"Las reputaciones" Juan Gabriel Vásquez
"Y ahora, a sus sesenta y cinco años, la misma clase política que tanto había atacado y acosado y despreciado desde su trinchera, de la cual se había burlado sin miramientos ni respeto por lazos de amistad o de familia (y bastantes amigos había perdido por hacerlo, e incluso unos cuantos familiares), esa misma clase política había decidido poner la gigantesca maquinaria colombiana de la lambonería al servicio de un homenaje que por primera vez en la historia, y quizá por última, tenía a un caricaturista como destinatario". A sus sesenta y cinco años, Javier Mallarino, va a recibir el homenaje de todos aquellos a los que durante años acribilló con certeras frases y con acertadas caricaturas desde los medios de comunicación. No importa cuando alguien es famoso, viejo y respetado como Mallarino que alguna vez te haya hecho diana de sus envenenados dardos. Hasta puede resultar un honor. ¿Qué se podría decir de cualquier político que durante aquellos años no hubiera sido objeto de las críticas gráficas de Mallarino?
Aunque no todo son políticos y damnificados en ese homenaje que se va a realizar en la sala principal del Teatro Colón. "«¿Sería en la sala Foyer?» «No, Javier, eso es lo que le estoy diciendo. Lo hacen en la principal.» «En la principal», dijo Mallarino. «Es lo que le estoy diciendo, hombre. La cosa va en serio.»". No, allí también estará Rodrigo Valencia, el director de El Independiente, periódico que durante tres décadas ha publicado a diario las caricaturas de Mallarino. También estará Magdalena, su ex mujer y madre de su hija, de la que lleva separado tantos años. Y habrá amigos, pocos, nunca ha sido muy dado a la vida social y además ha ido perdiendo algunos entre la tinta húmeda de sus caricaturas y sus frases hirientes como solo hiere la verdad. Y habrá una joven reportera que le solicita una entrevista... y hasta Ricardo Rendón, el más grande caricaturista político de la historia colombiana, muerto hace setenta y nueve años, se deja ver poco antes del homenaje mientras a Mallarino le embolan los zapatos en una terraza del parque.
Rendón ha sido su inspiración y su antecesor en el oficio, porque aunque Mallarino había querido ser pintor, las caricaturas fueron un medio mejor de ganarse la vida y, finalmente, el único medio, porque además sus caricaturas políticas le habían llevado a ser en el siglo XXI lo que había sido Rendón en los años treinta del XX: "un hombre capaz de causar la revocación de una ley, trastornar el fallo de un magistrado, tumbar a un alcalde o amenazar gravemente la estabilidad de un ministerio, y eso con las únicas armas del papel y la tinta china". Un hombre más poderoso a la postre que muchos de los que cayeron fulminados (literalmente alguna vez) bajo el peso de esa tinta china. Y eso es así aunque en la calle nadie le conozca desde que se retiró, hace ya tantos años, a su casa de la montaña.
Recibe el homenaje, conversa con su mujer (no así con su hija que no puede acudir, siempre con sus compromisos en Médicos sin Fronteras), concierta una visita con la joven periodista para dos días después... y no sospecha ni por lo más remoto que esa entrevista va a poner su mundo patas arriba o a hacerle consciente de lo patas arriba que está desde hace ya muchos años. Y es que Samanta Leal no es la periodista que dice ser y se ha metido en casa de Mallarino para recordar, para que le cuenten, para poder saber al fin qué es lo que pasó en esa casa de la montaña cuando fue de niña, con siete años, invitada por su amiga Beatriz a una fiesta que daba el padre de esta para inaugurar la casa tras la reciente mudanza y separación de Magdalena.
Y Mallarino recuerda y le cuenta los acontecimientos de aquella noche, y confía en que ella sepa rellenar sus propias lagunas, las de él, que las tiene, porque como buen humano, por mucho poder que ya por entonces tuviera, y pronto se iba a ver, aún no era capaz de estar en varios sitios a la vez. Pero ella no recuerda nada y las lagunas quedan inundadas sin que ningún recuerdo de la muchacha sea capaz de colmatarlas y llenar las dudas de Mallarino con certezas que, tantos años después, le permitan saber si todo lo sucedido realmente mereció la pena, si estaba justificado, si había motivos.
