG Auschwitz, que de un modo totalmente impúdico figura con ese nombre en el organigrama de la firma". Pongo este ejemplo por ser el más relevante. Y vomitivo.
Los nazis perdieron la guerra, pero como los que los habían financiado nunca pierden, ahí están hoy en día, en nuestros garajes, en nuestras cocinas, en nuestros botiquines.. no sé qué harían hoy sus dirigentes de verse en la tesitura de febrero de 1933. No me gusta cargar a los hijos o a los nietos con los pecados de sus padres o abuelos, pero siguen columpiándose en las riquezas extraídas del sufrimiento, siguen apostando siempre a caballo vencedor y aunque el caballo resulte a la postre perdedor, ellos nunca pierden. Se bajarán del caballo antes de que se desplome y se subirán a otro más prometedor. "Todos ellos sobrevivirán al régimen y financiarán en el futuro a numerosos partidos a tenor de sus beneficios".
Pero no solo los grandes empresarios alemanes sufragaron con sus cuantiosas aportaciones (un millón de marcos, Gustav Krupp; cuatrocientos mil Georg von Schnitzler) el régimen y la guerra que propiciaría. Muchos políticos europeos facilitaron la labor de buena gana o, aun de mala gana, agacharon la cabeza o no tuvieron la perspicacia de ver claro o pensaron que dando al monstruo algo de comer se salvaría el grueso de las provisiones o sucumbieron a las presiones y al chantaje.
En noviembre de 1937, lord Halifax, presidente del Consejo británico, que había protestado entre otras cosas por la anexión del Sarre o el bombardeo de Guernica por parte de la legión Cóndor, viajó a Alemania en visita privada invitado por Hermann Göring, que para entonces era ministro del Aire y ya había creado la Gestapo. Muchas quejas y protestas para terminar escribiendo acerca de la visita: "«El nacionalismo y el racismo son fuerzas pujantes, ¡pero no las considero ni contra natura ni inmorales!»; y casi a continuación añade: «No me cabe duda de que esas personas odian de verdad a los comunistas. Y le aseguro que nosotros, de estar en su lugar, sentiríamos lo mismo»". Odiaban mucho a los comunistas, pero menos de dos años después se firmaría el pacto entre Alemania y la URRSS. Odiaban mucho a los comunistas, pero odiaban aún más a judíos, gitanos, homosexuales, opositores, discapacitados...
Halifax le había insinuado a Hitler que sus pretensiones sobre Austria y parte de Checoslovaquia, no serían vistas con malos ojos por parte del gobierno británico. No necesitaba su permiso el führer, pero como política de apaciguamiento no está mal. Hitler se anexionará Austria con el entusiasmo de los nazis austriacos, la presión y el chantaje sobre quienes podían oponérsele y la oposición de casi nadie ni dentro ni fuera, en marzo de 1938 "Durante la mañana del 12 de marzo, los austriacos esperaron la llegada de los nazis febrilmente, con un júbilo indecente [...] ¡Viena, les ofrecieron todos tus bombones, todas tus ramas de abeto, toda el agua del Danubio, todos los vientos de los Cárpatos, tu Ring, tu castillo de Schönbrunn, su salón chino, la habitación de Napoleón, el cadáver del rey de Roma, el sable de las Pirámides! ¡Todo!".
En octubre del mismo año invadirá los Sudetes, zona de Checoslovaquia en la que la población alemana suponía alrededor de un treinta por cien. No teme represalias Hitler por esta segunda anexión. Hace unos días, el 29 de septiembre de 1938, ha tenido lugar la Conferencia de Múnich y en ella, Chamberlain y Daladier, primer ministro ingles y francés respectivamente, le han vendido a Hitler Checoslovaquia a precio de saldo con su firma. Menos de diez días después, entre el uno y el diez de octubre, el führer se cobra su deuda ratificada en los acuerdos de Munich con la vergonzosa firma del pacto.
