"Adiós, hasta mañana" William Maxwell
Hace mucho tiempo vi por primera vez una película de esas que no se olvidan, sobre todo porque se vuelven a ver una y otra vez a lo largo de los años. Voy a dejar que adivinéis cuál es. En ella, un entrañable personaje pregunta varias veces: ¿te ha picado alguna vez una abeja muerta? Pues bien, a mí sí me ha picado una abeja muerta, pero aún me ha pasado otra cosa más extraña si cabe: me he enamorado varias veces de un hombre (o una mujer) muerto. Lo bueno de enamorarse de una mujer (o un hombre) muerta es que no exige fidelidad. Se puede estar enamorada de varios a la vez. No de demasiados, porque solo algunos lo merecen, pero sí de los suficientes. Uno de los últimos hombres muertos de los que me he enamorado es William Maxwell.
Y cincuenta años después, un niño, nuestro narrador, recuerda todo aquello, aquella tragedia con tintes lorquianos que sucedió cerca de su ciudad y que afectó tan de lleno al padre de su amigo, y recuerda algo de lo que siempre se ha arrepentido, algo que siempre le ha estado rondando en la cabeza, que fue involuntario, pero que se pudo interpretar como una traición a la amistad. Y se arrepiente de no haber hablado, de no haberlo aclarado cuando aún era tiempo, y ese arrepentimiento que ha almacenado durante cincuenta años tal vez sea realmente de lo que trata esta novela.
"Lo que podemos exigirle a nuestro ser adolescente tiene sin duda un límite. Y seguir sintiéndose culpable por algo que ocurrió hace tanto tiempo difícilmente resulta comprensible. Pero, a pesar de todo, me siento culpable. Un poco. Y tal vez siempre me sienta culpable".
Cuando leí "Vinieron como golondrinas", no pude evitar caer rendida a sus pies y, ahora, tras leer "Adiós, hasta mañana", el amor se ha confirmado. Leeré todo lo que haya escrito y se haya traducido (tampoco es mucho) porque pocos autores me enganchan desde el principio y me sumergen en un estado de placidez y satisfacción intelectual, pero este es uno de los que mejor sabe tocarme la fibra. "Adiós, hasta mañana" está considerada su mejor novela y obtuvo el American Book Award en 1980
"Una mañana de invierno, poco antes del amanecer, tres hombres que estaban allí cargando grava oyeron algo que sonó como un disparo. O tal vez, dijeron, había sido la explosión del motor de un coche. [...] El ruido no procedía del motor de un coche; un granjero llamado Lloyd Wilson acababa de morir de un disparo, y lo que oyeron fue el sonido del arma que lo mató".
Este es el segundo párrafo de "Adiós, hasta mañana". Desde el principio sabemos que hay un muerto que se lama Lloyd Wilson y sabemos que hay un asesino que era su vecino y amigo, Clarence Smith, y sabemos que el crimen estuvo motivado por la relación entre Fren Smith, la mujer de Clarence, y Lloyd, a quien su propia mujer había abandonado unas semanas antes, llevándose a sus cuatro hijas y dejándole a los dos hijos. Y lo sabemos porque en esta novela no hay intriga, ni finales inesperados, ni investigaciones policiales. En "Adiós, hasta mañana" hay dos niños que son amigos y que de pronto dejan de serlo porque uno de ellos desaparece de la vida del otro. Y hay un intento por recuperar la memoria sin confiar demasiado en ella, porque ¿cuanto de lo que recordamos sucedió así en realidad? "Tengo el vago recuerdo, en el cual no confío, de estar en clase sentado, mirando el pupitre vacío de Cletus. Alguien [...] dijo que su abuela vino a buscarlo y se lo llevó. No pudo ser cierto; sólo tenía una abuela y ésta vivía en la ciudad. Lo que probablemente pasó fue que su madre lo sacó del instituto y, cuando se fue de Lincoln, se lo llevó con ella".
Cletus es Cletus Smith y es el hijo de Clarence, el asesino. El que cuenta la historia, el narrador, fue su amigo durante un tiempo. Es alguien muy similar a William Maxwell, pero que estoy segura de que no es exactamente William Maxwell. Cletus se mudó con su madre y su hermano a Lincoln desde la granja cuando su madre dejó a su padre, porque también Fern Smith terminó por dejar a su marido. En Lincoln conoció al narrador y trabó con él una amistad singular echa de sobreentendidos y pocas palabras, y desapareció de Lincoln justo después del asesinato.