Mallarino ha vivido cómo él dice sin casarse con nadie. Ni familiares ni amigos se han visto libres de sus aguijonadas cubiertas de miel (poca miel y mucho aguijón). Hasta Magdalena que siempre había estado de su parte, empezó a alarmarse. "«Pero es que son nuestros amigos, Javier.» «Pues cambiamos de amigos», repuso el. «¿Y la familia? ¿También cambiamos de familia?» «Si toca, toca», dijo Mallarino". Y es que estaba en juego su reputación.
Y si la familia, si los amigos no le importaban ¿cómo iba a importarle Adolfo Cuéllar, aquel político al que ya había caricaturizado en todas las formas y con todas las palabras posibles? ¿aquél que se había presentado en su casa aquella tarde de fiesta inaugural humillándose hasta la repulsión, pidiendo casi perdón y rogando por su familia que no lo volviera a hacer objeto de sus burlas? ¿Cómo iba a importarle aquel hombre abyecto que tan poco valoraba su propia reputación? Mallarino, que se había ganado su buena reputación y el prestigio a base de trabajo, a base de sacrificar familiares y amigos ¿qué no haría con un político servil que a medida que hablaba "caía más y más bajo en la humillación y la desvergüenza"? No, Javier Mallarino no se casaba con nadie.
Pero aquellos acontecimientos tuvieron un resultado inesperado. Mallarino no se sintió culpable, tan seguro estaba de los hechos o, más que de los hechos, de su derecho a juzgar, a poner en evidencia, a publicar cada día la caricatura más llamativa, la que más pudiera captar la atención del público, porque por mucho que en el discurso de su homenaje declarara que "Los grandes caricaturistas no esperan el aplauso de nadie, ni dibujan para conseguirlo: dibujan para molestar, para incomodar, para que los insulten. A mí me han insultado, me han amenazado, me han declarado persona non grata, me han prohibido la entrada a restaurantes, me han excomulgado", él sí espera el aplauso y la admiración y el prestigio. Y mantener su reputación. Y para ello, no pensó demasiado antes de la caricatura de aquel día, la que iba a minar para siempre la reputación de Cuéllar. No pensó si las acusaciones serían ciertas, ni siquiera se molestó demasiado en concretar esas acusaciones.
Y no solo la vida de Mallarino se trastoca aquel día de la entrevista con Samanta, veintiocho años después de los hechos, también la de la propia joven, porque queriendo saber lo que ignoraba se ha encontrado con conocimientos que no habría querido tener. "¿No era mejor que todo se quedara como estaba? ¿No estaba yo muy bien así, sin saber esto que ahora sé?". Y si el mundo de Samanta se tambalea por los recuerdos que Mallarino ha puesto en su cabeza, el del caricaturista se puede venir abajo por lo que la joven no recuerda y él ignora. "Porque si ella no sabe, usted tampoco", le dirá Rodrigo Valencia. Y si él no sabe puede que toda su reputación se venga abajo. No porque pudiera haberse equivocado hace tantos años, sino por la propia ignorancia. Opinar sobre lo que se ignora es humillante. Lo es sobre todo si los demás lo descubren. "No importaba quién tuviera la razón de su lado. No importaban la justicia o la injusticia. Sólo una cosa le gustaba al público más que la humillación, y era la humillación de quien ha humillado".
"Las reputaciones" es una novela que trata de las reputaciones que se erigen sobre la dignidad y el prestigio ajenos; de si existe el derecho a hacerlo, sobre todo, cuando ni siquiera los hechos que se critican están claros. "Las reputaciones" es una historia sobre esas personas que, endiosadas con su valía y el aplauso del público, se sienten con derecho a entrar en las vidas ajenas y ponerlas del revés, cuando no destrozarlas literalmente. Habla también sobre un hombre capaz de renunciar a todo por saber la verdad, por conseguir que otros sepan la verdad, aunque esa verdad pueda terminar con él mismo. ¿Hubiera renunciado a su homenaje de haber sabido lo que hoy ignora? "¿Qué habría hecho Rendón? ¿Habría recibido el homenaje con satisfacción, lo habría aceptado con resignación o cinismo? ¿Habría renunciado a él? Ah, pero Rendón renunció a su manera: el 28 de octubre de 1931 entró en la tienda de ultramarinos La Gran Vía, pidió una cerveza, hizo un dibujo y se pegó un tiro en la sien. En setenta y nueve años, nadie había sabido explicar por qué".