"Se abruma a la Historia, se pretende que ésta obliga a adoptar poses a los protagonistas de nuestros tormentos. No veremos nunca el dobladillo mugriento, el hule amarillento, la matriz del talonario, la mancha de café. Tan sólo nos mostrarán el perfil amable de los acontecimientos. Con todo, si miramos bien, en la fotografía donde aparecen Chamberlain y Daladier, en Múnich, justo antes de la firma, a la vera de Hitler y Mussolini, los Primeros Ministros inglés y francés no parecen muy ufanos. Aun así, firman. Tras cruzar las calles de Múnich entre los vítores de una inmensa multitud que los recibe con los saludos nazis, firman. Se los ve, a uno, a Daladier, sombrero encasquetado, un tanto incómodo, haciendo pequeños ¡holas!, al otro, a Chamberlain, hat en mano, esbozando una amplia sonrisa. Este infatigable artesano de la paz, como lo llaman los noticiarios de la época, asciende la escalinata, en blanco y negro para la eternidad, entre dos hileras de soldados nazis". (Larga la cita, pero no me he podido resistir a la belleza de la prosa de Vuillard).
Como por desgracia, todos sabemos, de nada sirvió esa política de apaciguamiento. Hitler no quería ser apaciguado, quería conquistar Europa para conseguir su Lebensraum, su espacio vital que irían arrebatando a los pueblos que consideraban inferiores, sobre todo eslavos y judíos. Hubo que esperar al 1 de Septiembre de 1939 para que, ante la invasión de Polonia, Inglaterra y Francia declararan la guerra.
Pero de la guerra ya no nos habla Éric Vuillard, porque lo que él nos cuenta en este libro son los previos, las ayudas que la posibilitaron, las cegueras más o menos interesadas que no la impidieron, el miedo paralizante que con su silencio la hizo posible.
No me gusta descontextualizar ni juzgar hechos de 1933 o 1938 con la perspectiva actual; sabiendo todo lo que se ha sabido luego, sobre todo después de 1945 en que los rusos y los estadounidenses fueron desentrañando el horror que, aunque sospechado, nunca se creyó tan rotundo. Ahora no hay duda de que Hitler era una reencarnación del demonio, al menos para los que creen en él. Para el resto, era sencillamente un mal hombre, un ser ensoberbecido por algún oculto complejo, incapaz de ponerse en la piel ajena y convencido de que el mundo le debía algo que tenía derecho a cobrarse sin tardanza. Pero en 1933 y 1938, Hitler era un bastión contra el comunismo (también Franco lo era por la misma época y lo sería aún más terminada la guerra mundial). Era racista y nacionalista, pero había sacado a Alemania de la ruina y le había devuelto el orgullo de los pueblos elegidos, tan maltratada tras la Gran Guerra y el Tratado de Versalles, pero ya había dicho lord Halifax que el racismo y el nacionalismo no eran características aberrantes o contra natura. No, no era lo mismo el concepto de Hitler y el nazismo en 1933 o en 2017, pero tampoco nos engañemos, tampoco creamos en la buena fe basada en la ignorancia de los banqueros y empresarios alemanes. Cuando fueron conscientes de todo el horror desencadenado por el nazismo, se apresuraron a aprovecharlo para enriquecerse aún más con mano de obra esclava cuya esperanza de vida se extendía a unos meses; los justos para que su uso resultara rentable, los suficientes y ni uno más para que el cociente beneficio obtenido/gasto en alimentación fuera positivo.
Aunque he visto el libro calificado como novela, no me lo parece, tampoco me parece un ensayo. Su cuidada prosa, casi poética en ocasiones, lo aleja del ensayo, pero la perfecta documentación y el rigor de los hechos históricos que se narran lo ponen fuera del alcance de la novela. Es un libro hermoso a la vez que interesante y doloroso, merecedor del Premio Goncourt en 2017. Es tal vez el deseo del autor de cambiar la historia, de detener algunos hechos para siempre con el afán insuperable e inconquistable de cambiar el horror que estaba a punto de desencadenarse sobre Europa en aquel febrero de 1933. Y así, cuando Éric Vuillard contempla a los empresarios que se van a reunir en aquella asamblea que nunca figuró en ningún orden del día piensa que la literatura todo lo permite y "por lo tanto, yo podría hacerles dar vueltas hasta el infinito en la escalera de Penrose, ellos jamás podrían volver a bajar ni a subir, harían siempre ambas cosas a la vez. Y, en realidad, ése es en cierto modo el efecto que nos producen los libros. El tiempo de las palabras, compacto o líquido, impenetrable o espeso, denso, dilatado, granuloso, petrifica los movimientos, hechiza y aturde. Nuestros personajes permanecerán confinados en el palacio para siempre, como en un castillo encantado". Pero no, parece ser que no todo lo puede la literatura.