La novela está dividida en dos partes aunque en ningún momento ni lugar se indique. En la primera me llevo una gran sorpresa a poco de empezar a leer porque me encuentro con que es como la continuación de "Vinieron como golondrinas". El narrador resume en una pocas páginas lo que allí se nos cuenta, para continuar desarrollando con más profundidad lo que allí se nos niega: lo sucedido tras la muerte de la madre, el padre distante, las tías y abuelas que les cuidan, la madrastra, el cambio de casa y finalmente el traslado a Chicago. Tal vez los más de cuarenta años pasados desde la publicación de "Vinieron como..." le dio al autor la distancia suficiente como para poder enfrentarse a la verdadera muerte de su madre cuando él era un niño.
Es en la nueva casa a la que van a mudarse en Lincoln, cuando aún es una casa en construcción que al autor le recuerda la escultura de Giacometti, «El Palacio a las 4 de la mañana», donde conoce a Cletus y donde establecerán el escenario de su amistad. Allí, entre aquellas vigas que dejaban ver el cielo con su luz cambiante y sus nubes y la tierra con las vidas alegres, penosas o inciertas de los habitantes del vecindario, se fue labrando una amistad con pocas palabras, como ya he dicho, una amistad hecha de compañía, del calor del otro ser junto a uno mismo, de saber que volverá al día siguiente y volverá a calentarnos con su simple presencia. Hasta que ya no vuelva más. "Cuando el color del cielo nos indicaba que se acercaba la hora de cenar, bajábamos y decíamos «Adiós» y «Hasta mañana», y emprendíamos nuestros caminos por separado bajo el crepúsculo. Y una tarde, esta despedida informal resultó ser la última. Aquel disparo nos separó para siempre".
En la segunda parte, la narración se centra en Clarence y en Lloyd y en la amistad más allá de la amistad, más allá de la fraternidad, que se fue fraguando entre ellos desde que Clarence llegó a la granja vecina de la que Lloyd habitaba desde que nació. "A pesar de que tenía hermanos con los que se llevaba bien, cuando quería compañía o cuando algo le preocupaba recurría al circunspecto hombre de la granja vecina".
Una amistad que se desploman cuando Fern y Lloyd empiezan a mirarse con una intención distinta a la que debe existir entre un hombre y la mujer de su mejor amigo. Puede que fuera el hartazgo de la rutina arrastrada por muchos años; el desconsuelo de ver siempre al lado a la misma persona con la misma cara del mismo hartazgo y con las mismas gracias que ya no nos hacen gracia; la pereza del sexo, tan familiar que se vuelve mecánico, cuando no un deber ingrato; la misma casa, el mismo establo, los mismos niños, la misma cocina, las mismas vacas, el mismo lodo que viene de los mismos polvos. Y un día algo les hace temblar al ver al otro, al ajeno, al prohibido, y les eriza la piel, y algo se estremece en el centro mismo de sus anhelos, y se olvidan del marido y la mujer, del amigo y de los hijos... y se pone el primer ladrillo de la tragedia.
Cletus es Cletus Smith y es el hijo de Clarence, el asesino. El que cuenta la historia, el narrador, fue su amigo durante un tiempo. Es alguien muy similar a William Maxwell, pero que estoy segura de que no es exactamente William Maxwell. Cletus se mudó con su madre y su hermano a Lincoln desde la granja cuando su madre dejó a su padre, porque también Fern Smith terminó por dejar a su marido. En Lincoln conoció al narrador y trabó con él una amistad singular echa de sobreentendidos y pocas palabras, y desapareció de Lincoln justo después del asesinato.
La novela está dividida en dos partes aunque en ningún momento ni lugar se indique. En la primera me llevo una gran sorpresa a poco de empezar a leer porque me encuentro con que es como la continuación de "Vinieron como golondrinas". El narrador resume en una pocas páginas lo que allí se nos cuenta, para continuar desarrollando con más profundidad lo que allí se nos niega: lo sucedido tras la muerte de la madre, el padre distante, las tías y abuelas que les cuidan, la madrastra, el cambio de casa y finalmente el traslado a Chicago. Tal vez los más de cuarenta años pasados desde la publicación de "Vinieron como..." le dio al autor la distancia suficiente como para poder enfrentarse a la verdadera muerte de su madre cuando él era un niño.
El Palacio a las 4 de la madrugada Alberto Giacometti (1932) |
En la segunda parte, la narración se centra en Clarence y en Lloyd y en la amistad más allá de la amistad, más allá de la fraternidad, que se fue fraguando entre ellos desde que Clarence llegó a la granja vecina de la que Lloyd habitaba desde que nació. "A pesar de que tenía hermanos con los que se llevaba bien, cuando quería compañía o cuando algo le preocupaba recurría al circunspecto hombre de la granja vecina".