Esta es la segunda novela que leo de Juan Gabriel Vásquez. En 2012 leí "El ruido de las cosas al caer", que había obtenido el Premio Alfaguara el año anterior. Me gustó mucho esa novela y en cuanto salió "Las reputaciones" quedó apuntada en mi lista de pendientes, pero como pasa tantas veces fue quedando atrás superada por nuevos libros hasta que en la tertulia del instituto se propuso para este mes de diciembre. Me alegro mucho porque he desempolvado el libro de la lista e indagando sobre el escritor colombiano, ya tengo otros dos apuntados. Aunque lo de alegrarme es un decir. Por cada libro que sale, dos o más entran en la lista. Prefiero no intentar sacar conclusiones, aunque salen solas y no me gustan nada.
Aunque no todo son políticos y damnificados en ese homenaje que se va a realizar en la sala principal del Teatro Colón. "«¿Sería en la sala Foyer?» «No, Javier, eso es lo que le estoy diciendo. Lo hacen en la principal.» «En la principal», dijo Mallarino. «Es lo que le estoy diciendo, hombre. La cosa va en serio.»". No, allí también estará Rodrigo Valencia, el director de El Independiente, periódico que durante tres décadas ha publicado a diario las caricaturas de Mallarino. También estará Magdalena, su ex mujer y madre de su hija, de la que lleva separado tantos años. Y habrá amigos, pocos, nunca ha sido muy dado a la vida social y además ha ido perdiendo algunos entre la tinta húmeda de sus caricaturas y sus frases hirientes como solo hiere la verdad. Y habrá una joven reportera que le solicita una entrevista... y hasta Ricardo Rendón, el más grande caricaturista político de la historia colombiana, muerto hace setenta y nueve años, se deja ver poco antes del homenaje mientras a Mallarino le embolan los zapatos en una terraza del parque.
Rendón ha sido su inspiración y su antecesor en el oficio, porque aunque Mallarino había querido ser pintor, las caricaturas fueron un medio mejor de ganarse la vida y, finalmente, el único medio, porque además sus caricaturas políticas le habían llevado a ser en el siglo XXI lo que había sido Rendón en los años treinta del XX: "un hombre capaz de causar la revocación de una ley, trastornar el fallo de un magistrado, tumbar a un alcalde o amenazar gravemente la estabilidad de un ministerio, y eso con las únicas armas del papel y la tinta china". Un hombre más poderoso a la postre que muchos de los que cayeron fulminados (literalmente alguna vez) bajo el peso de esa tinta china. Y eso es así aunque en la calle nadie le conozca desde que se retiró, hace ya tantos años, a su casa de la montaña.
Recibe el homenaje, conversa con su mujer (no así con su hija que no puede acudir, siempre con sus compromisos en Médicos sin Fronteras), concierta una visita con la joven periodista para dos días después... y no sospecha ni por lo más remoto que esa entrevista va a poner su mundo patas arriba o a hacerle consciente de lo patas arriba que está desde hace ya muchos años. Y es que Samanta Leal no es la periodista que dice ser y se ha metido en casa de Mallarino para recordar, para que le cuenten, para poder saber al fin qué es lo que pasó en esa casa de la montaña cuando fue de niña, con siete años, invitada por su amiga Beatriz a una fiesta que daba el padre de esta para inaugurar la casa tras la reciente mudanza y separación de Magdalena.