Título del libro: El orden del día
Aquella reunión del 20 de febrero supuso el compromiso de grandes hombres de negocios y de la industria alemana con el nazismo. Se avecina una campaña electoral determinante, les informa Göring como presidente del Reichstag. Conviene que el resultado de dichas elecciones proporcione la estabilidad que todo hombre de negocios ambiciona. Y más en esa época turbulenta con la amenaza comunista y el poder de los sindicatos. "Y si el partido nazi alcanza la mayoría, añade Göring, estas elecciones serán las últimas durante los próximos diez años; e incluso —añade con una sonrisa— durante los próximos cien años". Imposible una mayor estabilidad para mayor gloria del capitalismo alemán.
Los reunidos en esa ocasión eran hombres que algunos nos suenan pos sus apellidos ligados a algunas empresas: Gustav Krupp, Carl von Siemens, Wilhelm Opel... pero las empresas involucradas suponen un escalofrío cuando se enumeran: Bayer, BMW, Daimler, IG Farben, Agfa, Shell, Schneider, Telefunken, Siemens, Opel, BASF, Allianz. De muchas de ellas se nos dice incluso de qué campos de exterminio sacaron la mano de obra esclava durante la guerra: "IG Farben en Dora-Mittelbau, en Gross-Rosen, en Sachsenhausen, en Buchenwald, en Ravensbrück, en Dachau, en Mauthausen, y explotaba una gigantesca fábrica en el campo de Auschwitz: IG Auschwitz, que de un modo totalmente impúdico figura con ese nombre en el organigrama de la firma". Pongo este ejemplo por ser el más relevante. Y vomitivo.
Los nazis perdieron la guerra, pero como los que los habían financiado nunca pierden, ahí están hoy en día, en nuestros garajes, en nuestras cocinas, en nuestros botiquines.. no sé qué harían hoy sus dirigentes de verse en la tesitura de febrero de 1933. No me gusta cargar a los hijos o a los nietos con los pecados de sus padres o abuelos, pero siguen columpiándose en las riquezas extraídas del sufrimiento, siguen apostando siempre a caballo vencedor y aunque el caballo resulte a la postre perdedor, ellos nunca pierden. Se bajarán del caballo antes de que se desplome y se subirán a otro más prometedor. "Todos ellos sobrevivirán al régimen y financiarán en el futuro a numerosos partidos a tenor de sus beneficios".
Pero no solo los grandes empresarios alemanes sufragaron con sus cuantiosas aportaciones (un millón de marcos, Gustav Krupp; cuatrocientos mil Georg von Schnitzler) el régimen y la guerra que propiciaría. Muchos políticos europeos facilitaron la labor de buena gana o, aun de mala gana, agacharon la cabeza o no tuvieron la perspicacia de ver claro o pensaron que dando al monstruo algo de comer se salvaría el grueso de las provisiones o sucumbieron a las presiones y al chantaje.
En noviembre de 1937, lord Halifax, presidente del Consejo británico, que había protestado entre otras cosas por la anexión del Sarre o el bombardeo de Guernica por parte de la legión Cóndor, viajó a Alemania en visita privada invitado por Hermann Göring, que para entonces era ministro del Aire y ya había creado la Gestapo. Muchas quejas y protestas para terminar escribiendo acerca de la visita: "«El nacionalismo y el racismo son fuerzas pujantes, ¡pero no las considero ni contra natura ni inmorales!»; y casi a continuación añade: «No me cabe duda de que esas personas odian de verdad a los comunistas. Y le aseguro que nosotros, de estar en su lugar, sentiríamos lo mismo»". Odiaban mucho a los comunistas, pero menos de dos años después se firmaría el pacto entre Alemania y la URRSS. Odiaban mucho a los comunistas, pero odiaban aún más a judíos, gitanos, homosexuales, opositores, discapacitados...