Una amistad que se desploman cuando Fern y Lloyd empiezan a mirarse con una intención distinta a la que debe existir entre un hombre y la mujer de su mejor amigo. Puede que fuera el hartazgo de la rutina arrastrada por muchos años; el desconsuelo de ver siempre al lado a la misma persona con la misma cara del mismo hartazgo y con las mismas gracias que ya no nos hacen gracia; la pereza del sexo, tan familiar que se vuelve mecánico, cuando no un deber ingrato; la misma casa, el mismo establo, los mismos niños, la misma cocina, las mismas vacas, el mismo lodo que viene de los mismos polvos. Y un día algo les hace temblar al ver al otro, al ajeno, al prohibido, y les eriza la piel, y algo se estremece en el centro mismo de sus anhelos, y se olvidan del marido y la mujer, del amigo y de los hijos... y se pone el primer ladrillo de la tragedia.
William Maxwell |
Y cincuenta años después, un niño, nuestro narrador, recuerda todo aquello, aquella tragedia con tintes lorquianos que sucedió cerca de su ciudad y que afectó tan de lleno al padre de su amigo, y recuerda algo de lo que siempre se ha arrepentido, algo que siempre le ha estado rondando en la cabeza, que fue involuntario, pero que se pudo interpretar como una traición a la amistad. Y se arrepiente de no haber hablado, de no haberlo aclarado cuando aún era tiempo, y ese arrepentimiento que ha almacenado durante cincuenta años tal vez sea realmente de lo que trata esta novela.
"Lo que podemos exigirle a nuestro ser adolescente tiene sin duda un límite. Y seguir sintiéndose culpable por algo que ocurrió hace tanto tiempo difícilmente resulta comprensible. Pero, a pesar de todo, me siento culpable. Un poco. Y tal vez siempre me sienta culpable".
Esta novela entra además en el II reto "Nos gustan los clásicos" por estar publicada antes de 1990. "Adiós, hasta mañana" está escrita en 1979.
Hola Rosa, que interesante cuando aplicas esa pasión en la escritura explicándolo tan gráficamente como enamorarse de un hombre/mujer muerto. Creo recordar (aunque puedo estar equivocado), que la película de la que hablas es To Have and Have Not de Howard Hawks, y de nuevo me han entrado, como en otras ocasiones que has comentado algo de cine, muchas ganas de volverla a verla. Por supuesto el libro reseñado hoy, me ha parecido también muy interesante para leerlo este verano.
ResponderEliminarBesos y buen fin de semana.
No estás equivocado, querido Miguel, la película es "Tener y no tener", el inolvidable debut de Lauren Bacall. Yo no tardaré en volver a verla.
EliminarRespecto al libro, he de decirte que, siempre desde mi punto de vista claro, poco más se le puede pedir a una historia: concisión, sencillez, profundidad, emoción, y toda clase de sentimientos humanos (celos, culpa, arrepentimiento, traición...) de los que nos afectan a todos antes o después. Aunque pocos lleguemos al asesinato.
Un beso.
Me encanta cuando la pasión de un autor transpira las líneas como lo has mostrado con esta reseña. Desde luego, el inicio ya es de por sí una joya. Claro, conciso, con esa reiteración necesaria para anclarnos a la historia desde el principio, algo que es básico para atrapar a un lector. Creo que mantendré, con tu permiso, una relación más personal con este autor, je, je, je... Un fuerte abrazo, Rosa!!
ResponderEliminarUn gran autor realmente. Sus novelas son poco extensas, sencillas en la forma y muy concentradas en sentimientos.
EliminarEmpiezo a leerlas y desde el primer párrafo me siento atrapada y me invade un bienestar tal que me ha hecho entender esa expresión que siempre encontré un poco snob: "zona de confort". Sí, confort es lo que me producen las Historias de este autor.
Tienes mi permiso para enamorarte de él. Si ellos no exigen fidelidad, yo, mucho menos.
Un beso.
"Tener y no tener" es una de mis pelis favoritas. No sé las veces que la he visto, pero más de diez seguro. La inquietante frase la dice varias veces el viejo Eddie y "la Flaca" es la única que sabe de qué va. Es fantástica. Me encanta cómo la has utilizado. Veo que las picaduras de abeja muerta dejan marca.
ResponderEliminarNo he leído a William Maxwell pero tendré que ponerlo en la lista. De momento estoy con "La última noche en Twisted River" que me tiene abducido.
Un abrazo.
Ponlo en la lista. Seguro que te enamoras tú también.