Y Mallarino recuerda y le cuenta los acontecimientos de aquella noche, y confía en que ella sepa rellenar sus propias lagunas, las de él, que las tiene, porque como buen humano, por mucho poder que ya por entonces tuviera, y pronto se iba a ver, aún no era capaz de estar en varios sitios a la vez. Pero ella no recuerda nada y las lagunas quedan inundadas sin que ningún recuerdo de la muchacha sea capaz de colmatarlas y llenar las dudas de Mallarino con certezas que, tantos años después, le permitan saber si todo lo sucedido realmente mereció la pena, si estaba justificado, si había motivos.
Mallarino ha vivido cómo él dice sin casarse con nadie. Ni familiares ni amigos se han visto libres de sus aguijonadas cubiertas de miel (poca miel y mucho aguijón). Hasta Magdalena que siempre había estado de su parte, empezó a alarmarse. "«Pero es que son nuestros amigos, Javier.» «Pues cambiamos de amigos», repuso el. «¿Y la familia? ¿También cambiamos de familia?» «Si toca, toca», dijo Mallarino". Y es que estaba en juego su reputación.
Y si la familia, si los amigos no le importaban ¿cómo iba a importarle Adolfo Cuéllar, aquel político al que ya había caricaturizado en todas las formas y con todas las palabras posibles? ¿aquél que se había presentado en su casa aquella tarde de fiesta inaugural humillándose hasta la repulsión, pidiendo casi perdón y rogando por su familia que no lo volviera a hacer objeto de sus burlas? ¿Cómo iba a importarle aquel hombre abyecto que tan poco valoraba su propia reputación? Mallarino, que se había ganado su buena reputación y el prestigio a base de trabajo, a base de sacrificar familiares y amigos ¿qué no haría con un político servil que a medida que hablaba "caía más y más bajo en la humillación y la desvergüenza"? No, Javier Mallarino no se casaba con nadie.
Pero aquellos acontecimientos tuvieron un resultado inesperado. Mallarino no se sintió culpable, tan seguro estaba de los hechos o, más que de los hechos, de su derecho a juzgar, a poner en evidencia, a publicar cada día la caricatura más llamativa, la que más pudiera captar la atención del público, porque por mucho que en el discurso de su homenaje declarara que "Los grandes caricaturistas no esperan el aplauso de nadie, ni dibujan para conseguirlo: dibujan para molestar, para incomodar, para que los insulten. A mí me han insultado, me han amenazado, me han declarado persona non grata, me han prohibido la entrada a restaurantes, me han excomulgado", él sí espera el aplauso y la admiración y el prestigio. Y mantener su reputación. Y para ello, no pensó demasiado antes de la caricatura de aquel día, la que iba a minar para siempre la reputación de Cuéllar. No pensó si las acusaciones serían ciertas, ni siquiera se molestó demasiado en concretar esas acusaciones.
Y no solo la vida de Mallarino se trastoca aquel día de la entrevista con Samanta, veintiocho años después de los hechos, también la de la propia joven, porque queriendo saber lo que ignoraba se ha encontrado con conocimientos que no habría querido tener. "¿No era mejor que todo se quedara como estaba? ¿No estaba yo muy bien así, sin saber esto que ahora sé?". Y si el mundo de Samanta se tambalea por los recuerdos que Mallarino ha puesto en su cabeza, el del caricaturista se puede venir abajo por lo que la joven no recuerda y él ignora. "Porque si ella no sabe, usted tampoco", le dirá Rodrigo Valencia. Y si él no sabe puede que toda su reputación se venga abajo. No porque pudiera haberse equivocado hace tantos años, sino por la propia ignorancia. Opinar sobre lo que se ignora es humillante. Lo es sobre todo si los demás lo descubren. "No importaba quién tuviera la razón de su lado. No importaban la justicia o la injusticia. Sólo una cosa le gustaba al público más que la humillación, y era la humillación de quien ha humillado".
Juan Gabriel Vásquez |
Esta es la segunda novela que leo de Juan Gabriel Vásquez. En 2012 leí "El ruido de las cosas al caer", que había obtenido el Premio Alfaguara el año anterior. Me gustó mucho esa novela y en cuanto salió "Las reputaciones" quedó apuntada en mi lista de pendientes, pero como pasa tantas veces fue quedando atrás superada por nuevos libros hasta que en la tertulia del instituto se propuso para este mes de diciembre. Me alegro mucho porque he desempolvado el libro de la lista e indagando sobre el escritor colombiano, ya tengo otros dos apuntados. Aunque lo de alegrarme es un decir. Por cada libro que sale, dos o más entran en la lista. Prefiero no intentar sacar conclusiones, aunque salen solas y no me gustan nada.