Halifax le había insinuado a Hitler que sus pretensiones sobre Austria y parte de Checoslovaquia, no serían vistas con malos ojos por parte del gobierno británico. No necesitaba su permiso el führer, pero como política de apaciguamiento no está mal. Hitler se anexionará Austria con el entusiasmo de los nazis austriacos, la presión y el chantaje sobre quienes podían oponérsele y la oposición de casi nadie ni dentro ni fuera, en marzo de 1938 "Durante la mañana del 12 de marzo, los austriacos esperaron la llegada de los nazis febrilmente, con un júbilo indecente [...] ¡Viena, les ofrecieron todos tus bombones, todas tus ramas de abeto, toda el agua del Danubio, todos los vientos de los Cárpatos, tu Ring, tu castillo de Schönbrunn, su salón chino, la habitación de Napoleón, el cadáver del rey de Roma, el sable de las Pirámides! ¡Todo!".
En octubre del mismo año invadirá los Sudetes, zona de Checoslovaquia en la que la población alemana suponía alrededor de un treinta por cien. No teme represalias Hitler por esta segunda anexión. Hace unos días, el 29 de septiembre de 1938, ha tenido lugar la Conferencia de Múnich y en ella, Chamberlain y Daladier, primer ministro ingles y francés respectivamente, le han vendido a Hitler Checoslovaquia a precio de saldo con su firma. Menos de diez días después, entre el uno y el diez de octubre, el führer se cobra su deuda ratificada en los acuerdos de Munich con la vergonzosa firma del pacto.
"Se abruma a la Historia, se pretende que ésta obliga a adoptar poses a los protagonistas de nuestros tormentos. No veremos nunca el dobladillo mugriento, el hule amarillento, la matriz del talonario, la mancha de café. Tan sólo nos mostrarán el perfil amable de los acontecimientos. Con todo, si miramos bien, en la fotografía donde aparecen Chamberlain y Daladier, en Múnich, justo antes de la firma, a la vera de Hitler y Mussolini, los Primeros Ministros inglés y francés no parecen muy ufanos. Aun así, firman. Tras cruzar las calles de Múnich entre los vítores de una inmensa multitud que los recibe con los saludos nazis, firman. Se los ve, a uno, a Daladier, sombrero encasquetado, un tanto incómodo, haciendo pequeños ¡holas!, al otro, a Chamberlain, hat en mano, esbozando una amplia sonrisa. Este infatigable artesano de la paz, como lo llaman los noticiarios de la época, asciende la escalinata, en blanco y negro para la eternidad, entre dos hileras de soldados nazis". (Larga la cita, pero no me he podido resistir a la belleza de la prosa de Vuillard).
Como por desgracia, todos sabemos, de nada sirvió esa política de apaciguamiento. Hitler no quería ser apaciguado, quería conquistar Europa para conseguir su Lebensraum, su espacio vital que irían arrebatando a los pueblos que consideraban inferiores, sobre todo eslavos y judíos. Hubo que esperar al 1 de Septiembre de 1939 para que, ante la invasión de Polonia, Inglaterra y Francia declararan la guerra.
Éric Vuyllard |
No me gusta descontextualizar ni juzgar hechos de 1933 o 1938 con la perspectiva actual; sabiendo todo lo que se ha sabido luego, sobre todo después de 1945 en que los rusos y los estadounidenses fueron desentrañando el horror que, aunque sospechado, nunca se creyó tan rotundo. Ahora no hay duda de que Hitler era una reencarnación del demonio, al menos para los que creen en él. Para el resto, era sencillamente un mal hombre, un ser ensoberbecido por algún oculto complejo, incapaz de ponerse en la piel ajena y convencido de que el mundo le debía algo que tenía derecho a cobrarse sin tardanza. Pero en 1933 y 1938, Hitler era un bastión contra el comunismo (también Franco lo era por la misma época y lo sería aún más terminada la guerra mundial). Era racista y nacionalista, pero había sacado a Alemania de la ruina y le había devuelto el orgullo de los pueblos elegidos, tan maltratada tras la Gran Guerra y el Tratado de Versalles, pero ya había dicho lord Halifax que el racismo y el nacionalismo no eran características aberrantes o contra natura. No, no era lo mismo el concepto de Hitler y el nazismo en 1933 o en 2017, pero tampoco nos engañemos, tampoco creamos en la buena fe basada en la ignorancia de los banqueros y empresarios alemanes. Cuando fueron conscientes de todo el horror desencadenado por el nazismo, se apresuraron a aprovecharlo para enriquecerse aún más con mano de obra esclava cuya esperanza de vida se extendía a unos meses; los justos para que su uso resultara rentable, los suficientes y ni uno más para que el cociente beneficio obtenido/gasto en alimentación fuera positivo.