EliminarEs que a mí, como a la flaca, me ha picado una abeja muerta.
Me alegro de que te guste "La última noche en Twisted River". Es literatura en estado puro. Lo tiene todo. Creo que es un resumen de la vida.
William Maxwell también es muy bueno. Sus novelas son mucho menos extensas, pero están muy concentradas. Seguro que te gusta.
Un beso.
Hola!vemos que ese tórrido verano que viven se te ha metido en la piel a fondo!!hermosa reseña y las metáforas que jamás leímos. Solo en tu blog!recontar apuntada la película. Gracias😀saludosbuhos
ResponderEliminarTórrido verano por el sur de España. En el norte más bien parece finales de otoño.
EliminarMe alegro de que os haya gustado la reseña y que apuntéis libro y película. Disfrutaréis de ambos.
Un beso.
Ni idea de qué película es de la que hablas (bueno, ahora sí porque he leído los comentarios precedentes) pero me ha encantado el inicio de tu reseña y la forma que has elegido para declarar tu admiración por William Maxwell. Además, el resto de la reseña me ha tenido absolutamente encandilada.
ResponderEliminarYa me fijé en este autor cuando reseñaste 'Vinieron como golondrinas' pero creo que voy a colar esta otra novela suya por delante. Supongo que aunque el inicio de una enlace con la otra se puedan leer de manera independiente. Hala, otro para la lista.
Besos
No sabría decir cual me gustó más. Este está considerado su mejor novela. Por algo tiene el Premio Nacional en Estados Unidos. Y sí, se pueden leer de manera totalmente independiente. Tengo aún un tercero, "La hoja plegada", que espero leer en breve.
EliminarEste autor ha sido, junto a Charles Simmons de los mejores descubrimientos del año. Anímate. Seguro que tú también lo descubres.
Un beso.
Siempre hay una emoción contenida cuando retornas a un autor que te ha entusiasmado, una lógica inquietud por si no vuelve a surgir el “hechizo”. Veo que te ha vuelto a sonreír la fortuna con Maxwell.
ResponderEliminarMe gusta mucho esa perspectiva, el hombre adulto que mira hacia la niñez y los amigos de la infancia (en este caso un único amigo), tratando de reconciliarse con un pasado no del todo idílico, buscando redimir la culpa que le atosiga.
Creo, por lo que cuentas tan bien, que estamos ante una prosa intimista y sensible que nos hace traspasar el libro y meternos de lleno en la historia, hay libros que, más que leerse, se viven.
Magníficas líneas por tu parte.
Un fuerte abrazo, Rosa
Fíjate que en ningún momento tuve esa inquietud. Con toda naturalidad sabía que me iba a gustar mucho. Es que ni me lo planteé. Vamos que de haber decepción hubiera sido morrocotuda.
EliminarLo has expresado muy bien. Son de esas historias que se viven. Se te meten tan adentro, que días después de leer el libro, sigues empapada de su esencia, respirando su ambiente y sintiendo una plenitud total en lo que a belleza literaria se refiere. No sé. Me gustaría saber expresar mejor lo que siento hacia este tipo de libros, pero creo que no doy con las palabras. Como ves me dejan, literalmente, sin palabras, ja, ja.
Un beso.
¡Hola Rosa! Una reseña genial, se nota lo mucho que te ha gustado esta obra y la pluma del autor te ha enganchado hasta el punto de querer devorar todos sus libros, eso lo logran muy pocos escritores. Y si esta obra está considerada como una de las mejores de este autor, sin duda quisiera leerla. Pues viene cargada de recuerdos, emociones y arrepentimiento. Muchas gracias por la reseña. ¡Un besito!
ResponderEliminarMe ha gustado el autor, me ha gustado la novela, me ha gustado el ambiente en el que me introduce, los temas que trata y cómo los trata... Vamos que me gusta todo de William Maxwell. Lástima que escribiera pocas novelas, solo seis, y de ellas solo se hayan traducido tres, al menos que yo sepa. El tercero caerá en breve.
EliminarSi lo lees, me cuentas.
Un beso.
Me lo apunto, no lo conocía.
ResponderEliminarBesotes
Muy interesante y co mucha miga. Te gustará.
EliminarUn beso.
Buenas referencias me han llegado de este autor, varios son los amigos que me lo han recomendado diciéndome que su escritura es sencilla pero profunda, tierna, que me gustaría. Después de leerte Rosa más me convence.
ResponderEliminarAbrazos.
Tienen razón tua amigos. Es exactamente eso. Tierno, profundo y sencillo. Y además son novelas poco extensas que se leen muy bien. Seguro que te gusta.
EliminarUn beso.