Título del libro: Las reputaciones
Autor: Juan Gabriel Vásquez
Nacionalidad: Colombia
Editorial: Alfaguara
Nacionalidad: Colombia
Editorial: Alfaguara
Año de publicación: 2019
Año de publicación original: 2013
Nº de páginas: 208
Inauguro los comentarios y me uno a tu recomendación.
ResponderEliminarEs una novela corta que se lee con gusto, (para los que se asustan con los grandes tomos).
En la tertulia gustó mucho, dio pie a un buen debate. Te echamos en falta.
Un abrazo
Me hubiera gustado mucho estar allí y ver qué opinaba el resto de la gente, pero no pudo ser.
EliminarDesde luego, es una novela que confirma al cien por cien la buena impresión que dejó "El ruido de las cosas al caer" y ya me he apresurado a buscar otros libros del autor y añadirlos a mi lista de pendientes.
Una novela corta, pero intensa.
Un beso.
Me sorprende que sea una novela corta por todo lo que adelantaste del argumento (no me quejo, me gustan tus reseñas por eso mismoo) solo me guío por lo que dice el comentario anterior.
ResponderEliminarSe, por experiencia, que los escritores colombianos escriben estupendamente y como anda la política en ese país, manga por hombro como en el mío, seguro sacan mucho material de la vida real para sus novelas.
Yo nunca me he detenido a pensar que pasa con los caricaturistas de los periódicos, cómo están pagados, qué se les permite y hasta qué punto se les deja expresarse, porque yo misma no los leo; pero me imagino que es una forma fácil o menos dura de tragar la realidad y para ello seguro son en cierto grado analistas políticos. Reír para no llorar, aunque a veces surjan los ofendidos por sus sensibilidades heridas. Y vamos ... que la prensa tampoco es un dulce caramelo. Son otro poder, tanto para informar como para desinformar.
Gracias Rosa por introducirme al autor. Muchos besos.
Como digo en mi respuesta al comentario anterior, es corta, pero intensa y por eso se pone una a hablar y se da cuenta de que la historia cunde mucho más de lo que sugieren sus doscientas páginas que siempre podrían ser menos pues las editoriales agrandan la letra y las sangrías para que el libro parezca más extenso.
EliminarEs cierto que los escritores colombinos, como los peruanos, son muy buenos y destilan un fino sentido del humor con el que hacen críticas demoledoras.
Mallarino debía de estar muy bien pagado porque enseguida se hizo famoso y tenía poder. En cuanto a la censura, él salió de un periódico porque no le dejaban hacer lo que quería y se encontró con Rodrigo Valencia que le prometió que siempre podría hacer lo que quisiera sin censura ni cortapisas. eso en esta novela. En la realidad, en países con una democracia un tanto solvente, yo creo que gozan de bastante libertad dependiendo, más que nada, del medio para el que trabajen.
Un beso.
No he leído al autor, gracias por la reseña. Besos.
ResponderEliminarGracias a ti. Es un buen autor al que yo creo que merece la pena dar una oportunidad. Yo le he dado dos y no mearrepiento.
EliminarUn beso.
Opinar sobre lo que se ignora es humillante, escribes. Parece que la humillación está a la orden del día. Supongo que la dificultad está en saber dónde poner los límites.
ResponderEliminarPlanteas muchas preguntas en tu reseña (supongo que por que la lectura te las ha planteado) y todas ellas muy jugosas. Me intrigas también con ese hecho del pasado ignorado y olvidado. Te he leído con mucho interés y me has dejado con mucha curiosidad sobre esta novela, así que para la lista interminable que se va.
Besos
Escribir de lo que se ignora es humillante cuando se descubre más tarde y es humillante sobre todo cuando los demás lo descubren. Eso es lo que le ha sucedido a Mallarino que aún tiene algo de conciencia.