Aunque he visto el libro calificado como novela, no me lo parece, tampoco me parece un ensayo. Su cuidada prosa, casi poética en ocasiones, lo aleja del ensayo, pero la perfecta documentación y el rigor de los hechos históricos que se narran lo ponen fuera del alcance de la novela. Es un libro hermoso a la vez que interesante y doloroso, merecedor del Premio Goncourt en 2017. Es tal vez el deseo del autor de cambiar la historia, de detener algunos hechos para siempre con el afán insuperable e inconquistable de cambiar el horror que estaba a punto de desencadenarse sobre Europa en aquel febrero de 1933. Y así, cuando Éric Vuillard contempla a los empresarios que se van a reunir en aquella asamblea que nunca figuró en ningún orden del día piensa que la literatura todo lo permite y "por lo tanto, yo podría hacerles dar vueltas hasta el infinito en la escalera de Penrose, ellos jamás podrían volver a bajar ni a subir, harían siempre ambas cosas a la vez. Y, en realidad, ése es en cierto modo el efecto que nos producen los libros. El tiempo de las palabras, compacto o líquido, impenetrable o espeso, denso, dilatado, granuloso, petrifica los movimientos, hechiza y aturde. Nuestros personajes permanecerán confinados en el palacio para siempre, como en un castillo encantado". Pero no, parece ser que no todo lo puede la literatura.
Título del libro: El orden del día
Autor: Éric Vuillard
Nacionalidad: Francia
Título original: L'Ordre du jour
Nacionalidad: Francia
Título original: L'Ordre du jour
Traducción: Javier Albiñana
Editorial: Tusquets
Año de publicación: 2018
Año de publicación original: 2017
¡Pues no! todo no lo puede la literatura, ¿Ojalá así fuera! y se pudiera aniquilar al malvado o más bien abortarlo en el seno materno para que este no diera los frutos podridos y diera pábulo a los cuatro jinetes del apocalipsis.
ResponderEliminarlas guerras, no nos engañemos siempre se originaron por intereses económicos, por la ambición de unos pocos de abarcar el máximo. los empresarios que apoyaron al régimen fueron las avezadas águilas cazadoras de fortuna que más tarde se convertirían en buitres carroñeros de despojos humanos.
Cuando hablamos del poder en la sombra no pensamos en ordenes masonas ni iluminatis ni nada por el estilo. cuando hablamos del poder en la sombra nos referimos a las grandes multinacionales que han cambiado poco a pesar de los años. Solo hace falta ver a las grandes compañías eléctricas y petroleras o del sector de la automoción, como hace algunos años se resistían al cambio de energías limpias, y de la noche a la mañana por interés espúreo se transforman en adalides de las energías renovables. No hay mayor hipocresía que la de los que ostentan el poder y acaparan la riqueza.
Los poderosos siempre ganan estén del lado que estén. Algunos conflictos hasta parecería que los han pactado entre los de ambos lados para beneficiarse cada uno en su bando.
EliminarLa verdad es que da rubor ver a compañías como Iberdrola erigiéndose en abanderados de la defensa del medio ambiente y contra el cambio climático, pero tienes toda la razón: se abonarán a lo que sea siempre que les reporte algún beneficio. Hoy a dios y mañana al diablo, pero siempre a favor de sus cuentas corrientes y sus cotas de poder. Y como son los que tienen el poder, son siempre los vencedores.
Un beso.
Y un beso, que se me olvidó con tanto discurso.
ResponderEliminarY ¡Felices fiestas! naturalmente.
Pues otro beso y felices fiestas también para ti.
EliminarInteresantísimo y muy necesario en este momento en que parece empezamos a olvidar esa parte de la historia y resurgen cuestiones que suponíamos superadas. Me ha encantado tu reseña, Rosa y lo que dices sobre esa forma de contar a medio camino entre el ensayo y la novela. Apunto la recomendación. Un beso.
ResponderEliminarTodo lo que cuenta es tan histórico y está tan bien documentado que, en rigor, yo diría que es un ensayo. Además cuenta los hehcos sin ayuda de la ficción. Lo que lo aleja del ensayo es el lenguaje, por momentos poético y de una belleza que no se suele encontrar en los ensayos, de lenguaje más frío y directo. Muy a tener en cuenta.
EliminarUn beso y feliz navidad.
Como ya sabes, también me absorbió la prosa de Vuillard y es cierto, resulta difícil de clasificar. Es interesante los momentos que escoge como apertura y cierre: la llegada al Reichstag que has transcrito y los pasajeros fantasmas del viejo y demente Krupp.
ResponderEliminarLa indignación recorre todo el relato, pero el autor sabe adobarla de sarcasmo. Un punto que me gustó.
Una lectura muy necesaria de Goncourt 2017 (tienes una errata en la fecha), gran reseña Rosa.
Un abrazo.
Lo tenía apuntado desde hace bastante tiempo. Me lo recomendó una compañera de tertulia, pero tú, con tu reseña, le diste el empujón final que me ha llevado por fin a leerlo. No sabes cuánto te lo agradezco.
EliminarSarcasmo e ironía que recorren todo el libro y que están teñidos de una inmensa amargura por lo que fue y tal vez podría haberse evitado, aunque no creo porque Hitler quería la guerra a toda costa.
Gracias por avisarme de la errata. Me había ido varios siglos al futuro.
Un beso y feliz navidad.
Es un libro del que tengo noticia hace ya varios meses y siempre con valoraciones positivas. Sin embargo, no he querido indagar más sobre él para no caer en la tentación de añadir más libros a la interminable lista de pendientes. El caso es que entre la reciente reseña de Gerardo y ahora la tuya no es que me lo hagáis irresistible sino, más bien, necesario. Creo que es una lectura que me va a indignar sobremanera pero que debo afrontar.
ResponderEliminarEstoy muy de acuerdo en lo que dices de contextualizar y que no se debe juzgar una vez conocidas las consecuencias de los hechos, pero también en que hubo más interés despreocupado e irresponsable que ingenuidad. El tema de los herederos, que evidentemente no deben cargar con culpas pasadas, pero que sin embargo se benefician de ellas, también es peliagudo.
En fin, veremos si en el 2020 le hago un hueco.
Besos
No es un libro muy largo y yo creo que es de los que merecen ir de cabeza a la lista y saltar por encima de muchos. Indigna, pero sobre todo proporciona conocimientos de muchos hechos que explican, si es que eso es posible, cómo se gestó el desastre. Algunos hechos ya los conocía como los Pactos de Munich y detalles de la anexión de Austria, pero de otros no tenía ni idea y ha sido muy positivo leerlos.
EliminarAcerca de los herederos hay alguna cosa muy contundente, lo que pasa es que no cabe todo en una reseña.
Seguro que en algún momento de 2020 te cabe este libro.
Un beso y feliz navidad.
Muy feliz Navidad💚😙
ResponderEliminarLo mismo os deseo. Y un año 2020 maravilloso.
EliminarUn beso.
Un libro interesantísimo. Resulta evidente que no solo es culpable el líder, sino, tanto a más, los que le alaban, le ayudan, le siguen con todas sus consecuencias. Hombres de negocios, banqueros (en España la Banca March sin ir más lejos), la burguesía y gente "de bien", hicieron posible esa barbarie, esa monstruosidad, por el interés de construir un país fuerte y anticomunista. Racismo y totalitarismo se unieron a favor de una Europa aria. Desde luego, esta obra debe ser un manual sobre una historia descrita para acusar a los que propiciaron ese horror para enriquecerse aun más.
ResponderEliminarSolo me cabe añadir que espero que la historia no se repita, pues estamos viendo algunas similitudes en nuestro continente y en nuestro país.
Una estupenda reseña.
Un beso.
El poder y la "gente de bien" o más bien la"gente bien" siempre intentan salir indemnes de cualquier conflicto y para empezar siempre escogen los regímenes autoritarios que van a jugar a su favor, pero si estos se derrumban, se agarran a lo que haya.
EliminarEl libro habla de esos empresarios que apoyaron a Hitler para enriquecerse, pero más interesante, si cabe, es la ceguera de los políticos franceses e ingleses ante lo que se les venía encima y la, hasta cierto punto, connivencia con alguno de los postulados de Hitler, como es el antisemitismo.