EliminarPor lo demás, escribir y hablar de lo que se ignora es una práctica habitual que lleva a cabo mucha gente sin el más mínimo sonrojo, sin humillación ni vergüenza, sin plantearse que se pueden estar equivocando. Y es que, como decía una profesora mía del colegio "La ignorancia es atrevida".
La lectura plantea preguntas, sugiere respuestas, tiene mucha miga. No es una novela de intriga por lo que tampoco pasa nada por contar los hechos, pero sé que hay gente que si sabe la trama ya no disfruta del libro. Por eso trato de no desvelar nada, pero a mí me hubiera interesado igualmente (o hasta más) de haber sabido esos hechos. A pesar de mi gusto por el género negro y policial, lo que más me gusta de las novelas es su transcurrir y las reflexiones y las preguntas a que dan lugar. Bueno, en el género mencionado, no me gusta que me digan quién es el asesino, pero en el resto, no me importa saber la trama.
Creo que este autor puede ser de los que te gusten.
Un beso.
Este es un tema que para mí tiene mucha trascendencia. El crítico criticado, aunque en este caso sea un caricaturista. No voy a extenderme en lo que pienso de aquellos que viven de de humillar al prójimo sin ningún escrúpulo ni prueba alguna. Quizá este libro sea una denuncia social sobre la hipocresía o la desvergüenza de quienes se sienten poderosos con su pluma, sin importarles las consecuencias. Quizá me equivoque y no vaya tan lejos el propósito del autor. Sea como sea, me parece una novela muy interesante ya que la historia parece que desvela algunos secretos que solo salen a la luz por obra y gracias del personaje de la periodista.
ResponderEliminarUn beso.
Sí que es una crítica en ese sentido que dices, pero no es tan sencillo, porque Mallarino es un buen tipo. Aunque aquella vez se dejara llevar de las apariencias y la tentación de una caricatura fácil (no olvidemos que tenía que hacer una diaria) a un personaje que, por lo demás, ya conocía y había criticado antes; a pesar de ello, Mallarino es honrado y tiene muy en valor su reputación y esa reputación depende de la verdad. Por eso, cuando descubre que no puede saber lo que realmente pasó, aun sabiendo que de trascender sería una humillación, no le importa averiguar la verdad para saber él y para que sepa Samanta. Aunque con ello su reputación quede por los suelos.
EliminarLa novela es interesante, en efecto, y está muy bien escrita. Un autor a tener muy en cuenta.
Un beso.
Estaba sobre la pista de este escritor colombiano, pues escuché hace relativamente poco un interesante entrevista sobre uno libro de relatos, "Canciones para el incendio" (y apunté) que le hizo Jorge Barriuso en Radio 3 (en la Barriupedia), y Jorge lo recomendaba con entusiasmo, yo tengo en mucha estima el criterio literario de Barriuso, uno de los críticos literarios más brillante e ingenioso que conozco.
ResponderEliminarTraes un tema que toca muchas aristas, la búsqueda de la mejor reputación profesional a casi cualquier precio. Me atrae mucho, tanto el tema como el autor.
Beso.
Solo he leído las dos novelas que menciono, pero ha sido suficiente para darme cuenta de que es un escritor digno de tener en cuenta.
EliminarNo conozco ese programa de Radio 3 de Jorge Barriuso, pero ya es la segunda vez que lo mencionas. Indagaré a ver si es a una hora que me cuadre. La verdad es que solo oigo la radio cuando salgo a caminar o cuando voy en el coche.
Si te animas con el autor, ya me contarás.
Un beso.
El programa se llama "Hoy empieza todo", y lo conduce Marta Echeverría, sobre las 9:30 da paso a su colaborador, Jorge Barriuso, y ambos se ponen a comentar un autor y obra que trae a colación Barriuso, lo hacen de modo muy ameno, y es una delicia escuchar a Barriuso, es muy culto e ingenioso, realmente divertido, suele traer escritores muy interesantes.
EliminarBeso!
Gracias Paco. Tomo nota aunque no es muy buena hora para que yo oiga la radio. A ver si me puedo arreglar.
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