Y sí, en el mundo nunca ha dejado de haber esas tendencias nacionalistas y racistas, pero parece que recrudecen en este inicio de siglo.
Un beso y feliz navidad.
Fenomenal tu reseña sobre este libro (¿novela?) de Eric Vuillart que ganó el Goncourt en 2018. Precisamente es el libro que Salvador Maella, el otro yo de Pedro Almodóvar en "Dorlor y Gloria", lleva en sus manos en una secuencia de la película. El mismo Almodóvar que en este film introduce muchos elementos físicos y conceptuales de la literatura afirma en alguna entrevista que he leído que el de Vuillart lo puso en manos del personaje de Antonio Banderas porque le había entusiasmado y porque Eric Vuillart -cito a Almodóvar- 'bascula entre la Historia con mayúscula y las pequeñas historias que se ocultan bajo las alfombras de los grandes despachos". O sea la vida misma y particular de cada uno que se desarrolla dentro del marco general de la época y momento histórico que haya tocado vivir.
ResponderEliminarMe pongo ahora mismo a buscar este libro. Todo lo que comentas me lleva a él. Entre otras cosas la pervivencia de las marcas que todos hoy tenemos en nuestros garajes, cocinas o salones a pesar de que teóricamente bramemos contra los movimientos inhumanos que estas empresas contribuyeron a apuntalar. Como tú, creo que no hay que descontextualizar las cosas, pero sí creo que hay que aprender de la Historia. Nacionalismos y empresas sostenedoras de ideologías ensoberbecidas no hay que irse hasta 1933 para ver cómo se entienden, muy cerca en el tiempo y en el espacio las tenemos hoy. No obstante cada época las disfraza de una manera distinta: anticomunistas, populistas, progresistas..., todo 'según nos vaya bien' que cantaba el genial Javier Krahe.
Muchas gracias por tan buena reseña.
Un beso
Es cierto lo de Almodóvar y su última película. Identifiqué el libro según lo vi porque ya entonces lo tenía en mi lista aunque he tardado varios meses en leerlo.
EliminarHace años, en un documental, me enteré de que la empresa Prosegur se formó con dinero robado a los desaparecidos y muertos durante la dictadura de Argentina. Yo sabía que Bayer y alguna empresa más había colaborado con Hitler pero lo que cuenta este libro al respecto estremece de pura ruindad.
Es muy recomendable este libro que es premio Goncourt en 2017, no en el 2018. Estoy segura de que te gustaría mucho.
Un beso y feliz Navidad.
La famosa firma Loewe fue sinónimo de refinamiento español hasta que la compró un empresario creo que francés. Resulta que el origen de la fortuna, y del apellido, viene de un nazi huido de la Segunda Guerra Mundial al que Franco dio cobijo.
ResponderEliminarMe apunto esta obra.
Besos
Nos quedaríamos alucinados si salieran todas las fortunas de empresas que se forraron con los expolio nazis y de otro tipo (en Argentina, en Chile etc). Es terrible cómo la desgracia de algunos alimenta a otros que saben aprovecharse.
EliminarUn beso y feliz Navidad.
Segur
Un libro muy interesante Rosa y mucho material para reflexionar, ojalá aprendamos de los errores pasados que no se yo. Me lo llevo apuntado. Besinos y Feliz Navidad.
ResponderEliminarNunca se aprende de los errores pasados porque siempre se piensa que el resultado va a ser diferente y ya dijo un sabio que no se puede hacer lo mismo y esperar resultados diferentes, pero ni de los sabios se aprende.
EliminarUn beso y feliz Navidad.
¡Hola!
ResponderEliminarPues me parece muy interesante esta no no vela no ensayo, jejejeje. Y me gusta mcuho eso de no juzgar ni contextualizar con la perspectiva ac tual hechos de hace tanto tiempo, demuestrasmucha inteligencia.
Un placer leerte, como siempre. Aprovecho para desearte muy felices fiestas y un 2020 estupendo
Es que juzgar con la visión del siglo XXI acontecimientos de siglos anteriores es injusto y poco realista. Aunque entonces no se sabía lo que iba a suponer el nazismo no quita que todos se aprovecharan de las circunstancias.
EliminarUn beso y feliz Navidad y año 2020 también para ti.
¡Hola, Rosa! Y lo peor es que creo que (Nacionalismo + racismo + enemigo exterior) es una fórmula no superada a día de hoy. Es más, diría que las redes sociales han potenciado su éxito, maximizando los principios de control de masas que ya propuso Goebbels, y no hace falta buscar mucho en los periódicos para comprobar que sigue dando réditos a los políticos sean del color que sean. Esa fórmula es una amenaza permanente frente a la que estar alerta, y rezar para que no aparezca algún nuevo Hitler capaz de vehicularlo al horror. Aunque, no nos engañemos, el problema es cuando se forma la masa que sigue ciegamente al líder. Lectura siempre imprescindible. Aprovecho para desearte unas muy felices navidades y un 2020 con las mismas lecturas que este año, creo que más sería materialmente imposible, je, je, je... Un fuerte abrazo!!
ResponderEliminarEl siglo XX empezó con la Gran Guerra que fue originada por puro nacionalismo y continuó con los desastres que causó el nacionalismo y veo que en el XXI la cosa va a peor. Esa necesidad de despreciar a los extranjeros a los otros, ese afán de crear "otros" donde no debería haberlos.
EliminarAh, las masas, qué miedo me dan las masas y, si como dices, aparece un líder que las maneje... Esperemos que no aparezca.
Un beso y feliz Navidad.
Hay episodios diversos que contribuyeron al alzamiento del nazismo, y aún cuando tuvieron una importancia capital para el objetivo logrado... la Historia no los registró con letras mayúsculas, como si determinados resortes del poder dictasen los renglones de los historiadores; nada extraño, las redes del poder económico penetran en todos los ámbitos.
ResponderEliminarHay muy buena literatura que se ha nutrido de la letra minúscula de la historia (letra minúscula por la poca difusión, no por la trascendencia), y que, paradójicamente, ha producido obras mayúsculas, parece ser el caso de ésta de Vuillard que nos presentas, tan bien como siempre.
En ese sentido, amiga Rosa, no me resisto a recomendarte una obra maestra, "Mefisto" de Klaus Mann (el hijo de Thomas Mann, a quien, con esta obra, la crítica señaló que había igualado, o incluso superado, al padre, si un día tienes tiempo busca Klaus Mann por mi índice, te gustará, lo sé).
Ni que decir tiene que tus líneas sobre este ensayo, o lo que sea, me han seducido por completo.
Te deseo unas tranquilas y agradables navidades, amiga Rosa.
Un beso.
Es un libro totalmente seductor. Lo que cuenta y cómo lo cuenta es para no dejarlo pasar.
EliminarIntereses y cortedad de vista por parte de unos y otros desembocaron en aquella carnicería que tampoco creo que hubiera podido evitarse. Pero verlo así escrito pone los pelos de punta.
Buscaré esa reseña que dices y el libro. De momento, te recomiendo este porque sé que te gustará.
Un beso y feliz Navidad para ti también
Es un libro que me ha gustado mucho, y lo he recomendado a quien me ha sugerido lectura.
ResponderEliminarCreo que el autor acierta en el estilo narrativo, tanto como en la elección del momento histórico. Como tú señalas, esas mismas empresas están presentes hoy en la vida cotidiana.
Me alegra saber que has disfrutado de esta lectura, tanto como yo.
Un beso, Rosa, y mi deseo de un feliz 2020 para ti y los tuyos.
Es un libro muy bueno, muy documentado y muy bellamente escrito. Lo que cuenta, aunque mayoritariamente conocido, no deja de sorprender y estremecer cuando se vuelve a leer tan bien narrado.
EliminarHa sido una de las mejores lecturas de 2019.
Un beso y muy feliz año nuevo para ti también.
Que extraordinaria reseña. Te puedo asegurar que este libro lo leeré en breve, me gusta la temática y me has convencido plenamente. Igual lo traen los reyes magos.
ResponderEliminarBesos y feliz año nuevo!!!
Un libro que me ha parecido fabuloso. Tanto por lo que cuenta como por cómo lo cuenta.
EliminarTe lo recomiendo sin duda. Un magnífico regalo de reyes.
Un beso y feliz año nuevo.